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A Europa debería preocuparle el bloqueo del “Freedom Act” en EE.UU.

Michael Knigge (ERC/ER)19 de noviembre de 2014

La reforma de las prácticas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense fue frenada por el Senado en Washington. Eso le debería preocupar también a Europa, opina Michael Knigge.

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Imagen: picture-alliance/dpa

El “Freedom Act”, el proyecto de ley que buscaba reformar las prácticas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense, no era perfecto. Civiles de talante libertario y defensores de la privacidad de los datos personales ya habían denunciado hace meses que la moción original había sido suavizada en la Cámara de Representantes de Estados Unidos para evitar que las actividades de vigilancia de la NSA fueran sometidas a controles demasiado severos.

Sin embargo, estaba claro desde el principio que esa propuesta debía ser enmendada para por lo menos tener la posibilidad remota de ser aprobada por la cámara baja del Congreso estadounidense, que está en las manos de los republicanos. El proyecto de ley que los miembros de ese gremio apoyaron en mayo era mucho más débil que aquel al que los defensores de derechos civiles habrían aspirado, pero, como bien lo dijeron los activistas de la Fundación Fronteras Electrónicas (EFF, por sus siglas en inglés), ese habría sido el primer recurso jurídico dirigio a limitar las prácticas de espionaje de la NSA en treinta años.

Michael Knigge.
Michael Knigge.Imagen: DW/P. Henriksen

Recolección masiva de datos

El “Freedom Act” habría puesto fin a la controvertida recolección masiva de datos personales a partir de la vigilancia de llamadas telefónicas. Esa moción habría permitido también nombrar a un abogado público para que velara por los intereses de la ciudadanía en materia de privacidad de datos ante el Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISC, sus siglas en inglés). Además, de haber pasado, la ley habría incrementado la transparencia en torno a las solicitudes de información que la NSA hace a las empresas tecnológicas.

Aunque muchos defensores de la privacidad de los datos personales se sintieron desilusionados al leer el borrador final del proyecto de ley, éste fue respaldado por Google, Facebook y otros gigantes de Internet con sede en Estados Unidos. Periódicos como The New York Times y The Washintgon Post, entre otros medios de renombre, también apoyaron el “Freedom Act” en su versión más inofensiva.

Y está bien que lo hayan hecho porque, por debilitada que estuviera, la versión final de esa moción –promovida por miembros de ambos partidos– habría constituido el primer esfuerzo exitoso para controlar las riendas de esa poderosa instancia que es la NSA. Más importante aún: esa iniciativa habría tenido un peso simbólico considerable. Aprobar el “Freedom Act” habría demostrado que los legisladores estadounidenses realmente son capaces de responder apropiadamente a los excesos de la NSA, dejados en evidencia hace un año y medio por las filtraciones de Edward Snowden.

Incapacidad de reformar

Desafortunadamente, el hecho de que el Senado haya impedido la entrada en vigor de esa ley ha dejado de manifiesto la incapacidad de los congresistas estadounidenses para emprender acciones significativas con miras a proteger a los ciudadanos de la vigilancia estatal. Y es poco probable que esta situación cambie en el futuro cercano. Cuando las revelaciones de Snowden y el escándalo consecuente estaban frescos, el poder en el Congreso todavía estaba repartido; si ese Congreso no supo aprobar una ley tan modesta para proteger las libertades civiles, ¿por qué habría de hacerlo el nuevo Congreso, donde el poder está por completo en manos de los republicanos?

Este es un problema, no solamente para los estadounidenses, sino también para los europeos que esperaban y públicamente hicieron presión para reducir las potestades de la NSA. Está claro que el “Freedom Act” sólo buscaba restringir la recolección de datos personales en territorio estadounidense. Pero si hubiera sido aprobada, esa ley habría sembrado la esperanza de que, en otro momento, el Congreso estadounidense se pronunciaría sobre las preocupaciones de los europeos, primero, y del resto del mundo, después.

Ahora, el mensaje de Washington a Europa es uno muy diferente: el Congreso no limitará la vigilancia estatal de los ciudadanos estadounidenses, así que no esperen que restrinja el espionaje de los europeos. Europa debe tomar nota de esto.