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Religión

Romero: ¿Santo de la teología de la liberación?

12 de octubre de 2018

En una Iglesia fuertemente cuestionada, la canonización del asesinado obispo salvadoreño levanta un modelo de pastor y es también un signo de respaldo a las corrientes más progresistas de la Iglesia latinoamericana.

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Seligsprechungsfeier für Oscar Romero
Imagen: Adveniat

La canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero este domingo 14 de octubre en el Vaticano es una poderosa señal del Papa Francisco sobre el modelo de pastor que quiere para la Iglesia católica. El arzobispo de San Salvador, asesinado a manos de los escuadrones de la muerte del gobierno militar el lunes 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba la misa, murió por lo que predicó.

Expertos y cercanos al mártir reconocen a DW que Romero (1917-1980) fue una figura incómoda para muchos en su país y en la Iglesia, también tras su muerte. El proceso de beatificación, al que se oponían algunos sectores políticos, económicos e incluso eclesiásticos , estuvo largamente trabado, hasta que el argentino Jorge Bergoglio, recién elegido Papa, lo desbloqueó.

Romero siempre fue un pastor comprometido, pero a comienzos de la década del setenta todavía era reticente al involucramiento de la iglesia en asuntos sociales y políticos. "Como obispo diocesano de Santiago de María, como él lo dijo, se topó con la miseria y se le abrieron los ojos a que había una injusticia estructural. También vio una masacre de campesinos por parte de la guardia nacional y creció su conciencia de que tenía que denunciar las injusticias y la represión. También lo marcó el asesinato del primer sacerdote en El Salvador, el padre jesuita Rutilio Grande”, relata el sacerdote alemán Martin Maier sj, biógrafo de Romero.

"Él leía el evangelio desde la situación del país. Hablaba con gran autoridad y era admirado por su credibilidad y la contundencia de su mensaje”, destaca el padre Rodolfo Cardenal sj, director del Centro Monseñor Romero de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador.

"Él denunció a la oligarquía, la idolatría del dinero, la opresión de las estructuras sociales y el régimen militar, y también al terrorismo de la izquierda; y defendió los Derechos Humanos, el sindicalismo, los campesinos y obreros y pidió justicia por los desaparecidos”, destaca Cardenal. Sus prédicas y escritos dieron voz a los sin voz, pero también le crearon enemigos, en medio de un clima de violencia que marcaría el inicio de una cruenta guerra civil.

Santo de la teología de la liberación

Romero fue un obispo incómodo y su relación con la teología de la liberación ha sido motivo de disputa. Acusaciones de que era manipulado por esta corriente y por los jesuitas, y que promovía el marxismo, entorpecieron la causa de su beatificación y posterior canonización. "Ponerlo como modelo era desautorizar a esa generación de obispos de la derecha eclesial, contrarios a la teología de la liberación, al Concilio Vaticano II y a las conferencias de Medellín y Puebla”, dice Cardenal.

Por otra parte, buscando facilitar el proceso, algunos sectores quisieron mostrarlo ajeno a la teología de la liberación, lo que Cardenal considera "completamente falso, es quitarle parte de la fuerza histórica que tuvo”.

"Algunos quieren cambiar la figura de Mons. Romero, intentando eliminar todo lo que tiene de crítico y conflictivo, y no reconocen que es un santo mártir que fue asesinado por defender a los pobres”, indica el teólogo Stefan Silber, profesor de la Universidad Católica de Ciencias Aplicadas de Paderborn.

Si bien en un principio tuvo reservas y criticó la postura de los teólogos jesuitas Jon Sobrino e Ignacio Ellacuría, tras ser nombrado arzobispo los escogió como consejeros. "No fue teólogo de ninguna corriente, porque él era un pastor, pero su pastoral era liberadora, y los principios de la teología de la liberación están en su pastoral. Precisamente por eso lo mataron”, afirma Cardenal.

"La teología de la liberación intenta unir la fe y la justicia en la iglesia. En ese sentido, se puede decir que la canonización de Mons. Romero también puede ser considerada una confirmación de esta teología”, afirma Martin Maier. "Es un espaldarazo a la pastoral y a la Iglesia como él la entiende, que es liberadora, tiene que liberar del pecado, pero también de todas las esclavitudes sociales y estructuras sociales injustas”, agrega Cardenal.

"Mi esperanza es que con esta canonización la teología de la liberación sea más comprendida y aceptada. Ya no pueden decir que eso es marxismo, que no tiene nada que ver con el evangelio, porque tenemos a Mons. Romero como referente, un santo reconocido oficialmente, que a través de sus palabras, su vida y su muerte siempre nos va a hablar de la teología de la liberación”, apunta Silber.

Esperanza en una iglesia en crisis

En una iglesia fuertemente cuestionada, que ha perdido credibilidad y respaldo debido a los casos de abuso sexual, esta canonización pone "un ejemplo de obispo de una iglesia pobre y para los pobres, que se pone al servicio de los demás, en especial de los más necesitados. En ese sentido, el Papa da un clara señal”, dice Martin Maier.

Rodolfo Cardenal observa que "durante el papado de Juan Pablo II, la Iglesia latinoamericana se volvió sobre sí misma. Ya había obispos y sacerdotes mártires, y había temor al conflicto y la represión de los militares. La Iglesia se alejó de las directrices de Puebla, Medellín y del Vaticano II”.

En su opinión, esto se nota en el tipo de obispos que nombró el pontífice: "Dóciles al Vaticano, pero no son líderes ni  pastores natos, como Mons. Romero. En parte, la tragedia de la iglesia en algunos países latinoamericanos y en Estados Unidos es el tipo de obispo que nombraron”.

Romero no se sintió comprendido por un Papa que, teniendo como referente su Polonia natal, vio con suspicacia las denuncias de un obispo al que los sectores de derecha tildaban de comunista. Más tarde Juan Pablo II rezaría en su tumba.

Dicen que la canonización solo viene a confirmar lo que los salvadoreños saben desde siempre: que Romero era un santo que hablaba con la verdad. Hoy es una figura nacional y también internacional y ecuménica. Incluso antes que la Iglesia católica, la anglicana lo reconoció como uno de los santos mártires del siglo XX con una estatua suya en la abadía de Westminster, junto a Martin Luther King.

La canonización es también un acto de justicia, en tanto los autores del asesinato nunca fueron enjuiciados y el crimen quedó impune. Como tantos otros en este país, que tiene una de las tasas de homicidio más alta de Centroamérica. "No hemos solucionado los problemas que preocupaban a Mons. Romero. América Latina es un continente marcado por una profunda injusticia y desigualdad, con una tasa de pobreza todavía muy alta. En ese sentido, sus prédicas siguen siendo actuales. La esperanza es que la canonización contribuya a la reconciliación en la sociedad salvadoreña”, dice Maier.

Victoria Dannemann (ER)

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