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Un poema satírico reta a la política alemana

Christoph Hasselbach (jov/rml)11 de abril de 2016

El caso del poema del comediante satírico Jan Böhmermann no es solo una cuestión de gustos, sino una jurídica y política. Todos los ojos están puestos en la canciller alemana.

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Jan Böhmermann, Premio Grimme a la sátira 2015
Jan Böhmermann, Premio Grimme a la sátira 2015Imagen: picture-alliance/dpa/H. Kaiser

Por culpa de un poema satírico el Gobierno alemán tiene ahora que resolver una disputa diplomática con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Merkel debe considerar si permite un proceso legal, como lo solicita el presidente de Turquía, contra Jan Böhmermann, de la revista televisiva “Neo Royale”, transmitida por la segunda cadena pública ZDF. Böhmermann recitó en su programa del 31 de marzo una pequeña poesía, considerada por él mismo como “difamatoria”, advirtiendo empero de antemano, que “algo así no estaba permitido en Alemania".

Dicho poema que sugería que Erdogan practicaba la zoofilia, entre otras cosas, tenía otra historia: Turquía había convocado al embajador alemán en Ankara para quejarse por una sátira mucho menos ofensiva, emitida por el programa "extra 3" de la televisión NDR, en la que se criticaba la situación de los derechos humanos bajo Erdogan. Böhmermann quiso entonces mostrarle a Erdogan, qué pasa cuando se exceden los límites de la libertad de sátira en Alemania.

El Gobierno Federal podrá aceptar o denegar un proceso

El asunto no tiene nada de divertido para la canciller. Erdogan es considerado un socio esencial de la Unión Europea para retener el flujo de refugiados a Europa. Ella consideró el poema de marras un "texto deliberadamente hiriente". Pero si quiso reconciliarse con Erdogan con tan superflua observación, se equivocó. Erdogan pide el enjuiciamiento del periodista.

Aunque en un Estado de derecho un caso de estos es cosa de la Justicia, esta vez la política juega un papel importante porque se trata del artículo 103 del Código Penal, que prevé hasta tres años de cárcel para quien insulte a un "Jefe de Estado extranjero". La condición: una investigación de la Fiscalía y la aprobación del Gobierno federal.

Aquí se dividen las opiniones: ¿Se deja chantajear la política que relativiza la libertad de prensa?, pregunta Matthias Döpfner, jefe del consorcio mediático Springer, quien ha defendido el poema en cuestión como "obra de arte".

El carácter ofensivo le daba precisamente "el sentido al poema", dice Döpfner en una carta abierta en el dominical Welt am Sonntag. Para Döpner, Berlín se arrodilla ante Erdogan. Hubertus Knabe, historiador berlinés y director de Memorial de Víctimas de la Stasi, se dirige también en el Handelsblatt al gobierno federal: "Me parece extremadamente problemático si inicia o promueve cualquier acción legal contra Böhmermann. Eso, por lo general, sólo existe en dictaduras o en países que están camino a serlo".

De otra parte, Frank Überall, presidente de la Asociación Alemana de Periodistas, considera que no se puede limitar la libertad a la sátira por un enredo diplomático, pero cree que un proceso contra Böhmermann sería algo “perfectamente correcto”, toda vez que respondió a las provocaciones de Turquía con otra provocación no menos grosera.

La retirada del Shah

La última vez que un jefe de Estado extranjero exigió un proceso contra un ciudadano alemán fue en 1967. Estudiantes habían exhibido durante la visita oficial del Sha de Irán una cartelera con la frase "Persia, un campo de concentración". Sin embargo, el Gobierno federal logró convencer al monarca de renunciar a su demanda, con el argumento de que un proceso obligaría a ocuparse de la situación de los derechos humanos bajo su gobierno. Algo que, al parecer, tuvo éxito.