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¿El renacimiento de la tortura?

Britta Margraf26 de junio de 2003

La ONU dedica el 26 de junio al apoyo a las víctimas de la tortura, en un momento en el que a nivel internacional el tema de los derechos humanos parece pasar a un segundo plano, incluso en Occidente.

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En la "guerra contra el terrorrismo" el respeto a los derechos humanos ha sido socavado.Imagen: AP

Hace sólo 16 años entró en vigor la Convención contra la Tortura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que hasta la fecha firmaron 132 de los 190 estados miembros. Estos se comprometen a tomar medidas para tratar de evitar la tortura y perseguir a los que la practiquen. A pesar de estos esfuerzos, en el 2003 siguen registrándose casos de tortura en aproximadamente 120 países del mundo.

Erosión de la democracia

Lo más preocupante es que se observa una marcada tendencia hacia una pérdida de los derechos individuales en estados democráticos, donde hasta hace poco la tortura era un tabú absoluto. Después del 11 de septiembre, las actitudes cambiaron no sólo en Estados Unidos sino también en Europa se han endurecido las leyes, afectando en particular a extranjeros cuya procedencia pueda ser sospechosa.

Desde el ataque terrorista en Nueva York, pareciera que cúpulas políticas en Washington, Pekín y Moscú consideraran los derechos humanos como un lujo casi impermisible. Perpetran abusos y actos de represión contra quienes consideran sospechosos argumentando que situaciones especiales exigen medidas especiales. El caso más patente son los miles de detenidos afganos sospechosos de pertenecer a la red terrorista de Al Qaeda, que son retenidos en Guantánamo, Cuba.

Siguen llegando a la Base Naval estadounidense, prisioneros con muñecas y tobillos esposados, así como con los ojos vendados. No gozan de ningún derecho jurídico y las autoridades estadounidenses pueden decidir arbitrariamente si serán juzgados en tribunales militares. No son reconocidos como prisioneros de guerra bajo la Convención de Ginebra. Washington señala que como 'terroristas' hay que tratarles de manera diferente porque no son "criminales comunes y corrientes".

¿Cuáles son los límites?

Auf dem Weg zum Verhör
Un detenido es trasladado esposado.Imagen: AP

En febrero de este año se registró en Alemania un caso de "amenaza de tortura" por parte de la policía de Fráncfort del Meno. Policías amenazaron a un hombre acusado de secuestrar a Jacob von Metzler, hijo de una familia adinerada, a quien después asesinó. En el momento de la detención del secuestrador, la policía creía que el chico seguía con vida y amenazó al asesino -un estudiante de leyes de 25 años-diciéndole que lo torturarían si no revelaba el paradero del niño.

El caso provocó gran polémica y abrió una airada discusión sobre el uso de la tortura, pese a la brutalidad del asesino. Algunos políticos, como el primer ministro de Hesse, Roland Koch, defendieron el proceder de la policía, razonando que había actuado bajo tensión y su intención era salvar la vida de Jacob. La fiscalía alemana inició una investigación contra la policía.

Afortunadamente, este caso de Francfort para Alemania es un caso aislado, y provocó protestas de todos los sectores de la sociedad. Pero en un clima internacional de "guerra contra el terrorismo" los derechos y valores de Occidente ya no son respetados tan naturalmente.

Lección histórica

La lección que aprendieron los alemanes de su historia, es que hay que tener cuidado con tendencias que socavan los derechos humanos. Cuando empezó la discriminación estatal de los judíos en los años 30, nadie pensó en un Holocausto, ni siquiera los mismos judíos. Pero estaban equivocados.
De esa experiencia se aprendió que no se pueden permitir excepciones en el respeto a los derechos humanos, ni siquiera en situaciones extremas, pues esto abre, poco a poco, el camino a la violencia y la opresión.

Resulta alarmante que los gobiernos del mundo, en el 2002, mostraran poco interés en la ratificación de un protocolo adicional a la Convención contra la Tortura. Estados Unidos incluso pretendía bloquearlo, y ni siquiera el gobierno alemán lo firmó, a pesar de ser uno de sus principales promotores.