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"Cultura de bienvenida" en la Berlinale 2016

Joachim Kürten (JAG/CHP)15 de febrero de 2016

El Festival de Cine de Berlín también se hace partícipe de uno de los principales temas que ocupa a la sociedad alemana. Además de películas, el programa incluye acciones dedicadas al tema de los refugiados.

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Imagen: picture-alliance/dpa/S. Stache

“El choque cultural es la causa de la fama que tiene la Berlinale”, decía el director del festival, Dieter Kosslick, antes del comienzo de la edición de 2015. Un año más tarde, uno de los temas centrales del festival será en esta ocasión el de los refugiados, porque además de ser un evento cultural internacional, la muestra de Berlín sirve de escenario para presentar temas política y socialmente relevantes. Un “choque de culturas” que, según su director, es parte del “ADN del Festival”.

Festival político

“Cuando hace 65 años comenzó la Berlinale, en Europa había millones de alemanes huidos o traumatizados por los destierros”, se dice desde la organización. El festival se propuso promover la comprensión, la tolerancia y la aceptación. Y desde entonces, siempre reaccionó a los acontecimientos sociales con más compromiso que otros festivales como Cannes o Venecia. A veces, con una faceta tan política que suscitó críticas por ocuparse demasiado de temas sociales y dejar de lado la estética a la hora de elegir a los ganadores.

Sin embargo, la Berlinale siempre supo mantenerse en lo alto por muchas razones. En las diferentes secciones, sobre todo las más alejadas del glamur, cada año se muestran películas documentales ensayos políticos y obras críticas y comprometidas. Aquí es donde los grupos al margen de la sociedad pueden alzar su voz. Entre otros, también los refugiados, que muchas varias veces fueron foco de atención del festival.

Dieter Kosslick, director de la Berlinale.
Dieter Kosslick, director de la Berlinale.Imagen: Getty Images/AFP/O. Andersen

Para Kosslick, uno de los recuerdos más conmovedores como director fue en 2003 en un momento en el que la utopía y el cine se plasmaron en la vida real. Mientras en el acto final se anunciaba el Oso de Oro para la película “In this world” (En este mundo), sobre la huida de tres afganos de la guerra, fuera del recinto, en el Potsdamer Platz, se manifestaban 400.000 personas contra la invasión de Irak. Un momento que merecía exactamente el título del ganador, donde tanto la Berlinale como el cine hicieron realmente acto de presencia “en este mundo”.

“Derecho a la felicidad”

En toda la historia de la muestra, también hay otras anécdotas que simbolizan esa manifestación entre cine y realidad, entre cultura y política. Por ejemplo, en 2005, el premio fue a parar al drama bosnio “Grbavica”, y el año pasado el ganador fue la película iraní “Taxi”, grabada en secreto en Teherán. Como argumentó Kosslick, no solo por tratarse de un trabajo valiente, sino también por expresar de una forma artística grandiosa el derecho a la libertad de expresión.

El lema del festival en este año es “Derecho a la felicidad”, derecho al que también está ligada esa libertad de expresión, así como el derecho a la alimentación o la libertad de culto. El lema se corresponde especialmente con la ocasión, con muchas obras participantes que tratan temas como huida, destierro o integración.

Aparte de los pases de películas, esta edición irá más lejos con acciones dirigidas a la comunidad de refugiados, con precios reducidos, cupo de plazas reservado o apadrinamientos. “Como festival del público, la Berlinale tiene que aportar su parte a la cultura de bienvenida de Berlín”, se dice desde el festival. Además de eso, entre público, visitantes y famosos se hará una colecta de fondos destinados a promover iniciativas de apoyo a los refugiados. Una acción que, aparte del glamur, las estrellas y la alfombra roja, recuerda que la muestra es uno de los mayores festivales políticos el mundo, con una enorme diversidad cultural que forma parte del ADN de la Berlinale.