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Opinión: Deniz Yücel, ¡por fin libre!

Jens Thurau
16 de febrero de 2018

La puesta en libertad de Deniz Yücel es un triunfo de la perseverancia diplomática. Y demuestra, en opinión de Jens Thurau, que el autócrata de Turquía no es tan omnipotente como se pensaba.

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Istanbul Deniz Yücel in Freiheit
Imagen: Getty Images/AFP/Y. Akgul

En los últimos días hubo varios indicios: se hablaba de una frenética actividad diplomática entre Ankara y Berlín, de numerosas conversaciones directas, por ejemplo entre el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Sigmar Gabriel, y su homólogo turco, Mevlüt Cavosoglu, y, como se acaba de saber, incluso con el presidente Recep Tayyip Erdogan. El primer ministro turco, Binali Yildirim, estuvo apenas ayer en Berlín, se reunió con la canciller Angela Merkel y dijo en una entrevista con la TV alemana que deseaba la liberación de Deniz Yücel. Una frase que en realidad lo deja a uno sin palabras, porque fue el Gobierno turco el que mandó apresar hace cerca de un año, arbitrariamente, al corresponsal alemán, y lo mantuvo encarcelado desde entonces sin presentar cargos en su contra.

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Pero, por ahora, prevalece naturalmente la alegría. Deniz Yücel, por quien intercedieron durante un año miles de colegas, amigos y familiares en Turquía y en Alemania, pudo abandonar la prisión. La fiscalía pide para él 18 años de cárcel, pero el hecho de que el tribunal haya dejado al reportero en libertad dice otra cosa. ¡Ojalá!

Turquía se excedió

Jens Thurau.
Jens Thurau.

La razón no radica probablemente en que el presidente Erdogan haya recapacitado y se proponga respetar en el futuro los derechos humanos. Y de seguro no se trata de un triunfo del Estado de Derecho: la liberación de Yücel es un acto político, como lo fue su detención hace un año. El motivo es más bien que Turquía comprendió que desató muchos conflictos en los pasados 12 meses: con Alemania, debido a las detenciones de ciudadanos germanos y las absurdas alusiones del presidente turco a los nazis; con muchos otros países europeos, debido a problemas similares; y, con Estados Unidos, debido a los ataques contra los kurdos en Siria.

El encarcelamiento de Deniz Yücel, bajo acusaciones de respaldar a terroristas, constituyó el mayor lastre en las relaciones germano-turcas. Ahora parece haberse removido. Pero se debe recordar que todavía hay en Turquía varios ciudadanos alemanes tras las rejas, en su mayoría bajo acusaciones poco convincentes.

Erdogan no es omnipotente

Lo principal, aparte de la liberación del inocente Deniz Yücel, es quizá la evidencia de que el poder del errático autócrata de Ankara sí tiene límites, por lo menos en lo tocante al exterior. Por eso, sería importante que el Gobierno alemán no volviera simplemente a la agenda habitual en sus relaciones con Ankara. Desde el fracasado golpe de Estado contra Erdogan, a mediados de 2016, casi todo ha cambiado: la situación de los derechos humanos en Turquía es más que precaria y no solo por esa causa está casi descartada una adhesión turca a la Unión Europea. Por esta razón, Berlín debe ser muy cauteloso, sobre todo en lo que respecta a negocios de armamento con este socio de la OTAN. Se cuenta entre los aspectos más bien turbios de los esfuerzos diplomáticos por conseguir la libertad de Yücel, que Sigmar Gabriel, al menos por un momento, haya tratado de vincularla con potenciales ventas de armas.

¿La última oportunidad de Gabriel?

No obstante, la liberación del periodista es también un triunfo de la diplomacia del Ministerio de Relaciones Exteriores. Y de su jefe, Sigmar Gabriel, a quien ya nadie parece querer mucho dentro de su partido, la socialdemocracia (SPD), por lo cual no se le asignaban muchas probabilidades de seguir al timón de la diplomacia alemana en el próximo gobierno de coalición. Hasta ahora, por lo menos. Porque, con el mérito de haber contribuido a la liberación de Yücel, aumentan naturalmente sus posibilidades.