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¿Cómo viven la guerra ucranianos y rusos en Latinoamérica?

9 de marzo de 2022

El conflicto bélico cambió sus vidas. Sienten tristeza y dolor. "Esta decisión no me representa", dice una joven rusa. "Nosotros somos los que morimos", lamenta, en tanto, líder de la comunidad ucraniana.

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Ucranianos en Paraguay.
Ucranianos y sus descendientes en la ciudad paraguaya de Encarnación en manifestación contra la guerra.Imagen: Andrés Ivasiuten/Asociación Ucraniana en Paraguay

Valentina (nombre ficticio) vive en el oeste del Gran Buenos Aires, a más de 13.000 kilómetros de distancia de su Ucrania natal. Desde el ya fatídico 24 de febrero pasado, sus días se cuentan en "días de guerra”.

Sus pensamientos y su corazón están con su gente. Incluso, pasa las noches en vela, y las horas del día que sean necesarias, acompañando al teléfono a su mejor amiga en Kiev, mientras aquella se refugia de los bombardeos, "aterrada, en el baño y tapada con muchas mantas”, según cuenta a DW.

Y Valentina palpita con ella, y con sus familiares, que intentan huir del país asediado. "Mi prima, que vive allá, estaba embarazada, y por lo que está pasando, perdió al bebé: una víctima inocente más”, se lamenta.

Olga Demczuk, ucraniana en Buenos Aires.
Olga Demczuk, ucraniana residente en Buenos Aires, en la marcha contra la guerra en esa ciudad.Imagen: Privat

Olga Demczuk también vive en Argentina, adonde llegó de pequeña junto a sus padres desde su Járkov natal. Hoy, con 55 años, participa activamente de la vida de la colectividad en su tierra de adopción. Da clases de idioma ucraniano, y hasta hace poco, también de danzas típicas.

"Mis sentimientos son muy intensos”, dice a DW. "Me da mucha angustia e impotencia ver que destruyen la ciudad donde nací, el barrio en el que viví”.

"Es totalmente inconcebible que alguien sea capaz de tanta crueldad y destrucción”, agrega.

"Desde que comenzó la invasión a Ucrania, me parece estar sumergida en un mundo más triste, distinto al del resto de las personas”, confía acongojada.

"Tengo familiares allí. Algunos están en refugios, sin salir desde hace días. Otros, en su domicilio, resguardándose en el sótano. Todos los días me pregunto si están vivos”, cuenta.

Similar es el sentir de Andrés Baranski, de 57 años, comerciante y profesor de música, hijo y nieto de ucranianos, nacido en la ciudad paraguaya de Encarnación, donde hoy es el Presidente de la Asociación Ucraniana "Prosvita Cultura”.  

De pocas palabras, la desazón se trasluce en su rostro. "Aquí sentimos dolor y angustia por todo lo que está ocurriendo en Ucrania”, dice a DW. "No nos olvidemos que nuestros abuelos ya emigraron por la misma razón”, indica.

Andrés Baranski, descendiente de ucranianos en Paraguay
Andrés Baranski, presidente de la Asociación Ucraniana "Prosvita Cultura” de Paraguay Imagen: Privat

"Tenemos sobrinos y tíos allá. El sobrino con el que pude conversar me dejó saber que abandonaron su casa y estaban rumbo a Polonia”, cuenta. "Hoy perdí contacto con él. Ruego a Dios poder retomarlo”, comparte compungido.

¿La historia se repite?

"Siento mucho dolor, por las vidas que se pierden, y también mucho enojo hacia el ruso que está invadiendo nuestro territorio”, sostiene, por su parte, Jorge Danylyszyn, de 66 años, residente en Buenos Aires, de padre y madre ucranianos, y Presidente de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita de Argentina, la más antigua de las asociaciones que nuclean a los ucranianos en el país sudamericano, y aquella donde sus padres se conocieron.

"Nuestros mayores, aquellos que vinieron aquí después de la Segunda Guerra Mundial, nos habían contado de las tragedias que les había tocado vivir”, cuenta a DW. "Mis suegros estuvieron en campos de refugiados”, apunta. "Pero creíamos que era un capítulo terminado, algo que no podía suceder nunca más. Y bueno, hoy vemos que no”, lamenta, y se le anuda la garganta.

Jorge Danylyszyn, descendiente de ucranianos en Argentina
Jorge Danylyszyn, presidente de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita de ArgentinaImagen: Privat

"Creo que el mundo, tal vez, cuando Ucrania advertía que había que limitar el avance ruso, no fue escuchada”, analiza. "Y hoy, reacciona toda Europa, todos ponen banderitas de colores, pero el problema es que los que morimos somos nosotros, los ucranianos”, afirma.

La guerra vista por los rusos

Y los rusos, rusas y sus descendientes que viven en Latinoamérica: ¿cómo viven el conflicto? Contactarlos no fue fácil, varios adujeron diferentes razones para excusarse de brindar su testimonio, entre esquivos, temerosos y desconfiados muchos de ellos. Pero otros, sí compartieron sus pareceres.

"Siento dolor por las dos partes del conflicto, que mueren igual por los dos lados”, interpreta Nina Pereligina, de 67 años, nacida en Rusia y residente en Panamá. "Deseo a todos los pueblos del mundo vivir en paz”, dice a DW.

"Los sentimientos son difíciles de explicar”, afirma, en tanto, Silvana Jarmoluk Stroganova, de 57 años, nacida en Crimea, residente en la capital argentina, y Presidenta del Consejo Coordinador de Compatriotas Rusos en Argentina.

También se muestra soprendida: "No pensé que iba a suceder de esta forma, pero pasó”, afirma a este medio. "Me cuesta pensar que no hubiera otra salida”, admite.

Y agrega: "Y me cuesta compartir la decisión que se tomó”. Pero dice, asimismo: "Veo con mucha tristeza a la sociedad hipócrita de todo el mundo, que sale con carteles de 'No a la guerra', como si estuvieran viendo un reality. ¿En dónde estuvo esa opinión pública en estos últimos ocho años donde moría gente?", se pregunta.

A modo de cierre, no duda: "Los rusos y sus descendientes queremos paz”, sostiene.

Silvana Jarmoluk, rusos en Argentina y grupo musical Grenada
Silvana Jarmoluk Stroganova con integrantes del Consejo Coordinador de Organizaciones de Compatriotas Rusos en Argentina, junto al grupo musical Grenada. Imagen: Privat

Más al sur, en la Patagonia argentina, vive Katerina (nombre ficticio), de 33 años, nacida en Moscú, quien también accede a dialogar con DW:

"Siento mucha tristeza, muy profunda, comparable a la pérdida de un ser querido”, se sincera. "Y también siento mucha ansiedad: lo que está pasando nos supera a todos”, afirma la joven profesora de ruso e inglés.

"Sinceramente siento pena por lo que está pasando en Ucrania, no hay justificación a una invasión militar a un país soberano”, analiza.

"Tengo a toda mi familia y a varios amigos allá. Estamos en contacto a diario”, cuenta. "Por lo que hablamos, nadie está a favor de la guerra”, asegura.

"Esta decisión no me representa, y eso me causa vergüenza ajena”, sostiene sin temor, "pero mi identidad no está basada solo en las decisiones de un grupo de políticos, y quiero resistir a este efecto mediático de cancel culture (N.d.l.R.: cultura de la cancelación), que está abarcando desmedidamente a todo lo ruso”, plantea.

A varios miles de kilómetros de distancia, la guerra también deja ver sus consecuencias.

(cp)