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¿Pueden los movimientos sociales desbancar a los partidos?

Luis García Casas
7 de junio de 2021

Según los especialistas consultados por DW, los movimientos sociales pueden generar liderazgos y articular demandas ciudadanas que, si no cristalizan en una formación política, difícilmente puedan prosperar o perdurar.

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La gente espera para votar la Convención Constitucional en un colegio electoral de Santiago de Chile, el pasado 15 de mayo.
La gente espera para votar la Convención Constitucional en un colegio electoral de Santiago de Chile, el pasado 15 de mayo.Imagen: Esteban Felix/AP Photo/picture alliance

En Chile, la mayoría de los elegidos para redactar la nueva Constitución no vienen de la política, sino de movimientos sociales. En El Salvador gobierna un presidente que ganó las elecciones distanciándose de los partidos tradicionales. Hay ejemplos en toda la región. ¿Están en crisis los partidos políticos?

"Cada país tiene sus características", explica Mariana Llanos, investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, el Instituto para estudios Globales y Regionales de Hamburgo, pero "en general podría hablarse de una desconexión de las élites políticas hacia las necesidades de la ciudadanía", que "no se siente escuchada, representada, y, en cambio, muchas veces se siente engañada y traicionada".

Además, añade, "la pandemia agravó esta situación, dejando en evidencia que el Estado no estaba preparado para atender las necesidades de la gente" en salud o educación y "dejó al descubierto la crisis del Estado también". Aunque, advierte, "no me parece que la confianza en la democracia como régimen de gobierno esté en juego (...); sí está muy en juego la confianza en los actores que ocupan los puestos de gobierno".

El caso de Chile

Según la socióloga Carolina Segovia, especialista en medición de la opinión pública, desde que en Chile se empezaron a hacer encuestas, a principios de los noventa, se ha seguido "una tendencia sistemática de la caída de la confianza en las instituciones". Una desconfianza reflejada también en una crónica alta abstención en las elecciones y un descontento que "no encontraba expresión política". Una abstención, por cierto, que también fue muy alta en las elecciones constituyentes. "De hecho, votó bien poca gente, así que hay parte de ese descontento que sigue sin ser movilizado", advierte.

Manifestación contra la violencia hacia las mujeres en Concepción, Chile, en una imagen de archivo.
Manifestación contra la violencia hacia las mujeres en Concepción, Chile, en una imagen de archivo. Imagen: Heiner Heine/imageBROKER/picture alliance

Era además un descontento silencioso que "se entendía como que las cosas estaban bien". La participación en protestas, desde los noventa, también ha sido tradicionalmente baja, con la excepción "del tema educacional". "Pero ahora ya es multifacético, no son ya solo estudiantes, sino distintos grupos que vienen de distintos lugares con distintos tipos de demandas", explica Segovia, doctora en Ciencia Política y profesora de la Universidad Diego Portales.

¿Van a volver las protestas a Chile?

Ella piensa que "la clave es cómo será el proceso de la Convención Constituyente", a la que considera una oportunidad de diálogo que "permita llegar a ciertos acuerdos mínimos que faciliten la convivencia". La nueva Constitución, por sí sola, no va a resolver los problemas, pero sí podría sentar las bases de consenso mínimo para ir solucionándolos. Aunque admite que "es muy temprano todavía para saber qué va a pasar" y que "hay más preguntas que respuestas en realidad en este momento respecto a la situación política en el país".

"En la pandemia el curso de la protesta se ha mantenido bajo, por razones obvias", explica. "Pero conforme la situación sanitaria mejore, es posible que veamos un incremento de la movilización de nuevo y hay que ver cómo se relaciona eso con el proceso constituyente y con todo el proceso electoral que va a comenzar ahora para la elección presidencial, que no es menor", subraya.

¿Se van a extender los estallidos sociales?

A pesar de las similitudes con el estallido social en Colombia, Carolina Segovia no cree que estemos ante un movimiento regional ni que vaya a haber un efecto contagio, aunque hay problemas comunes agravados por la pandemia. El catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Gerona, Salvador Martí i Puig, sin embargo, sí ve esa probabilidad. "La pólvora está ahí, lo que falta es la chispa", dice expresivamente. Y recuerda que el detonante de las protestas en Chile fue una subida en el precio del billete de metro.

Trabajador de una mesa electoral en Chile, ataviado con una máscara de un personaje revolucionario de ficción.
Trabajador de una mesa electoral en Chile, ataviado con una máscara de un personaje revolucionario de ficción.Imagen: Esteban Felix/AP Photo/picture alliance

Asimismo, se atreve a vaticinar: "No me extrañaría que pudiera ser en Perú, en Honduras, en Nicaragua... porque, efectivamente, en América Latina los gobiernos tienen poca capacidad de revertir dinámicas de exclusión". En el caso de Colombia, bastante complicado, admite, tuvo mucho que ver además "una cierta soberbia del gobierno a la hora de reprimir demandas".

"Tengo la sensación que en América latina, después de una década de relativa bonanza -con el boom de las comodities, de 2003 a 2014- llevamos ya unos años de desaceleración económica y, por lo tanto, de incremento de la pobreza, de la informalidad laboral, de la incapacidad de los gobiernos de dar respuestas", un contexto al que se añade la pandemia  y la crisis sanitaria para crear "un caldo de cultivo para los estallidos".

¿Pueden los movimientos sociales llegar a sustituir a los partidos?

"Es difícil pensar que los movimientos van a sustituir a los partidos", afirma Martí, y recuerda que "es diferente votar a candidatos para una constituyente que votar para el Parlamento o para escoger un presidente". "Lo que podría ocurrir es que de los movimientos aparezcan unos liderazgos, y de los liderazgos, luego, se creen plataformas electorales que puedan generar determinadas propuestas más o menos estables, y que tengan un cierto recorrido".

Buchcover ¿Adónde chingados va México?
Martí publicó hace casi diez años un libro con este tan expresivo como poco académico título. La pregunta sigue siendo tan pertinente en el fondo, como aparentemete impertinente en la forma.

Este profesor, que también es docente de la Universitat Oberta de Catalunya, tiene muy presentes casos como el de Podemos, en España, que surgió del movimiento de los Indignados del 15M y está actualmente en un gobierno de coalición. O el del Ayuntamiento de Barcelona, regido desde 2015 por Ada Colau, procedente de la Plataforma Anti Desahucios. Pero los ejemplos que pone son el de López Obrador en México, el MAS en Bolivia o, incluso, el peronismo en Argentina, un movimiento ciudadano que no ha dejado de reinventarse.

¿Qué va a pasar en México?

"Estas elecciones [del 6 de junio] van a ser importantes porque van a enseñar las cartas de hacia dónde va el país", vaticina Martí. "La otra cuestión es que a López Obrador le quedan tres años y la gran incógnita va a ser quién va a sustituirlo, porque es probable que, con otro liderazgo, el mismo Morena, que no tiene tampoco nada de radical, se pueda atenuar y pueda cambiar la dinámica política". Recordemos que México estuvo gobernado durante décadas por un partido revolucionario e institucional, un oxímoron en cualquier otro país.

"Yo no soy afecto a los partidos y también los critico, pero tengo la sensación de que hoy, fuera del mundo del partido, hay más peligros que dentro", resume Martí. Carolina Segovia coincide en que es la forma preferible para que se articulen las demandas ciudadanas.

Y también Mariana Llanos, desde el GIGA: "En ciencia política sabemos que hacen faltan actores colectivos para interpretar, formular y canalizar demandas, la atomización y falta de coordinación no son buenas para resolver los problemas sociales". Y concluye: "Los partidos políticos -y también los movimientos sociales- tienen esa función. Hoy están desprestigiados, pero no existe democracia sin partidos, sin actores colectivos que expresen y representen los intereses sociales".

(cp)