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El chavismo y el cuento del lobo

9 de agosto de 2018

Desde que comenzó la revolución bolivariana van al menos 70 denuncias de atemtados contra el presidente, con diferentes características pero la misma esencia.

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Venezuela | Attentat Maduro
Imagen: picture-alliance/Photoshot

Un desfile militar en Caracas es casi tan común como una protesta por falta de servicios. Pocos venezolanos sintonizaban los canales del Estado para ver la celebración de los 81 años de la Guardia Nacional Bolivariana cuando, al parecer, ocurrió algo que se venía anunciando desde que Hugo Rafael Chávez Frías se colocó la banda presidencial en 1999: un intento de magnicidio. 

Las denuncias de atentados contra la vida del presidente Chávez fueron constantes en el gobierno que heredó el actual presidente Nicolás Maduro. Sin embargo, a raíz de los hechos del 4 de agosto, Maduro pareció olvidarlo y dijo que "no hay en Venezuela la costumbre política de eliminar al adversario, no tiene Venezuela historial de magnicidios”. Es cierto que Venezuela solo ha tenido un magnicidio en su historia con el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud en 1950, pero desde que comenzó la revolución bolivariana van al menos 70 denuncias, con diferentes características pero la misma esencia. 

Venezuela Wandgemälde Graffiti Chavez Kult
Imagen: Getty Images/AFP/F. Parra

Los presuntos culpables siempre son los mismos: la derecha, el imperialismo, extremistas, terroristas y paramilitares colombianos. El motivo principal siempre es el mismo: acabar con la revolución bolivariana y la voluntad del pueblo. Las consecuencias de estas denuncias siempre acaban igual: detenidos que luego son liberados por falta de pruebas.

Lo más controversial del reciente atentado contra Nicolás Maduro es su veracidad. La moraleja parece extraída de la fábula griega de Esopo: El pastor mentiroso, aquel que por jugar una broma acudió a la ayuda del pueblo porque sus ovejas corrían peligro ante un lobo que no existía, pero llegó el día que en verdad estaba en peligro y ya nadie le creyó. Fue así como el lobo se comió todas las ovejas e incluso al propio pastor.

La primera de 52 denuncias de magnicidio contra Hugo Chávez fue en 1999, cuando detuvieron a un campesino de Puerto Ordaz que había salido de cacería con un rifle y estaba a 500 metros de la tarima donde daba su discurso el presidente. El campesino fue liberado días después, pero las investigaciones del supuesto intento de magnicidio llegaron hasta los primeros políticos que se opusieron a Hugo Chávez. La tendencia continuó durante todo su mandato presidencial y hasta el post-mortem. A pocos días de difundir la muerte de Hugo Chávez, Nicolás Maduro ofreció una rueda de prensa para anunciar la creación de una comisión para investigar si el cáncer del presidente fue inoculado. Los resultados tampoco se dieron a conocer.  

Cada denuncia parece más insólita que la anterior y en los 6 años de Nicolás Maduro como presidente van 18 denuncias de atentados en su contra. Cada una traía consecuencias, investigaciones y un lenguaje hostil hacia los supuestos conspiradores de la oposición. Entre los más notorios han figurado personajes reconocidos como María Corina Machado, Henrique Capriles y Álvaro Uribe. Es ahora que las pruebas de un magnicidio parecen ser evidentes, el hecho fue televisado por el canal del Estado, y lo que desencadena es todo el complejo aparato político del chavismo que demuestra que acabar con el presidente no necesariamente saca al régimen del poder. 

Y nadie les creyó.

El susto y la confusión fue evidente en el acto presidencial el 4 de agosto, la Guardia Nacional Bolivariana rompió filas para huir de la explosión de un dron. Al fin vimos cómo funciona el protocolo para la protección del presidente, un poco letárgico y algo torpe, pero se observó como se desplegaron los maletines antibala y paraguas de defensa que protegieron al primer mandatario. El ataque con drones resultó ser tan insólito como las 70 denuncias de magnicidio que lo antecedieron; de haber sido exitoso hubiese sido inédito en la historia. Sin embargo, también se vieron las fallas de un gobierno con graves problemas de gobernabilidad. Quizá por esa razón no se han presentado pruebas más contundentes del ataque y las consecuencias han sido las esperadas represalias contra la oposición.

Ya son varias las veces que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez y otros líderes del chavismo han dicho que no les importa la opinión internacional sobre su gobierno y lo han demostrado. Así que es de esperar que, sea quien sea el que haya sido el verdadero responsable del atentado contra Maduro y en vista de la poca credibilidad nacional e internacional que tiene, el gobierno venezolano sacará provecho de la situación para neutralizar a sus enemigos políticos sin importar las críticas que pueda generar.

Con la detención del diputado Juan Requesens y la orden de captura de Julio Borges, la Asamblea Nacional Constituyente allana la inmunidad parlamentaria de estos diputados a quienes implican en el atentado. Según la Constitución venezolana solo la Asamblea Nacional puede despojar a un diputado de su inmunidad. Sin embargo, ya es costumbre que por disputas interpretativas de la Constitución el gobierno se salga con la suya y la oposición se desbande.

Lo cierto es que ya nada sorprende a los venezolanos, ni las noticias más sangrientas logran conmover al más sensible. Los drones asesinos fueron el primer tema de conversación en las largas colas para el transporte público y para sacar algo de efectivo de los bancos, en las marchas por falta de agua y por un sinfín de demandas que plantean los venezolanos día a día. Pero más allá de una conversación que distrae el tiempo y le compra tiempo al chavismo, nada resuelve los problemas que aquejan a los venezolanos y que mantienen a Venezuela en una constante crisis que algunos catalogan como un atentado a la sociedad.

Oscar Schlenker, desde Caracas. (ER)