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Opinión: Trump trampea un fuera de juego

Rolf Wenkel
12 de enero de 2017

El futuro presidente de EE.UU. repitió durante su rueda de prensa algunas de sus amenazas y promesas, pero no por ello estas se vuelven más verdad o más plausibles, opina Rolf Wenkel.

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USA Donald Trump Pressekonferenz in New York City
Imagen: Getty Images/AFP/D. Emmert

El presidente electo de Estados Unidos dio otra vez durante su primera rueda de prensa señales de cómo será su futura política comercial. Trump quiere más barreras comerciales, cuestiona el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) y quiere poner aranceles punitivos sobre productos mexicanos. Además, desea erigir lo antes posible un muro entre Estados Unidos y México, costeado por los mexicanos.

Previamente amenazó a la industria del automóvil con altos aranceles de importación si continúa fabricando autos para el mercado estadounidense en el extranjero, especialmente en México. El miércoles (11.01.2016) extendió su amenaza sobre todas las  áreas y compañías, sobre todo a las farmacéuticas. Su argumento es que las importaciones perjudican a Estados Unidos porque suponen una pérdida de puestos de trabajo. 

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Rolf Wenkel, de la redacción de Economía de Deutsche Welle

¿Dirigir un país como si fuera una empresa?

Por esa razón, Trump deja claro siempre que puede que quiere regir Estados Unidos como si fuera una empresa y compara el balance comercial del país con el de una compañía. Si es negativo, es que el Gobierno lo hace mal. Si es positivo, es que se generan beneficios. "Perdemos sumas ingentes de dinero. Las estadísticas hablan de 800 mil millones de dólares por año comercial”, dijo una vez al New York Times durante la campaña electoral.

Su idea de la economía recuerda fatalmente al mercantilismo de los Estados absolutistas en la época del capitalismo temprano, que tuvo su auge entre los siglos XVI y XVIII. El ideal del mercantilismo era la expansión del poder político y militar del país mediante el fomento de las fuerzas locales de trabajo y la obtención de beneficios mediante el comercio exterior de los excedentes. Los Gobiernos absolutistas apoyaban estos objetivos estimulando la exportación y poniendo altos aranceles a la importación. Rolf Langhammer, antiguo presidente del Instituto para la Economía Mundial, con sede en Kiel, opina que "con Trump se ha impuesto, por desgracia, una perspectiva muy mercantilista, según la cual, las importaciones son perjudiciales porque implican la pérdida de puestos de trabajo”.

Exportaciones buenas, importaciones malas

Se trata de una visión ingenua y populista, que pronto podría pasar factura. Expertos de Morgan Stanley anticipan, sin embargo, que la introducción de aranceles entre el 20 y el 25 por ciento sobre productos procedentes de México podría dar un impulso a la economía durante el primer año. Pero, tras la euforia, vendría el parón. A largo plazo, se hundiría el crecimiento económico de Estados Unidos. Los exportadores estadounidenses ganarán menos debido a los costes de producción más elevados, se limitarían las inversiones y aumentarían los precios para el consumidor. 

"Solo cabe esperar que Trump tenga consejeros tan inteligentes que lo hagan desistir de sus ideas”, dice Rolf Langhammer. Esos consejeros también podrían hacer ver a Trump que en las pasadas décadas el 80 por ciento del empleo estadounidense en el sector industrial no se ha perdió debido a la globalización, el libre comercio y los mercados abiertos, sino por el aumento de la productividad, la racionalización y la automatización. Y estos empleos no vuelven gracias a una campaña con lema "compren productos americanos”.

Como el barón de Münchhausen 

Donald Trump ha prometido a todo aquel que quiera oírle que transformará un caballo de tiro en uno de carreras. Desea poner en marcha un programa de infraestructura y coyuntura de un billón de dólares, y quiere ser "el mayor creador de empleo que Dios haya creado”. Además, quiere bajar los impuestos y, al mismo tiempo, reducir la deuda fiscal.

Básicamente, los mercados financieros saben que estos planes son más o menos tan realistas como la afirmación de Münchhausen, el barón alemán de las mentiras, de que logró salvarse de morir ahogado en el pantano tirando de su propio pelo. Pero los mercados estadounidenses aún no quieren reconocerlo. Sin embargo, en algún momento se verá que estamos ante un charlatán cualquiera. Algunos dirán que "se está produciendo una corrección en los mercados”, pero otros señalarán  clara y directamente: "La burbuja Trump ha estallado”.