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Sonambulismo en la crisis de coronavirus: ¿quién falló?

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Michael Meyer-Resende
11 de mayo de 2020

La crisis del coronavirus, con sus enormes repercusiones en la economía y la sociedad, podría haberse evitado, opina Michael Meyer-Resende, de la ONG Democracy Reporting International.

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Symbolfoto Vorsichtsmaßnahmen Coronavirus | Spritze und Biogefährdungsschild auf Mundschutz
Imagen: picture-alliance/dpa/Bildagentur-online/Ohde

En 2013, el historiador australiano Christopher Clarkpublicó el libro "Los sonámbulos", en el que planteaba cómo se gestó la Primera Guerra Mundial. Su tesis era que, en 1914, los gobernantes de Europa no tenían idea de que estaban desencadenando una tremenda y prolongada guerra mundial.

¡No queremos ser nunca más sonámbulos! Esa fue la consigna en muchos discursos sobre Europa en los últimos años. ¡No caminaremos como sonámbulos hacia el nacionalismo! ¡No avezaremos como sonámbulos hacia la catástrofe climática! Lo dijo el presidente francés, Emmanuel Macron. Lo dijo la canciller alemana, Angela Merkel. Y también el antiguo presidente de la Comisión de la UE, Jean-Claude Juncker.

Una repetición de 1918

No obstante, Europa ha caminado ahora como sonámbula hacia una pandemia. No se trata de la repetición de la historia de 1914, sino de la de 1918, el año en que apareció la gripe española. La última gran epidemia de Europa. Hacía tiempo que ya la habíamos olvidado.

Europa ha fallado. ¿Es una expresión demasiado dura? ¿No fue sobre todo China la que ocultó el peligro al comienzo? ¿No fueron acaso científicos de la Charité, de Berlín, los primeros en desarrollar, ya en enero, el primer test global para detectar este virus? ¿No están algunos países de Europa abordando el problema mejor que otros?

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Todo eso es correcto. Pero, en marzo, todos los Gobiernos de Europa se vieron ante una disyuntiva escalofriante: o moriría mucha gente y posiblemente colapsarían los sistemas de salud, o se paralizaba en forma rápida y radical gran parte de la actividad pública, con lo cual se perjudicaría seriamente la economía de muchos países. Un Gobierno previsor, jamás debería dejarse arrastrar con los ojos abiertos a una situación tal, en que tenga que tomar una decisión de este tipo.  

La situación era evitable

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Michael Meyer-ResendeImagen: democracy-reporting.org

Entretanto, se puede decir que la situación era evitable, al menos en estas dimensiones. Con mucho menos tiempo de preparación, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong lograron controlar el brote, sin estrangular gran parte de su vida económica.

La COVID-19 fue una emergencia previsible. Pero Europa estaba dormida. Albert Camus describió esa actitud en "La Peste": todos saben que la peste siempre vuelve a brotar en el mudo, pero, de algún modo, nos cuesta creerlo cuando de improviso nos golpea. 

Los Gobiernos de Europa no estaban preparados ni actuaron oportunamente. Pero vivimos en democracia, y los Gobiernos reaccionan en buena medida a aquello que la oposición, los medios, los grupos de interés o las iniciativas ciudadanas tematizan. Nadie se preocupó en el pasado, seriamente, de las pandemias. Ningún político que hubiera abogado por una mejor prevención habría sido recompensado con votos. Todos nosotros fallamos.

Aprender y mejorar

Lo que necesitamos ahora es un análisis sistemático de lo que anduvo mal, en cada país y a nivel de la Unión Europea. Naturalmente, podemos hacer como si la pandemia hubiera caído repentinamente sobre nosotros. Pero así no aprenderemos ni mejoraremos nada.

Seguramente la próxima vez estaremos mejor preparados. Pero ahora existe el peligro de que pasemos los siguientes años librando la batalla actual. Y la próxima amenaza podría ser otra muy diferente. Podría repetirse no 1918, sino 1986 (una catástrofe nuclear) o 2001 (un gran ataque terrorista). O incluso 1914, en forma de un conflicto bélico entre la OTAN y Rusia.

Las crisis suelen provocar dos reacciones contradictorias: por una parte, surge el deseo de que el asunto no sea tan terrible y se pueda retornar pronto a la normalidad. Por otro lado, es el momento de las utopías, que sin embargo por lo general no tienen consecuencias. En la crisis financiera de 2008, se manifestaron muchas intenciones de reorientar el sistema bancario. Poco quedó de ello.

Los mayores riesgos para Europa

Lo que necesitamos, mientras el shock siga surtiendo efecto, es una nueva evaluación de los mayores riesgos para el Viejo Continente. Semejante proceso debe incluir la dimensión social, sin la cual una democracia no puede lograr cambios sostenibles.

El ministro de Relaciones Exteriores chino declaró: "Solo en China, y bajo la conducción del presidente Xi, hay medidas tan efectivas para controlar esta repentina epidemia que se propaga con rapidez". En una democracia, no necesitamos esos contorsionismos propagandísticos. Podemos reconocer que al inicio de la crisis del coronavirus no reaccionamos lo suficiente y que quizá también hayamos fallado. Y podemos aprovechar la oportunidad de hacerlo mejor la próxima vez.

Michael Meyer-Resende(@Meyer_Resende) es gerente de la ONG DemocracyReportingInternational.

(few)

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