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Oportunidades perdidas después de la reunificación alemana

Matthias von Hein
4 de octubre de 2020

La reunificación alemana no solo fue el punto final de la Guerra Fría. También fue el comienzo de una nueva era. Empezó con grandes esperanzas y condujo a una fría paz.

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Berlin Protest gegen Auflösung des INF-Vertrages
Imagen: picture-alliance/dpa/P. Zinken

El pulso de las relaciones internacionales se siente mejor en Alemania en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En los últimos años se han observado dos cosas: políticos de alto rango de Oriente, Lejano Oriente y Occidente continuaron tomando turnos en los podios. Pero parecían escucharse cada vez menos, y mucho menos responderse entre sí. Una cosa es segura: las relaciones de Europa con Estados Unidos son tensas; las de Occidente con Rusia están destrozadas, marcadas por una profunda desconfianza. Y la relación entre EE.UU. y China ya está siendo descrita como una nueva Guerra Fría.

En este sentido, no carece de ironía que el politólogo estadounidense Francis Fukuyama se presentara en la conferencia de seguridad, en febrero de 2020. En 1989, ante los cambios en Europa Central y Oriental, Fukuyama anunció la victoria final de la democracia liberal y, por lo tanto, el "Fin de la historia", como tituló a su muy citada obra. Tres décadas después en Múnich, Fukuyama admite abiertamente que no todas sus predicciones se habían hecho realidad.

Proclamó el "fin de la historia": Francis Fukuyama
Proclamó el "fin de la historia": Francis FukuyamaImagen: picture-alliance/DPR

El hecho de que el mundo se encuentre lejos de un "fin de la historia" ya es evidente a simple vista, teniendo en cuenta los gastos en armamento. Según el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2019 estos gastos aumentaron de manera más pronunciada en todo el mundo que en los últimos diez años. El líder sigue siendo EE. UU., seguido por su nuevo rival geoestratégico, China. Rusia se encuentra lejos, en el cuarto lugar.

Gran optimismo

A la vista de estas cifras, uno no se puede imaginar el "gran sentimiento de optimismo" del que habla el historiador Konrad Jarausch cuando se refiere al fin de la confrontación de los bloques, hace 30 años. "El futuro era moldeable. Y parecía haber grandes oportunidades en una Alemania unida, pero también en los países vecinos", dice el exdirector del Centro de Investigación Histórica Contemporánea de Potsdam a DW. "Y parte de ello se hizo realidad: en la democratización de Europa del Este, en el desarrollo económico."

El mundo estaba lleno de promesas y esperanzas. En noviembre de 1990, 34 Jefes de Estado firmaron la Carta de París en una cumbre especial de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, CSCE. La división de Europa fue declarada solemnemente como concluida.

La OTAN se expande hacia el Este

Poco ha quedado de ese ambiente de partida. Hace cinco años, el entonces Ministro de Relaciones Exteriores alemán Hans-Dietrich Genscher declaró con franqueza: "Parece que algunas personas no quisieron superar la división en absoluto, sino solo un desplazamiento de la línea divisoria desde el centro de Europa hacia el Este.”

Probablemente ninguna decisión política ha perturbado tanto las relaciones con Rusia como la ampliación de la OTAN hacia el este, a partir de finales de los años 90. En la lucha política por las condiciones de la unidad, Kohl y Gorbachov habían acordado expresamente que, en caso de reunificación, Alemania podría seguir siendo miembro de la OTAN como país soberano, pero sin estacionar tropas de la OTAN en el territorio de la RDA. El entonces consejero del canciller, Horst Teltschik, recuerda que en ningún momento se habló entre Gorbachov y Kohl sobre una posible expansión hacia el este, porque "en el verano de 1990, nadie pensó que tres cuartos de año después el Pacto de Varsovia se disolvería, y un año y medio después incluso la Unión Soviética".

El dragón despierta

Tal vez Occidente, tal vez los EE.UU., se habían vuelto arrogantes debido a la impresión exultante de haber ganado la carrera del orden mundial. "Durante cierto tiempo, alrededor del año 2000, EE.UU. era la única superpotencia que quedaba", explica el historiador Jarausch. "Los rusos luchaban con sus propias dificultades, y el comunismo parecía superado". Pero nadie contaba con la modernización de la versión asiática del comunismo, dice Jarausch con respecto a China.

La era de Xi Jinping: represión en el interior, agresión hacia el exterior.
La era de Xi Jinping: represión en el interior, agresión hacia el exterior.Imagen: picture-alliance/Xinhua/Wang Ye

Durante mucho tiempo, el país asiático fue visto principalmente como un enorme mercado. Muchas empresas occidentales, especialmente las alemanas, se han beneficiado de la recuperación económica de China en los últimos 30 años. Se pensó que, una vez que las clases medias se desarrollaran en China, un día exigirían y obtendrían el Estado de derecho y la democracia.

Pero eso no sucedió. Desde que Xi Jinping se convirtió en jefe de Estado y de partido, China se ha inclinado masivamente hacia la represión en el país, y ha actuado mucho más agresivamente en el exterior. Las palabras clave son Xinjiang o Hong Kong, el Mar de la China Meridional o Taiwán. El politólogo berlinés Eberhard Sandschneider analiza: "Si un país con 1.400 millones de personas, durante 38 años, crece económicamente a tasas en promedio de dos cifras, entonces, en algún momento este país podrá traducir sus resultados económicos en influencia política y, en última instancia, en influencia militar".

Por cierto: cuando Francis Fukuyama estuvo en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero de este año, presentó la idea de que solo China era una posible alternativa a la democracia liberal. Pero, el politólogo estadounidense señaló que "a la gente no le gusta vivir en estados autoritarios". Si China dentro de 20 años fuera realmente más rica que EE. UU., y aún estable, entonces, dice Fukuyama, "admitiría que me equivoqué".

(gg/cp)