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Oslo, Capital Verde de Europa 2019

Lars Bevanger
2 de enero de 2019

Aunque la capital de Noruega quiere reducir sus emisiones contaminantes a prisa, muchos empresarios ofrecen resistencia y no todos los ciudadanos pueden costear su participación en ese proyecto, tan loable como oneroso.

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Norwegen Oslo
Imagen: picture alliance/Bildagentur-online

Con proyectos sumamente ambiciosos que combinan experimentos urbanísticos, culturales y ecologistas, Oslo logró imponerse ante otras trece ciudades comunitarias y ser elegida como la Capital Verde de Europa 2019. La competición por ese título fue concebida por la Comisión Europea en 2008 con miras a promover la búsqueda de soluciones para los problemas sociales y medioambientales del Viejo Continente, por una parte, y la imitación de las mejores prácticas en esos ámbitos, por otro lado.

No faltará quien diga que, con apenas 700.000 habitantes, la capital noruega no puede servir de referencia para muchas grandes urbes europeas: se alegará que, por su tamaño, es fácil poner de acuerdo a los lugareños para que cambien hábitos que propician el calentamiento global o difícil que sus esfuerzos por reducir sus emisiones contaminantes incidan considerablemente sobre el cambio climático. Pero sus pobladores están dispuestos a refutar esos argumentos. Empezando por Lindahl Trosdahl.

Urbe ejemplar

A juicio de Trosdahl, quien encabezó al equipo que lanzó la candidatura de Oslo como Capital Verde de Europa, esa ciudad reúne todas las condiciones para servir como laboratorio de ideas susceptibles de ser replicadas por otras. "Oslo es suficientemente grande como para poner a prueba soluciones y demostrar que éstas pueden aplicarse en ciudades aún más grandes. Por ejemplo, Oslo es pionera en la introducción masiva de automóviles electrónicos en sus redes viales”, sostiene la empresaria con orgullo.

Los sistemas de casi la mitad de los coches nuevos comprados en Oslo son completamente eléctricos. A eso se suma la proliferación de tranvías, buses y ferris movidos con energía proveniente de centrales hidroeléctricas. "Nosotros contamos las emisiones de anhídrido carbónico como contaos el dinero. Todos los vecindarios de Oslo deben ponerse metas concretas e informar en qué medida han reducido sus emisiones”, comenta Raymond Johansen, alcalde de la ciudad. Y esos objetivos van más allá del tránsito terrestre.

Oslo - Stadtzentrum mit Tram
Los tranvías, buses y ferris de Oslo son movidos con energía proveniente de centrales hidroeléctricas.Imagen: picture-alliance/NurPhoto/G. Yaari

Resistencia al cambio

Durante los inviernos helados, la calefacción de muchas casas es proveída por las instalaciones donde se queman los desechos. De aquí a 2020, Oslo quiere reducir sus emisiones en un 36 por ciento, tomando como referencia los niveles de contaminación de 1990. De aquí a 2030, el propósito es reducirlas en un 95 por ciento. El "presupuesto climático” de Oslo arroja datos sobre el rendimiento de las medidas tomadas en la ciudad de tal forma que quede claro si se está más cerca o no de las metas trazadas.

Sin embargo, muchos ofrecen resistencia a la agenda verde del Gobierno local, integrado por el partido laborista, el socialista y el ecologista. Los empresarios, por ejemplo, se negaron a aceptar que buena parte del casco central de Oslo quedara libre de autos; los planes para convertirlo completamente en una zona de bulevares tuvieron que ser pospuestos, a pesar de que el tráfico automotor es una de las fuentes de contaminación más grandes. Pero ellos no fueron los únicos en quejarse.

Un proyecto costoso

Aunque la mayoría de los ciudadanos apoya los esfuerzos del Ejecutivo local para mejorar la calidad medioambiental de Oslo, no todos pueden costear su participación en ese proyecto. Los peajes han contribuido a reducir la densidad del tráfico vial, pero, tras el aumento del precio que se paga por entrar al corazón de la urbe, quedó claro que la comunidad de los conductores llegó a su límite. Los vehículos eléctricos están exentos de pagar peaje; pero, ¿quiénes pueden darse el lujo de tener autos como esos?

Aquellos que no pueden cambiar sus coches tradicionales por autos eléctricos se sienten injustamente castigados por las medidas tomadas para minimizar sus áreas de circulación. Esos son los factores que frenan a Oslo en su afán de transformarse en una ciudad ciento por ciento verde. Sin embargo, desde ya, quienes la visiten se percatarán de lo cerca que está de su meta.

(erc/jov)

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