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¿Quiénes eran los discapacitados que mataron los nazis?

Brigitte Osterath
2 de mayo de 2017

Los nazis asesinaron a 300.000 discapacitados. Cerebros de víctimas de la eutanasia reposan aún en institutos de investigación. La Sociedad Max Planck busca identificar a las víctimas y devolverles su dignidad.

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Ernst Lossa, de Augsburgo, asesinado por los nazis en un programa de eutanasia.
Ernst Lossa, de Augsburgo, asesinado por los nazis en un programa de eutanasia. Imagen: picture alliance/dpa/Bezirkskliniken Schwaben

Los archivos de la Sociedad Max Planck en Munich guardan un macabro secreto: cerebros cortados milimétricamente y perfectamente etiquedados; algunas pruebas en plaquetas de vidrio otras en formol. Estos son cerebros, o partes de ellos, de víctimas de los nazis. Humanos asesinados porque padecían alguna enfermedad mental o  discapacitados que fueron declarados por la política de Adolfo Hitler como "no dignos de la vida".

En el llamado programa de "Eutanasia T4” los nazis mataron a unas 300.000 personas, incluyendo niños. "Sus cerebros fueron llevados a laboratorios para investigar los transtornos neurológicos", explica a DW Herwig Czech, historiador de la Universidad de Viena.

Hasta la década de los setenta, investigadores de todo el mundo, interesados en conocer la génesis de las enfermedades mentales, examinaron estas pruebas sin averiguar sobre su macabro origen. "Nadie cuestionó la conveniencia ética de este trabajo”, dice Gerrit Hohendorf, historiador de la Universidad Técnica de Múnich.

Tiempos de respeto por la dignidad humana

Ahora, la Sociedad Max Planck quiere esclarecer este perverso capítulo de su pasado. Un equipo internacional de investigadores de Alemania, Austria, el Reino Unido y EE. UU. buscarán desde este mes de junio identificar a las víctimas, gracias a las mismas pruebas existentes de sus cerebros y los documentos de archivo.

"Sería una falta de respeto continuar con el uso de tejido humano sabiendo de quienes proviene", dice Herwig Czech. "Esto ya no es compatible con las normas éticas de hoy en día".

Ya en 1990, la Sociedad Max Planck le dio sepultira a unos 100.000 restos humanos en el cementerio Waldfriedhof de Múnich. Estas eran pruebas pertenecientes a víctimas de la eutanasia nazi y otros perseguidos, como prisioneros de los campos de concentración y trabajos forzados. En la ceremonia de sepultura el presidente de la Sociedad Max Planck, Heinz Staab, instó a los científicos a "asumir el respeto por los límites de la ética en la investigación”.

Brigitte Osterath (jov/ers)