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En busca de una alerta temprana para defender la democracia

Rodrigo Menegat Schuinski
15 de septiembre de 2022

Mientras muchos países del mundo se deslizan hacia la autocracia, DW analiza cómo las democracias han enfrentado esas amenazas en los últimos años.

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Cartel que pone "La democracia de Brasil está en peligro".
Brasil es uno de 12 países donde los sistemas democráticos se están inclinando hacia la autocracia.Imagen: DW/M. Banchón

"Solo Dios puede sacarme de aquí”. Esta frase del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ilustra el peligro que los aspirantes a autócratas suponen para los países democráticos.

Brasil es uno de 12 países donde los sistemas democráticos se están inclinando hacia la autocracia, de acuerdo con datos publicados por el instituto de investigación Varieties of Democracy (V-Dem), de la Universidad de Gotemburgo. Los restantes son: Polonia, Níger, Indonesia, Botsuana, Guatemala, Túnez, Croacia, República Checa, Guyana, Mauricio y Eslovenia.

Además de estos países en que la crisis de la democracia está en marcha, V-Dem ha identificado a otros 17 que han perdido la batalla en la última década, entre ellos Turquía, Filipinas y Hungría.

V-Dem es uno de muchos índices de este tipo, pero una diferencia clave es que ofrece datos que se remontan a más un siglo. Aunque hoy en día hay muchos más países considerados democráticos que hace 100 años, el proceso de democratización a nivel global se estancó a comienzos de este milenio.

Matices de democracia

Usualmente se piensa que un país es democrático o no lo es. Pero la realidad tiene más matices. Los investigadores de V-Dem clasifican a los países en cuatro categorías.

En las autocracias cerradas, como China y Catar, no hay elecciones multipartidistas para la jefatura del Gobierno o el Legislativo. En las autocracias electorales, como Turquía o Venezuela, se celebran elecciones, pero estas no son libres y justas.

En las democracias electorales, como Brasil y Sudáfrica, tienen lugar elecciones libres, pero falta igualdad y algunos grupos minoritarios carecen de derechos efectivos. En las democracias liberales, como Alemania y Suecia, hay elecciones libres, garantías de derechos para las minorías, controles funcionales y equilibrio entre los poderes.

Los 179 países clasificados por V-Dem se dividen entre autocracias electorales o cerradas y democracias liberales o electorales. No hay datos acerca de algunos Estados como el Vaticano y San Marino.

Esta división puede ocultar algunos matices importantes, según Bastian Herre, investigador de la organización sin fines de lucro Our World in Data, quien ha estudiado la relación entre ideologías gubernamentales y democracias en su trabajo para obtener un doctorado en ciencias políticas en la Universidad de Chicago. "Podemos apreciar que Corea del Norte e Irán no son democráticos, mientras Chile y Noruega sí lo son”, indica. "Pero no sabemos cuánto más democrático es Irán que Corea del Norte, o cuán menos democrático es Chile que Noruega”.

Herre considera que tales categorías no sirven necesariamente para detectar deterioros democráticos como los que ocurren. "Si queremos tener un sistema de alerta temprana, no son estos los instrumentos adecuados”, dice.

Aquí es donde entra en juego el Índice de Democracia Liberal (LDI), que abarca del 0 al 1. Mientras más alta la cifra, más cerca está un país del ideal de una democracia liberal. Así quedan a la vista diferencias entre países de la misma categoría. Además, se pueden observar los cambios del estado de la democracia en un país cada año.

Las democracias se erosionan antes de colapsar

Aunque siguen produciéndose golpes de Estado en el mundo, los cambios actuales hacia la autocracia suelen ser más graduales.

Los giros más perceptibles hacia la autocracia han coincidido a menudo con la elección de líderes iliberales, como Jair Bolsonaro en Brasil, Viktor Orbán en Hungría o Narendra Modi en India. Fernando Bizzarro, un investigador brasileño de la Universidad de Harvard, indica que el ascenso de políticos antidemocráticos puede ser también con frecuencia atribuida al agravamiento de problemas preexistentes.


"Para que esos líderes lleguen al poder, se requiere otros elementos, como una crisis de los partidos tradicionales”, dice Bizzarro. "La polarización crea la sensación de que se detesta tanto al oponente, que todo se vale para deshacerse de ellos, inclusive destruir la democracia”, advierte.

Cuando la democracia se tambalea

Si las experiencias pasadas sirven de indicador, no hay lugar para mucho optimismo a corto plazo en los países que experimentan una crisis de la democracia.

V-Dem ha registrado 81 períodos de decadencia democrática desde 1900, 50 de los cuales se han producido desde el año 2000. En aproximadamente el 75 por ciento de los casos, la crisis dio paso a la completa autocracia.

"Los actores que promueven la autocratización suelen ser los jefes del Ejecutivo y pueden tener amplias mayorías parlamentarias”, dice Sebastian Hellmeier, uno de los investigadores que examinó episodios de este tipo.

La resiliencia democrática

Las investigaciones de Hellmeier y sus colegas apuntan a comprender por qué algunas democracias se desmoronan y otras permanecen intactas.

Concentrándose en los procesos electorales, utilizaron otra forma de medición: el Índice de Democracia Electoral (EDI). Funciona en forma similar al LDI, pero sin considerar elementos como las libertades civiles o el equilibrio de los poderes.

Según la investigación, la resiliencia democrática aparece en dos niveles diferentes. En primer lugar, los países pueden evitar por completo el inicio de una crisis democrática. Esto es lo que los investigadores llaman "resiliencia al inicio" y se observa en países que no han tenido en los últimos tiempos grandes problemas en la materia, como Canadá y Finlandia. En segundo lugar, está la "resiliencia al colapso", que se observa en países donde las crisis democráticas se detienen antes de que el sistema político se rompa. Esta resiliencia de ruptura es menos frecuente y se observó recientemente en países como Ecuador y Corea del Sur.

El análisis aborda varios factores asociados a ambos tipos de resiliencia. Por ejemplo, el desarrollo económico va de la mano con la resiliencia de inicio, pero no parece afectar al resultado de una crisis de la democracia una vez que ha estallado. Por otra parte, el tener democracias vecinas parece ser un factor importante para que un país pueda mantener la suya.

Una larga tradición democrática y un sistema judicial independiente se asocian a ambos tipos de resiliencia democrática. En algunos casos, especialmente en países con instituciones más débiles, también pueden jugar un papel importante factores externos.

El caso de Ecuador

En 2013, el presidente ecuatoriano Rafael Correa ganó su tercera elección consecutiva. Era un político que reforzaba su popularidad con un crecimiento económico y la ampliación de la protección social. Su gestión, sin embargo, se vio marcada también por la restricción de libertades a los medios de comunicación, los opositores y la sociedad civil.

Correa era el tipo de político al que las democracias les cuesta meter en vereda. Eso cambió cuando la economía se estancó y el escándalo de corrupción del caso Odebrecht afectó al Gobierno. Correa decidió no volver a presentar su candidatura en 2017 y apoyó la de su vicepresidente, Lenin Moreno. Este ganó las elecciones, pero rompió luego con su mentor.

Melis Laebens, investigadora postdoctoral de la Universidad de Oxford, considera que este es un ejemplo de recuperación de la senda democrática que peligraba. "El escándalo de Odebrecht marcó una gran diferencia en términos de presionar a los aliados de Correa para que cambiaran sus posiciones", dijo. "Lo que importa es que la oposición, cuando tenga una oportunidad, aunque no sea capaz de desbancar al gobernante, pueda al menos mantener algunas fuentes legítimas de poder".

Ecuador también sirve de ejemplo de lo que puede ocurrir cuando el retroceso democrático se revierte aparentemente. Desde entonces, parecen no cesar las protestas. El actual presidente, Guillermo Lasso, superó hace poco una moción de destitución. Correa fue declarado culpable de corrupción y está fuera del país, pero mantiene su influencia política y muchos seguidores. "A veces, un poder ejecutivo excesivo puede alternarse con una debilidad excesiva del Gobierno", indica Laebens. "Estos acontecimientos pueden transformar la política a largo plazo. Es raro que desaparezcan sin más".

(ers/ms)