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La barbarie aún vigente

26 de junio de 2002

129 Estados de la ONU han ratificado la Convención contra la Tortura, que entró en vigor hace 15 años. Aun así, en más de un centenar de países se tortura en forma sistemática. Un comentario de Heinrich Bergstresser.

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Un centro de rehabilitación para víctimas de la tortura, en Pakistán.Imagen: IRCT

Si bien las democracias occidentales han sido consideradas por años como paladines de la aplicación de un derecho internacional humanitario, se multiplican los indicios de que los estándares han bajado en el contexto de la lucha contra el terrorismo, desatada por los atentados del 11 de septiembre.

¿Cómo entender si no que Estados Unidos, que ratificó la Convención contra la Tortura, deje a presuntos miembros de Al Qaeda en manos de países, cuyos métodos a todas luces no están en conformidad con los criterios del estado de derecho? Semejantes manejos tácticos no sólo son negativos para la comunidad democrática, sino que retrotraen a mucha gente a épocas precivilizadas, en las que la venganza era el principio rector de la ley. Y esto con el agravante de que ocurre, justamente, en momentos de extrema inseguridad.

La actitud señalada incentiva involuntariamente el embrutecimiento de una sociedad que, a fuerza de consumo masivo de videos de terror, apenas sabe distinguir ya entre ficción y realidad; una sociedad que, con mayor o menor conciencia, ve los métodos de tortura casi como algo común.

Embrutecimiento social

Sin embargo, justamente en el largo recorrido desde el principio de la venganza hacia el principio del derecho y la justicia es donde radican las verdaderas conquistas del derecho internacional moderno: en la posibilidad de luchar jurídicamente contra los delitos, incluyendo los delitos contra la humanidad. Esto vale también para actos de terrorismo asesino, que no han de ser combatidos con torturas, sino con los recursos de la razón, si el mundo civilizado no quiere que se le reproche justamente aquello que condena.

Cuando los gobiernos, según la ocasión, creen poder pasar por alto los estándares mínimos en tiempos difíciles, la sociedad civil debe alzar la voz. Afortunadamente lo hacen importantes grupos de ciudadanos, como Amnistía Internacional o la Asociación Internacional de Juristas.

Torturar a una persona es y seguirá siendo un acto de barbarie, aunque con ello se eviten nuevos crímenes.