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Opinión: “Brexit”, quiebre y oportunidad

18 de enero de 2017

Theresa May anunció que Reino Unido quiere abandonar el mercado común de la UE y negociar un nuevo tratado de libre comercio con los 27. Ahora la pelota está en el campo de Bruselas, opina Christoph Hasselbach.

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Imagen: Getty Images/C. Court

La espera ha llegado a su término. Finalmente los británicos y los demás europeos ven algo de claridad en la fórmula que usará Gran Bretaña para abandonar la Unión Europea. Esto es, por sí solo, un avance. Durante mucho tiempo mucha gente se hizo toda clase de esperanzas, incluso de que el "brexit" pudiera revocarse a través de un nuevo referéndum.

En los últimos meses, el tema en discusión era si los británicos, a pesar de su salida de la UE, podrían permanecer dentro del mercado común. La respuesta por parte de Bruselas se escuchó fuerte y claro: no. El lema era que la salida no tendría letra chica: o dentro de la UE o totalmente fuera de la UE. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ya había hecho la advertencia antes del referéndum: "Los desertores no son recibidos con los brazos abiertos", dijo en una ocasión.

La alegría malsana todo lo daña

Aún muchas declaraciones sobre el "brexit" realizadas en Bruselas tienen un tono de alegría malsana cuando se habla de la caída de la libra o se pone sobre la mesa la posibilidad de sancionar a Reino Unido. Con esto se busca no solo disciplinar a los 27 estados miembros restantes, sino también reforzar a la UE en el marco de un euroescepticismo que daña económicamente a la unión. Incluso los exportadores alemanes deberían mostrar interés en tener un acceso al mercado británico sin mayores barreras. Sin ir más lejos, se trata de uno de los mayores mercados del mundo. Por ejemplo, uno de cada cinco automóviles alemanes aterriza en Gran Bretaña.

Christoph Hasselbach.
Christoph Hasselbach.Imagen: DW/M.Müller

Ahora los británicos están obligados a abrir nuevas vías, y han tomado la iniciativa: quieren dejar el mercado común y a cambio ofrecen a la UE un acuerdo de libre comercio, que permitiría mayor acceso a los mercados. Del discurso de la primera ministra Theresa May se desprende un aire de desafío y orgullo. Reino Unido no quiere tener un rol subsidiario ante Bruselas y más bien está dispuesto a abrirse al mundo. Oportunamente, el futuro presidente de Estados Unidos y amigo del "brexit", Donald Trump, ya ha propuesto la idea de pactar un acuerdo comercial bilateral. Si se tienen en cuenta las interminables dificultades que tiene la UE para cerrar tratados internacionales, no parece descabellado pensar que otros países, como China o Brasil, alcancen acuerdos por separado con Londres más temprano que tarde.

Eran pocos los británicos que querían esto. Quienes apoyaron el "brexit" en realidad lo que buscaban era controlar la inmigración. Y contrariamente a lo que se cree en Alemania, el tema no era solo con los actuales ciudadanos de la UE, sino también con los futuros. El expremier David Cameron recibió numerosas preguntas antes del referéndum sobre este tema y sobre cómo quería impedir que los cientos de miles de inmigrantes que serán acogidos en los próximos años por Alemania pudieran terminar en Gran Bretaña, sin que Londres sufriera las consecuencias de ello. No tenía respuesta para ello. La política de Merkel de apertura de fronteras incontrolada pudo mover la balanza y determinar el triunfo del "brexit".

Ser atractivo ayuda

La advertencia de Juncker sobre la deserción habló más bien del desconcierto ante el hecho de que alguien siquiera se imaginara abandonando el hermoso y confiable mundo de Bruselas. En ese mundo no hay espacio para la duda. Y precisamente la salida de Reino Unido puso en duda a toda la Unión Europea. Pero eso no es peligroso, sino saludable. La idea de Europa es un proyecto fantástico que no debe realizarse sobre la base de las presiones y las sanciones, sino por medio de su propio atractivo.