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El caso Djokovic revela la cruel política de Australia

Alistair Walsh
10 de enero de 2022

Los políticos australianos llevan mucho tiempo utilizando sus duras políticas fronterizas para sus propios fines. Es hora de replantearse este enfoque de cerrojo, opina Alistair Walsh.

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Serbien Belgrad | Plakat von Novak Djokovic
Imagen: Darko Vojinovic/AP/picture alliance

Novak Djokovic está descubriendo de primera mano la crueldad de las políticas fronterizas de Australia. Se le concedió un visado y se le animó a volar, a pesar de sus evidentes opiniones escépticas sobre las vacunas. Y sin embargo, a su llegada, la puerta se cerró de golpe.

Sospecho que los que están en el poder han visto una dividendo político al bloquear su entrada en el último minuto. La presencia de Djokovic sin vacunar es vista por muchos como un insulto a los esfuerzos estoicos de los habitantes de Melbourne, que pasaron meses consecutivos encerrados y se vacunaron en masa, incluso los que tenían dudas. Era seguro que el bloqueo de su entrada iba a generar aprobación.

Esta decisión podría haberse tomado mucho antes de su salida. Pero el cambio de última hora ha permitido una segunda victoria política: la fabricación de una crisis fronteriza en miniatura ha hecho maravillas para distraer la atención de la consistente mala gestión de la pandemia por parte del gobierno.

Una estrategia de crueldad muy usada

Es una doble victoria fácil. Y sigue el conocido libreto de  Australia de extraer capital político aplicando la crueldad en su frontera.

Durante décadas, los políticos australianos de todos los bandos han aprovechado los controles fronterizos del país como herramienta de manipulación política y distracción de los fallos internos.

El tema de Djokovic ha llamado la atención sobre otras víctimas de las duras políticas fronterizas.
El tema de Djokovic ha llamado la atención sobre otras víctimas de las duras políticas fronterizas.Imagen: Hamish Blair/AP/picture alliance

En un giro poético, Djokovic se encontró confinado en el mismo hotel que decenas de refugiados y solicitantes de asilo, que están atrapados en un limbo de una década, sin poder salir, sin poder entrar. Y su encarcelamiento fue un lujo relativo comparado con la desgracia de otros solicitantes de asilo en Australia, miles de los cuales han languidecido en centros de detención en el extranjero. Todos ellos víctimas de la crueldad fronteriza.

Para una nación de inmigrantes, esta obsesión por el control de las fronteras parece incongruente. Pero se ha arraigado profundamente en la cultura del país.

Dañando a sus propios ciudadanos

Así que no es de extrañar que la posición instintiva de Australia en la pandemia fuera la de cerrar sus fronteras, sin pensar en el coste humano.

Esto funcionó, de hecho, durante mucho tiempo. La nación fue capaz de mantener el COVID fuera durante un tiempo impresionantemente largo. Y la estrategia era popular. Mis compatriotas parecían discretamente orgullosos de la dura política fronteriza.

Pero, como siempre ocurre con estas políticas fronterizas, el cierre causó dolor a mucha gente. Yo, por ejemplo, no he podido ver a mi familia desde hace dos años. Todavía no puedo. Puede que Australia esté abriendo lentamente sus fronteras, pero Australia Occidental, donde vive mi familia, sigue cerrada.

Alistair Walsh es originario de Australia Occidental.
Alistair Walsh es originario de Australia Occidental.Imagen: Lewis Sanders

Los australianos que estaban en el mundo no podían volver a casa sin pagar decenas de miles de dólares. Los emigrantes que vivían en Australia no podían salir a visitar a sus familiares enfermos en el extranjero, sabiendo que no podían volver a Australia. Pero esto se consideró un daño colateral inevitable. La prueba de que las medidas funcionaban.

Expuesto al mundo

Siempre supe que las políticas fronterizas de Australia eran crueles. Y ahora son reconocidas como tales en todo el mundo. Pero el abandono por parte de Australia de sus propios ciudadanos y su insensible separación de familias cruzó un umbral que yo creía impensable.

Si a Djokovic se le permite entrar en el país, estupendo para él. Pero la extraña situación a la que se enfrentó ha dejado al descubierto las kafkianas políticas fronterizas de Australia para que el mundo se dé cuenta.

Australia debe aprovechar este momento para replantearse su enfoque de fortaleza, y priorizar el bienestar humano sobre las maniobras políticas.

(gg/ers)