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En su instituto se hallan almacenadas cientos de variedades y ella cruza las más usuales con otras más antiguas y de más sabor. También en Austria se intenta mejorar el gusto de la frutilla. La biotecnóloga Gabriele Berg trabaja con microorganismos y ha comprobado la existencia de bacterias que no sólo protegen a la planta sino que también potencian su aroma.