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Un español y el apasionante mundo microscópico

Aitziber Romero26 de diciembre de 2013

Pablo Quintela, doctor en Biología Ambiental, es especialista en protozoos ciliados, unos microorganismos esenciales para la estabilidad de los ecosistemas, y perfecciona sus estudios en Colonia.

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Imagen: Gerhard Kira Schmieja

Pablo Quintela se puede pasar horas sentado frente al microscopio estudiando a los protozoos ciliados, unos seres que por su tamaño, normalmente menor a un milímetro, sería imposible observar a simple vista. Estos microorganismos unicelulares tienen un núcleo bien definido, similar a las células que componen un animal o una planta, y habitualmente formas geométricas simples como esferas, conos o cilindros.

Quintela se ha especializado en ciliados y desarrolla su postdoctorado en el Departamento de Ecología General y Limnología de la Universidad de Colonia desde 2008, financiado principalmente con fondos de la Fundación Alemana para la Investigación Científica (DFG, por sus siglas en alemán). “Mi trabajo consiste en la caracterización morfológica y molecular de estos seres”, explica el biólogo. Los protozoos son esenciales para la estabilidad de los ecosistemas y por ello su estudio tiene un interés humano y económico.

Los ciliados desempeñan un papel importante en la naturaleza, puesto que constituyen uno de los eslabones más inferiores en las cadenas alimenticias de medios acuáticos, por ejemplo como componentes del plancton, conjunto de microorganismos flotantes en agua. “Una de sus principales funciones es el control del crecimiento bacteriano”, explica Quintela, pues muchas especies de ciliados se alimentan de bacterias, que crecen como consecuencia de la descomposición de la materia orgánica.

Viven en hábitats muy diversos, pero siempre húmedos, de agua dulce o marina. “El agua es absolutamente indispensable. Sin ella mueren o se enquistan, como sucede, sobre todo, con las especies que viven en suelos” explica el científico. Los quistes representan un estado de vida de reposo en el que pueden permanecer incluso años, hasta que aparece de nuevo el agua y las condiciones adecuadas para recuperar su actividad. Aunque la mayoría de ciliados vive libremente, también existen especies simbiontes, por ejemplo en el tracto digestivo de los rumiantes, como vacas y cabras, y parásitas.

En humanos sólo se conoce una especie, Balantidium¸ pero son parásitos frecuentes de peces y moluscos. Muchos de ellos son excelentes bioindicadores de la calidad del agua y del suelo. De este modo, su estudio puede tener aplicaciones diversas, como en la recuperación de ríos como indicadores de la contaminación orgánica y en la mejora de la productividad en piscifactorías, o en forma de vacuna para controlar las enfermedades provocadas por los ciliados parásitos de peces. Además, son útiles como modelos de ensayo en estudios bioquímicos y de biología molecular.

A la captura de nuevas especies al microscopio

Desde que fueron observados por primera vez en 1674 por el holandés Anton Van Leeuwenhoek, fundador de la protozoología, se han descrito cerca de 10.000 especies de ciliados y, sin embargo, “se estima que el 80 % está aún por describir”, cuenta el investigador. Quintela recibe muestras recogidas por compañeros suyos en lugares tan diversos y, a veces curiosos, como los tejados de la catedral de Colonia, el Ártico, aguas subterráneas de Sudáfrica o sedimentos del desierto de Atacama, en Chile.

La manera tradicional de identificar nuevas especies es mediante la observación al microscopio, “simplemente pones una gota de agua al microscopio y, en ocasiones, encuentras un ciliado que en principio parece diferente a lo descrito. Lo tiñes para revelar aspectos clave de su morfología y a veces te encuentras con la sorpresa de que es una especie nueva, aún no descrita”, explica con entusiasmo el ecólogo. Quintela compagina su trabajo de taxónomo con el uso de nuevas técnicas moleculares, que permiten la secuenciación genética de especies y la comparación de dichos genes con los de otros ciliados.

“La ventaja de la secuenciación es que permite diferenciar entre especies similares morfológicamente, hacer estudios evolutivos y establecer relaciones filogenéticas entre especies y grupos”, detalla el científico. De este modo, gracias a los resultados de la secuenciación, ha podido clasificar recientemente una especie descrita morfológicamente en 1993, Microdiaphanosoma arcuatum, en un nuevo grupo taxonómico. Así como identificar una nueva especie, Tetrahymena aquasubterranea, que había sido imposible de diferenciar morfológicamente de otras especies del mismo grupo.

¡Viva Colonia!

Pablo Quintela es madrileño de nacimiento y gallego de adopción. Llegó a Colonia en enero de 2008 siguiendo los pasos de su novia, también española e investigadora. “Tuve la fortuna de encontrar un grupo en Colonia que me permitía seguir en la línea de trabajo que realizaba con ciliados”, cuenta el biólogo. De Colonia destaca la vitalidad de su gente y lo bien conectada que está con las principales capitales europeas. Le encanta trabajar en microscopía y, a pesar de las dificultades actuales, recortes presupuestarios en el departamento que podrían afectarle, su prioridad es seguir trabajando en su especialización y moverse preferiblemente a otros países europeos o a EE.UU., China o Corea.

Al investigador le encanta la vida en Colonia.
Al investigador le encanta la vida en Colonia.Imagen: picture-alliance/dpa
El trabajo en laboratorio es lo que apasiona a Quintela.
El trabajo en laboratorio es lo que apasiona a Quintela.Imagen: Fotolia