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Informantes: amados, odiados, desprotegidos

Matthias von Hein (rml/ers)26 de abril de 2016

Hay irregularidades en empresas privadas o el aparato estatal que solo salen a la luz gracias al valioso aporte de informantes. Sin embargo, los llamados "whistleblower" suelen ser perseguidos y castigados.

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Imagen: LVDESIGN - Fotolia.com

Todos necesitamos de ellos. Pensemos, por un momento, en los más importantes escándalos de los últimos tiempos: los “Papeles de Panamá”, que revelaron un intrincado sistema para esconder capitales a menudo ilegales; Edward Snowden, que hizo pública la magnitud de la vigilancia electrónica masiva de la agencia estadounidense de inteligencia NSA; Chelsea Manning y Wikileaks, a través de los cuales supimos de violaciones a los derechos humanos cometidas por los Estados Unidos.

No importa cuán importantes sus informaciones fueron para el bien común, la mayoría de los informantes paga un alto precio por su coraje civil: Chelsea Manning cumple una condena de 35 años de cárcel. Edward Snowden quedó atrapado en el exilio ruso y el fudnador de Wikileaks, Julian Assange, en la embajada ecuatoriana en Londres.

En honor a Snowden, Assange y Manning, sus figuras en bronce.
En honor a Snowden, Assange y Manning, sus figuras en bronce.Imagen: DW/M. Bierbach

Escándalo destapado, medalla obtenida, empleo perdido

También en Alemania hay quienes se atreven a revelar la corrupción, la evasión de impuestos y daños al medio ambiente. Su premio, también acá, sigue siendo el castigo. El camionero Miroslaw Strecker puede dar fe. Strecker informó a la policía sobre el transporte de carne podrida. Destapó uno de los mayores escándalos de carne caducada y recibió por ello, en 2007, la placa dorada del coraje civil del entonces ministro de Agricultura Horst Seehofer. No obstante, perdió su empleo.

Una experiencia similar tuvo la corredora de valores Andrea Fuchs, que lleva ya una veintena de procesos contra su antiguo empleador DZ Bank, el cuarto mayor banco de Alemania. Fuchs se negó a aceptar los negocios ilegales de sus jefes y fue también despedida. Pero estos no son solo riegos que se corren en la empresa privada, también el sector público presiona a quienes se niegan a ser parte de irregularidades.

El escándalo de la carne caducada estalló gracias a un informante.
El escándalo de la carne caducada estalló gracias a un informante.Imagen: AP

El auditor Erwin Bixler reveló en 2002 que la agencia alemana de trabajo maquillaba sistemáticamente sus cifras. El entonces jefe de esa autoridad, Bernhard Jagoda, se vio obligado a renunciar, pero Bixler fue masivamente acosado, enfermó y tuvo que acogerse a una jubilación anticipada.

Con especial encono reaccionó la Administración Tributaria del estado de Hesse contra cuatro exitosos investigadores de Hacienda que no aceptaron, en 2001, que se les obstaculizara intencionalmente avanzar en determinadas direcciones en su trabajo. Uno de ellos, Rudolf Schmenger, ganó el Premio Whistleblower en 2009, así como un proceso de reparación de daños el pasado diciembre, pero sigue luchando hasta hoy por su rehabilitación.

"Me elaboraron actas secretas, me construyeron un proceso disciplinario, y hasta un expediente psiquiátrico con la colaboración de un falso perito", cuenta Schmenger en entrevista con DW. Su conclusión es sombría: "quienes revelan irregularidades a la opinión pública no tienen ningún tipo de protección en nuestro país. Son denigrados, desacreditados, difamados y pierden su trabajo."

Más interés en el secreto que en su esclarecimiento

"El interés del Estado en que sus funcionarios respeten el secreto estatal y el de las empresas en proteger sus secretos comerciales en la competencia capitalista, se opondrán siempre al interés de la sociedad civil en el esclarecimiento y la discusión pública", opina Annegret Falter, quien preside la Red de Whistleblowers en Alemania.

El investigador de Hacienda Schmenger no se dejó intimidar.
El investigador de Hacienda Schmenger no se dejó intimidar.Imagen: privat

Así que nunca habrá una perfecta protección para los informantes, presagia. No obstante, en muchos países existe algún tipo de protección legal para whistleblowers. Aunque en Estados Unidos, por ejemplo, y pese a esa protección legal, el Gobierno de Barack Obama ha arremetido con más fuerza contra los informantes que todos sus predecesores.

En Alemania no existen ni siquiera leyes sobre el particular. "Propusimos un proyecto de ley en 2004", dice a DW el diputado verde Hans-Christian Ströbele y aclara sus tres componentes: "1. Protección del informante en el ámbito de la economía privada. 2. Protección de funcionarios públicos. 3. Protección contra la persecución penal, cuando funcionarios de los servicios secretos, del ejército u otras instituciones estatales filtran informacioens sobre irregularidades que conducen a peligros considerables, violaciones de derechos fundamentales o, incluso, crímenes."

El proyecto no ha hallado apoyo mayoritario hasta ahora en el Parlamento alemán, que ni siquiera ha comprobado –como prometió la actual coalición Gobierno de socialdemócratas y conservadores− si los estándares de protección alemanes se corresponden con los internacionales.

Adicionalmente, la preocupación de los informantes y sus defensores más bien ha crecido por estos lares desde que el Parlamento Europeo decidiera, en abril, unificar el sistema de protección legal para secretos comerciales. Matthias Spielkamp, miembro de la directiva de Reporteros Sin Fronteras, se pregunta si esta ley podría ser abusada para perseguir a los informantes y él mismo responde, alarmado: "Ofrece, por lo menos, la oportunidad."