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Latinoamericanos trabajan en calles de Berlín en la pandemia

Camilo Toledo
13 de octubre de 2020

Tras haber perdido sus trabajos o haberse quedado varados a causa de la pandemia, una decena de jóvenes latinoamericanos se ganan la vida ahora haciendo malabarismo o bailando en los semáforos de la capital alemana.

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El chileno Daniel trabaja en un semáforo de Alexanderplatz, en Berlín.
El chileno Daniel trabaja en un semáforo de Alexanderplatz, en Berlín.Imagen: Camilo Toledo Leyva/DW

Una pelota de acrílico y un sombrero negro son las herramientas con las que lucha en Berlín el chileno Daniel frente a la crisis desatada por el nuevo coronavirus. Cuarenta segundos le permite la luz roja de un semáforo de la céntrica Alexanderplatz deslizar la pelota transparente entre sus manos, brazos y cabeza. Unos diez segundos más tiene el malabarista para pasar el sombrero por la ventana de los autos, antes que el telón se cierre con la luz verde.

Como Daniel, hay casi una decena de jóvenes latinoamericanos que se ganan la vida de esa manera en la capital alemana, tras haber perdido sus trabajos o haberse quedado varados a causa de la pandemia. "No me quedó otra alternativa. Tenía que salir a trabajar a la calle para comer”, relata a DW el santiaguino de 36 años, que llegó a Berlín a finales de marzo desde la ciudad de Leipzig.

En Leipzig, a unos 150 kilómetros al sur de Berlín, Daniel vivía desde hace seis años con su novia alemana, a quien conoció en Chile, y se dedicaba también a hacer circo urbano, pero en plazas llenas de gente. Ese público desapareció con la llegada del COVID-19, y después de que terminó su relación, decidió probar suerte en los semáforos de la capital. "Leipzig es una ciudad chica y ya no me permitían trabajar en las plazas, por eso decidí mudarme a Berlín. Se me ocurrió hacer malabares en los semáforos y de ese modo pude conocer también a otros latinoamericanos, de México, Argentina, Colombia o Ecuador, en la misma situación”, cuenta Daniel, que continúa viviendo en un hostal debido a que no ha podido encontrar una habitación permanente.

Daniel hace malabares con una bola de acrílico desde que empezó la pandemia.
Daniel hace malabares con una bola de acrílico desde que empezó la pandemia.Imagen: Camilo Toledo Leyva/DW

Monedas en papel y desinfectantes de regalo

A pesar de que el chileno, que trabajaba como fotógrafo en su país, recibe ayuda social del Estado alemán, esta no le alcanza para cubrir sus gastos y los de su hijo de seis años, que aún vive en Leipzig. En el semáforo trabaja cinco horas diarias cuatro veces por semana. Mientras un lunes logra juntar unos 30 euros en su sombrero, un sábado puede llegar a ganar el doble. El resto de su tiempo lo dedica a practicar nuevos malabares o a pasar tiempo con su hijo.

"La pandemia ha sido dura, pero tuve la obligación de seguir adelante. Cuando todo empezó, yo salía igual a los semáforos para tratar de darle a la gente un poco de normalidad y levantarles el ánimo. Algunos se acercaban y me decían ‘qué haces en la calle, vete a casa, no te expongas' y me daban monedas envueltas en papel, o me regalaban botellas con desinfectante”, recuerda Daniel. Sin olvidar también algunas burlas de los conductores: "Algunos estiran la mano para que les acerque el sombrero, pero no dan nada, o nos suben el vidrio de la ventana en la cara”.

Malabarista cerca de la estación Hallesches Tor, en el barrio de Kreuzberg.
Malabarista cerca de la estación Hallesches Tor, en el barrio de Kreuzberg.Imagen: Camilo Toledo Leyva/DW

Varado, pero "bailando contra el coronavirus”

En América Latina es más común ver artistas callejeros trabajando en los semáforos que en Alemania. Sin embargo, según las normas de tránsito del país, siempre y cuando estas personas no "interrumpan el tráfico” y no "pidan dinero de forma agresiva” pueden hacerlo. Esa es una de las razones por la que el colombiano Ernesto, de 27 años, también se atrevió a pararse en un semáforo cerca a la estación de trenes Hallesches Tor, en el barrio de Kreuzberg, pero, en su caso, para bailar break dance.

Este era el primer viaje a Europa de Ernesto, que en realidad tiene otro nombre y prefiere quedar en el anonimato. Al viejo continente llegó a comienzos de marzo y pensaba quedarse sólo 20 días. Primero visitó a amigos en Madrid, luego siguió hacia París, y su última parada era Berlín, antes de regresar el 26 de marzo a Medellín, donde trabajaba en una pequeña agencia de viajes. Pero el 19 de ese mismo mes su país prohibió el ingreso de vuelos internacionales y de viajeros procedentes del exterior, incluidos colombianos. "Como miles de mis compatriotas, quedé varado en el extranjero y no pude acceder a los vuelos humanitarios que organizó el gobierno”, comenta a DW Ernesto.

Con los pocos ahorros que tenía pudo mantenerse el primer mes en casa de un amigo, pero después que su padre se contagiara, en Colombia, del SARS-CoV-2, se vio obligado a conseguir dinero para enviar a su familia. Hacer teletrabajo desde Alemania para su agencia en Medellín quedó descartado. Su amigo le propuso la idea del break dance, y Ernesto, a quien siempre le gustó el baile, no dudó en aceptar. Ahora hace piruetas y se para de manos a ritmo de hip hop frente a los autos, pero al comienzo también tuvo que limpiar parabrisas. "No me avergüenza lo que hago, porque de lo que gano en la calle puedo enviar dinero a mis padres. Bailando les estoy ayudando a combatir el virus”, dice sonriente Ernesto, mientras cuenta las monedas de su gorra después de una actuación.

También jóvenes europeos recurren al arte callejero para sobrevivir en la pandemia de coronavirus, ya que muchos estudiantes han perdido sus trabajos en la gastronomía.
También jóvenes europeos recurren al arte callejero para sobrevivir en la pandemia de coronavirus, ya que muchos estudiantes han perdido sus trabajos en la gastronomía.Imagen: DW/T. Schauenberg

No poder viajar a pesar de reactivación de vuelos

Para poder quedarse en Alemania, después de los tres meses permitidos por turismo, el colombiano recibió un salvoconducto temporal en la oficina de Extranjería. Pero a pesar de que Colombia empezó, hace unas semanas, la reapertura gradual de sus aeropuertos, como otros países de la región, Ernesto no podrá irse tan rápido de Alemania. "Todavía tengo que juntar el dinero para mi vuelo de regreso. Espero llegar en diciembre para Navidad”, confiesa el colombiano, a quien le gustaría trabajar como mesero en Berlín, pero su poco conocimiento de inglés y alemán no se lo permiten.

En Medellín, Ernesto también tendría que empezar de cero, pues la agencia de viajes donde trabajaba quebró por la pandemia. Una situación similar están atravesando millones de latinoamericanos: según un informe de la Organización del Trabajo (OIT), la pandemia hizo perder alrededor de 34 millones de puestos de trabajo en América Latina y El Caribe. La región más golpeada por el patógeno registra a la fecha más de 10 millones de contagios y alrededor de 370 mil muertes. 

Solidaridad frente a la pandemia

Ernesto es consciente de la difícil situación económica y sanitaria de su país, pero aun así piensa regresar: "Prefiero estar desempleado junto a mi familia que desempleado y solo. Voy a tener que reinventarme allá”, comenta. Al chileno Daniel también le gustaría regresar a su país, pero, en su caso, sólo de visita: "A pesar de que la situación en Chile es más grave que en Alemania, me gustaría ir a ver a mi familia y amigos, así me tenga que quedar confinado un par de semanas después de llegar. Pero tendría que regresar a Alemania por mi hijo”.

La pandemia no empujó solo a jóvenes latinoamericanos a trabajar en medio de los semáforos de Berlín. También cada vez más europeos se dedican a hacer malabares allí, como el español Javier, que lanza al aire mazas de colores mientras camina por una esquina, frente a la del colombiano Ernesto. "Yo vivo desde hace dos años en Berlín y trabajaba de mesero, pero por la pandemia también perdí mi trabajo, así que decidí hacer malabares, y lo estoy disfrutando mucho”, asegura el malagueño de 28 años, que tiene planeado seguir en la capital alemana, porque, después de todo, "la mayoría de berlineses aprecian que hagamos arte en su ciudad”.

 (cp)