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Refugiados iraquíes en Alemania: trato con doble rasero

Autor: Daniel Scheschkewitz19 de marzo de 2009

Los primeros 126 de un contingente de 2500 iraquíes llegan a Alemania. A diferencia de otros que viven años en el limbo, a éstos les espera plena legalidad e integración. ¿Por qué hace Alemania esa diferencia?

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Desde el 2002 Irak vive una cruenta guerra que ha empujado a su población a huir, por diversos motivos. Porque temen por su propia vida, por desesperación, por necesidad. A dos y medio millones ascienden los iraquíes que se han desplazado –la mayoría de ellos hacia países vecinos como Siria y Jordania, pocos han logrado llegar a Europa*. En la Unión Europea, Alemania incluida, son tolerados. En caso de que su solicitud de asilo no sea aceptada, la repatriación pende sobre ellos. Por el contrario, los refugiados que llegan ahora –que pertenecen al contingente oficial de Naciones Unidas- gozarán plenamente de derecho de residencia, con todos los privilegios que eso significa: asistencia a cursos de idioma, permiso de trabajo y la protección por el Estado y la Iglesia.

Musulmanes, cristianos, chiítas, sunitas

Que personas realmente necesitadas de protección sean acogidas en este país, está bien e indica que Alemania es una nación civilizada. Que entre los refugiados pueda haber cristianos, debería darse por sobreentendido. Los que profesan el cristianismo fueron y siguen siendo especialmente acosados en la región mesopotámica. Sin embargo, que los tratemos de manera diferente, sólo porque profesan una religión cristiana -y que por ello cuentan con la Iglesia como patrono protector- , mientras que los otros viven en la sombra es insostenible, contradictorio.

El derecho humano al asilo debería valer para todos sean musulmane, cristianos o ateos. Acogiendo oficialmente a estos refugiados iraquíes, Alemania reconoce su derecho –largamente conculcado- a solidaridad y caridad. Los valores cristianos de nuestra sociedad prevén, sin embargo, ayuda y compasión para todo ser humano en peligro, independientemente de su credo, siempre y cuando –como en el caso de Irak- tengan razones fundadas para llamar a nuestra puerta.

El argumento de que chiítas y sunitas pueden encontrar refugio en otras partes del mismo país es inconsistente. El que huye a Europa tiene motivos para ello: a veces ya viven aquí familiares o amigos; a veces es la absoluta falta de perspectivas lo que los mueve.

Otros refugiados tampoco eran cristianos

En el caso de Irak la disparidad en el trato es más incomprensible aún si se tiene en cuenta que desde el comienzo Alemania criticó esta guerra con fuertes argumentos morales. En esa medida, ahora no debería acoger 2500 sino esa cantidad multiplicada por diez. Esa cantidad correspondería más o menos a los llamados boat people, refugiados procedentes de Vietnam, que fueron acogidos en la década de los ochenta del siglo pasado. Muchos de ellos no eran cristianos y, a pesar de ello, fuimos solidarios. De los refugiados iraquíes, el 20 por ciento profesa el cristianismo; sólo 10.000 personas acoge Europa. Quizá a nuestras sociedades aquejadas por la crisis financiera no se les pueda pedir más.

Lo que sí podemos hacer es igualar el estatus legal de los refugiados iraquíes. No puede haber asilados de primera y segunda clase –no en un Estado de derecho. Aducir motivos de religión o credo es inaceptable; precisamente en una sociedad que basa sus valores en el cristianismo debemos tratar a todos por igual independientemente de raza, credo u origen. Este principio básico debe valer también en el caso de los refugiados de Irak.

*Al aeropuerto de Hannover-Langenhagen llegó desde Siria un avión con refugiados iraquíes que serán acogidos por Alemania en el contexto de un programa de Naciones Unidas. 126 llegan hoy; 2500 serán en total. Se trata mayormente de iraquíes cristianos. La religión no es el criterio de selección, subrayan las autoridades alemanes; se trata de que por profesar una fe determinada, sus vidas corren peligro. Estos asilados tendrán la suerte de recibir inmediatamente una visa de residencia y un permiso de trabajo por 3 años, algo casi nunca visto. Por lo general, Alemania acoge a los asilados y los “tolera”, un estatus que en realidad no permite trabajar, menos integrarse. María Böhmer, secretaria de Integración, califica su acogida de acto de humanidad. “Bienvenidos”, declaró, “Alemania es un país de integración”.