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Opinión: ¿Se está acabando la suerte de Putin en Libia?

19 de enero de 2020

El intento del presidente ruso de mediar en un alto el fuego en Libia fue un fracaso. Ahora podrá usar la cita de Berlín para compartir la responsabilidad internacional de poner fin a la guerra, afirma Konstantin Eggert.

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Kombibild - Putin, Khalifa Haftar, Fajis al-Sarradsch
Los dos protagonistas principales de la crisis en Libia, Fayez al Sarraj (der.) -jefe del Gobierno de Unidad Nacional (GNA), reconocido por la ONU- y Jalifa Haftar (izq.) -el cabecilla militar del Este del país- están presentes en Berlín. Pero no se sentarán en la misma mesa.

No es exagerado decir que Moscú se molestó por la decisión de la canciller alemana Angela Merkel de invitar a Mike Pompeo a la conferencia de este domingo (19.01.2020) sobre Libia en Berlín. El secretario de Estado estadounidense sin duda restará protagonismo al que el presidente ruso Vladimir Putin pensaba tener.

Pero en medio de una completa reorganización de gobierno y una revisión de la constitución rusa, la política interna está centrando sin duda sus prioridades. Incluso decidió recortar la duración de su próxima visita a Israel, a finales de este mes, de tres días a uno, a pesar de la importancia que Putin atribuye a su relación con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

¿Por qué Haftar ofendió a Putin?

Cuando Putin y Merkel anunciaron por primera vez la conferencia de Libia, el Kremlin pensó claramente que las conversaciones en Moscú del 14 de enero, con la mediación de Rusia y Turquía, serían un paseo y, lo que es más importante, no distraerían a Putin de su agenda interna.

Sin embargo, el general Jalifa Haftar, comandante del llamado Ejército Popular de Libia, que disfruta del respaldo de Rusia, sin duda pensó lo contrario. Se retiró de las conversaciones sin firmar el acuerdo de alto el fuego propuesto e inmediatamente esbozó su posición a sus anfitriones, agregando la ofensa pública al agravio. Esto hizo que Putin y su ministro de Relaciones Exteriores, Sergéi Lavrov, parecieran débiles y desorientados, especialmente en comparación con Turquía, que apoya al Gobierno de Acuerdo Nacional reconocido por la ONU en Trípoli, encabezado por el primer ministro Fayez al Sarraj. Esta parte sí que firmó el acuerdo propuesto.

von Eggert Konstantin Kommentarbild App
Konstantin Eggert, periodista ruso.

La humillación para Moscú fue mayor si cabe por el hecho de que supuestamente envió a varios cientos de mercenarios del Grupo Wagner, una compañía paramilitar privada, para luchar y entrenar a las fuerzas de Haftar.

Los representantes de Haftar luego explicaron que no se firmó el alto el fuego porque el gobierno de Sarraj no ofreció un calendario claro para el desarme de algunos de sus grupos paramilitares. Parece una excusa. El hecho es que, además de Rusia, el general cuenta con el apoyo de Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Una fuente fiable de Moscú dice que probablemente fueron los egipcios quienes persuadieron a Haftar de retirarse y continuar sus intentos de derrotar al gobierno de Trípoli.

El Kremlin: la vista puesta en una base libia y el petróleo

¿Por qué exactamente el Kremlin está gastando tanto tiempo y energía y desgastando su reputación en la guerra civil libia?

En primer lugar, para Putin, la "pacificación" de Libia es una forma de compensación por la decisión del presidente Dmitri Medvedev en 2011 de no interrumpir la operación occidental allí, lo que condujo al derrocamiento y muerte del líder libio Moammar Gadhafi y a una amarga guerra civil. El Kremlin ahora cree que la interferencia en Libia apuntalará aún más el prestigio de Rusia tras su éxito en el rescate del régimen de Bashar al Assad en Siria.

En segundo lugar, Putin espera que la participación rusa eventualmente pueda dar frutos en forma de una base (o bases) aérea y naval en la costa libia. Además de suponer una espina clavada para los estadounidenses (que siempre es una prioridad para el régimen ruso), un proyecto de construcción de este tipo garantizaría durante los próximos años grandes contratos estatales para muchas personas importantes en Moscú.

En tercer y último lugar, las empresas estatales rusas de petróleo y gas, así como algunas empresas privadas, monitoreadas de cerca por el Kremlin, operaron en Libia bajo el régimen de Gadhafi y esperan regresar al país cuando termine la guerra.

Es por eso que Moscú ha comenzado a comprometerse de manera más proactiva con el gobierno de Sarraj. Quiere estar en buenos términos con ambas partes en caso de que la guerra no tenga un resultado concluyente. Es muy plausible que este extremo enfurezca adicionalmente a Haftar, cuyo financiamiento principal proviene de saudíes y emiratíes, quienes a su vez decidieron distanciarse de la influencia rusa o, al menos, mostrar deliberadamente más independencia.

En ese contexto, puede que no sea una mala idea que Putin se aleje del centro de atención en Berlín e intente difundir la responsabilidad de la resolución de una crisis de 9 años más ampliamente. Incluso aunque esto signifique tener a Estados Unidos sentados a la mesa.

(lgc/few)

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