1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

Stalin sigue dividiendo a Rusia

8 de mayo de 2010

A 65 años del fin de la II Guerra Mundial, el dictador Josef Stalin sigue dividiendo a la sociedad rusa. ¿Fue un héroe o un criminal? Hace tiempo que la polémica no subía tanto de tono como en las últimas semanas.

https://p.dw.com/p/NJUA
Un afiche de Stalin puesto en Moscú en 2005, a 60 años del fin de la guerra.Imagen: AP

Las discusiones en torno al plan del alcalde moscovita, Yuri Lushkov, de colgar afiches con el retrato de Stalin antecedieron al tradicional Desfile de la Victoria del 9 de mayo en la Plaza Roja de Moscú. Sólo pocos días antes de los festejos, la ciudad anunció que, por miedo al vandalismo, al final no habrá afiches. Los analistas creen que, en realidad, el Kremlin temió recibir negativas de algunos invitados, como de la canciller alemana, Angela Merkel, y por eso hizo valer su autoridad.

Tanto el presidente ruso, Dmitri Medvedev, como el jefe de Gobierno, Vladimir Putin, habían hablado ya de los crímenes estalinistas. "Sin duda, en aquel tiempo nos enfrentamos no sólo con el simple culto a su persona, sino también con crímenes masivos contra su propio pueblo", dijo, por ejemplo, Putin. Sin embargo, en la disputa en torno a los afiches ninguno de los dos hombres más poderosos del país se expresó personalmente al respecto.

"Stalin es el culpable de que nuestro país perdiera un siglo entero de desarrollo", denunció el ministro de Cultura, Alexander Avdeyev, y calificó a Stalin de "genocida". Antes de estas declaraciones, sólo organizaciones de derechos humanos se habían expresado con tanta contundencia. Mientras tanto, en Moscú cada vez se publican más documentos que dan prueba de la crueldad de las órdenes de Stalin.

El diario opositor Novaya Gazeta, así como la emisora de radio Ejo Moskvy, por ejemplo, publicaron una disposición de Stalin según la cual los niños a partir de los 12 años también podían ser ejecutados.

La II Guerra Mundial

"No es a Stalin, sino a toda la población, a quien debemos agradecer la victoria sobre la Alemania nazi", afirmó el presidente del Parlamento, Boris Gryslov, del partido de Putin, Rusia Unida. En términos semejantes se expresó el premio Nobel de la Paz Mijail Gorbachov. El ex presidente acusó a Stalin de graves errores, sobre todo hacia principios de la guerra contra el Reich alemán. A raíz de ellos murieron o cayeron prisioneros cientos de miles de soldados del Ejército Rojo.

Sin embargo las asociaciones de veteranos, aún muy influyentes, le atribuyen a Stalin la victoria en la "gran guerra patriótica". Con banderas rojas, claveles y afiches celebran cada año el cumpleaños y el aniversario de la muerte del dictador. Así, comunistas condecorados besan los retratos de Stalin como si fueran imágenes sagradas.

El culto sobrevive

Ninguna corte condenó nunca a Stalin, no se cansa de repetir el alcalde Lushkov.

El culto sobrevive y las autoridades hace poco para frenarlo, opinan los expertos. El poder del Estado coquetea con el "pasado glorioso", para quitarle así votos a los comunistas, dice el historiador moscovita Alexander Vatlin.

En un libro de texto aprobado por el Ministerio de Educación, Stalin es valorado como un "gestor eficiente", sin embargo, que el dictador ordenó la muerte de cientos de miles es algo que los jóvenes apenas saben. Además, son muy escasos los conocimientos de los estudiantes sobre el terror en los campos de trabajo (Gulag) por él concebidos, las deportaciones y la gran hambruna de 1932/33 que dejó por lo menos seis millones de muertos en toda la Unión Soviética. Hoy en día no existe un lugar conmemorativo nacional para las víctimas del terror soviético. El acceso de periodistas e historiadores a los archivos es siempre difícil.

Muchos rusos desean atoridades que gobiernen con fuerza, sostienen los expertos, de ahí en parte que se mantenga con vida la veneración a Stalin. En 2008, en una encuesta sobre los mayores héroes de la historia rusa, realizada por la televisión estatal, el dictador obtuvo el tercer lugar. (dpa)

Editora: Emilia Rojas