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Los pastores de Kenia se adaptan a la sequía

Naomi Larsson ar/er
28 de mayo de 2019

Los pastores de Laikipia ya no encuentran pastos debido a la sequía y se suceden los conflictos con los terratenientes. Una mejor gestión de la tierra está demostrando que estas comunidades de pastores pueden adaptarse.

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Un grupo de personas caminando por el monte.
Imagen: Naomi Larsson

Las acacias verdes se encuentran ocasionalmente, como motas en la tierra quemada por el sol en Laikipia, un condado keniano a la sombra del monte Kenia. La hierba ha vuelto a brotar después de un período de buenas lluvias, pero el paisaje no puede ocultar del todo las cicatrices de la sequía y el excesivo pastoreo. La capa superior de tierra fértil está completamente erosionada por la lluvia y el viento. La capa roja subyacente se abre como una herida en el suelo.

Kenia se está recuperando lentamente de una sequía de dos años que ha matado entre el 40 y 60 por ciento de los animales de granja. Esto en una zona donde la población obtiene casi el 90 por ciento de sus ingresos del ganado. Alrededor de 3,4 millones de personas no tienen suficiente para comer.

"Estamos sufriendo mucho”, afirma Priscilla Senteina Lekurtut. La joven de 26 años procede del municipio de Il Polei, al norte de Laikipia, una zona de pastoreo. "Apenas hay tierra para pastar, nuestros animales se están muriendo, la gente cada vez es más pobre, además, está el cambio climático”, lamenta.

Según Lekurtut, las comunidades de pastores nómadas como la suya, que tradicionalmente viajan por el país en busca de nuevos pastos, ya no tienen adónde ir. Y si las familias no encuentran tierras de pastoreo para su ganado, pierden su sustento y sus ingresos.

"Nuestros hijos no irán a la escuela, la gente podría incluso morir de hambre. Estamos muy desesperados”, dice a DW.

Esa desesperación ha dado lugar a conflictos violentos. En los campos que son propiedad de organizaciones de conservación o de granjas, los pastores solo pueden pastar con el permiso de los propietarios.

Animales pastando en un paisaje árido.
La tierra roja de Laikipia muestra signos de sequía, que han asolado el país en los últimos años.Imagen: Naomi Larsson

"Nos hemos trasladado millas y millas”

Los pastores nómadas han migrado por Kenia durante siglos. Sin embargo, desde que los británicos colonizaron el país en el siglo XX, sus derechos del uso de la tierra han sido severamente restringidos. La razón: grandes extensiones de tierra se convirtieron en propiedad privada. Hoy en día, casi la mitad de la superficie de Laikipia pertenece a grandes ganaderos. Los condados de Baringo, Samburu e Isiolo, donde viven muchos nómadas, limitan con ella. Los pastores están sometidos a una presión cada vez mayor.

"He perdido unos 30 animales o más”, cuenta Timothy Lemosiany, un pastor de Musul, una zona rural de Laikipia. "Otros han perdido todo su rebaño y se han empobrecido. La vida aquí ha cambiado completamente. Caminamos kilómetros y kilómetros con nuestros animales sin encontrar nada. De vez en cuando, entramos en una propiedad privada, lo que se traduce en conflicto”, explica.

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Para una comunidad tan dependiente de la tierra y de las estaciones, la creciente irregularidad de los patrones climáticos afecta mucho a su día a día.

"El país llora” lamenta Joseph Lentunyoi, un masái que ha pasado gran parte de su vida al norte de Laikipia. "Asumimos que las sequías serán más severas y durarán más tiempo, pero no podemos predecir exactamente cómo cambiarán los patrones climáticos” cuenta.

Consciente de que su gente tiene que adaptarse para sobrevivir, Lentunyoi estableció el Centro de Permacultura Laikipia (LPC, por sus siglas en inglés) en 2012.

Un hombre de pie frente a unas plantas.
Joseph Lentunyoi en el Centro de Permacultura Laikipia. Joseph cree que una mejor gestión de la tierra puede devolver la vida a las tierras sobreexplotadas y ayudar a las comunidades de pastores a sobrevivir.Imagen: Naomi Larsson

Un oasis verde

En Musul, donde las suaves colinas dominan el paisaje, hay una zona vallada donde crece hierba exuberante. Los árboles tienen un follaje verde intenso. El contraste con el paisaje al otro lado no podría ser mayor. El sol de mediodía golpea a un grupo de masáis que camina por la hierba. En algunos lugares el pasto llega hasta las rodillas.

Los aproximadamente 300 pastores que viven en esta zona, han acordado dejar descansar esta tierra de 20 hectáreas durante más de un año manteniendo el ganado fuera de la parcela, incluso durante una grave sequía. Cultivan varios tipos de hierba, entre ellos, la hierba buffel, que es posible almacenar en épocas de escasez, y cuyas semillas pueden vender o resembrar en otras zonas de pasto.

Uno de los pastores se llama Morongo. Se apoya en su bastón e inspecciona el exuberante entorno que le rodea. Explica cómo han cambiado las cosas desde la época en que había demasiados rebaños. Los animales pastaron todo, dejando el paisaje árido y polvoriento. Finalmente el ganado murió porque no tenía dónde comer.

"Ahora, con esta iniciativa, no hay tierra desnuda”, señala Morongo. "Antes, nuestras vacas se lo comían todo y cuando llovía, la mayor parte de la capa superior del suelo era arrastrada por el agua. Ahora la tierra está un poco más protegida, gracias a la vegetación”, explica.

Una mujer de pie en un campo, tras ella un amplio cielo azul.
Priscila Leketurt observa la hierba dorada que ha cultivado la comunidad de Musul.Imagen: Naomi Larsson

"El suelo es parte de nosotros”

Lemosiany, del grupo de conservación Ole Ntile Conservancy en Musul, es también masái y trabaja en estrecha colaboración con los pastores de su grupo étnico. Entre otras cosas, les enseña el manejo sostenible de la tierra. Recuerda bien el conflicto que se produjo el año pasado tras la gran sequía y espera que pueda evitarse en el futuro.

"Tenemos que proteger nuestra tierra antes de molestar a otras personas”, dice Lemosiany. "Descubrimos que estábamos destrozando nuestro propio entorno al mismo tiempo que importunábamos a otras personas. Es hora de empezar a hacer el bien por nosotros mismos”, explica.

La comunidad pastoral de Musul es solo una de las 300 con las que el LPC ha trabajado en los últimos siete años. Financiada por donaciones y subvenciones privadas, la organización enseña a los pastores cómo fertilizar la tierra degradada o sembrar variedades de pasto autóctono. También aprenden a diversificar sus ingresos cultivando vegetales orgánicos o aloe, que es nativa de la zona, o dedicándose a la cría de abejas.

"El suelo es parte de nosotros”, dice Lentunyoi, fundador del LPC. "Si continuamos manteniendo un sistema que está matando el suelo, vamos en la dirección equivocada”, explica. Pero los pequeños proyectos locales no son suficientes para cambiar las cosas. "La vida de la gente de aquí podría cambiar realmente, si se hiciera a gran escala”, dice.

Verduras en el Centro de Permacultura de Laikipia, Kenia.
Además de apoyar la regeneración de pastizales, el Centro de Permacultura de Laikipia enseña a las comunidades ganaderas a diversificar sus ingresos cultivando vegetales orgánicos.Imagen: Naomi Larsson

Un futuro para los pueblos nómadas pastorales

"Es una carrera contra el reloj para los pastores”, dice Lance Robinson, del Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias de Nairobi. "Una carrera entre el cambio climático y la capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes. El gobierno debe tomar medidas para asegurar que los pastores ganen esta batalla”.

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Para poder plantear proyectos como el del LPC de forma más amplia, primero hay que aclarar los derechos del uso de la tierra. "Se necesitan acuerdos de arrendamiento para dar seguridad a las familias de pastores. Para que sepan exactamente que esta área, esta zona protegida o esta tierra de pasto nos pertenece”, explica Robinson a DW.

"Si reciben suficiente apoyo, tiempo para adaptarse y el tipo correcto de inversión de las autoridades, entonces creo que el estilo de vida de los pastores se modernizará en lugar de desaparecer en el olvido”, añade.

Lekurtut está convencida de que el estilo de vida secular de su pueblo puede preservarse si los pastores y los terratenientes trabajan juntos.

"Los masái decimos que la tierra nos pertenece a todos”, dice. "Amamos la tierra porque nos da todo lo que necesitamos. Cuando llueve obtenemos pasto y los animales se alimentan de ella. Los pastores tenemos una estrecha relación con los animales, estamos conectados con ellos”, cuenta.

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