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Opinión: Se avecinan tiempos difíciles para la Unión Europea

Seda Serdar 24 de abril de 2016

Angela Merkel y los representantes europeos alabaron mucho a Turquía durante su visita. El tema de los derechos humanos apenas se tocó. Seda Serdar opina que Europa tratará de que no haya polémicas con aquel país.

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Türkei Timmermans, Merkel, Tusk und Davutoglu in Gaziantep
Imagen: picture alliance/dpa/S. Kugler/Bundesregierung

El primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, y sus invitados europeos, entre ellos la canciller alemana, Angela Merkel, escenificaron un gran espectáculo en la ciudad de Gaziantep. Todo estuvo planeado a la perfección durante la visita: desde la llegada al campo de refugiados de Nizip, con francotiradores apostados sobre los tejados, hasta los carteles que mostraban a la canciller y su eslogan “solidaridad con los refugiados”.

Durante la rueda de prensa, Davutoglu destacó que Turquía es parte de la familia europea. Pertenecer al club europeo ha sido durante décadas para Turquía un sueño que nunca se ha materializado. Pero, gracias a los refugiados de la vecina Siria, el país se ha acercado un paso más a hacer realidad ese sueño. Al menos ya ha metido un pie por la puerta de entrada.

Ciertamente, Turquía se enorgullece de ser el mejor ejemplo en todo el mundo de cómo tratar a los refugiados. Las alabanzas que Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, dedicó ayer a Turquía, son bien merecidas, al menos en lo que se refiere a los campos de refugiados. También es un hecho que Turquía abrió sus fronteras a los sirios que huían del régimen de Assad. Ese fue un gesto humano que no hizo ningún otro país.

Ahora, cinco años después, la mayoría de los refugiados lucha por su supervivencia fuera de los campos y sus perspectivas no son de color de rosa. Su deseo de volver a Siria algún día parece estar lejos de cumplirse, si tenemos en cuenta lo que actualmente ocurre en aquel país. La cuestión que se suscita ahora es cómo Turquía integrará a los 3,1 millones de personas que han venido para quedarse y cuánto realmente está dispuesta Europa a ayudar en esa tarea.

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Seda Serdar, de la redacción de DW.

Confianza mutua

La visita de Angela Merkel, Donald Tusk y Frans Timmermann demostró, sobre todo, que la Unión Europea está dispuesta a hacer casi cualquier cosa para mantener a los refugiados en Turquía. Hay dos pruebas que lo demuestran. En primer lugar, todos los líderes, entre ellos la canciller Mekel, fueron muy cuidadosos para no ahondar en ningún tema delicado, como la libertad de expresión y las violaciones a los derechos humanos en Turquía.

La segunda prueba vino de mano del vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans. En el pasado, a Europa parecía importarle mucho canalizar los fondos para los refugiados por medio de organizaciones internacionales. Pero, durante este visita, Timmermans dijo que la Unión Europea podría pensar en firmar contratos directamente con el Gobierno turco. Esto puede ser leído como otra victoria para Ankara. Si finalmente llegara a concretarse, ¿auditará la Unión Europea las cuentas o dependerá de la confianza mutua?

Evitar la polémica

La confianza en muy frágil entre la Unión Europea y Turquía. Las dos partes pasan de una crisis a otra, a pesar de que hablan entre ellas con más frecuencia y de que ambas dejaron claro que estaban dispuestas a atenerse a los planes relativos a la exención de visados para los turcos que ingresan a Europa en el futuro. Davutoglu recalcó que esto va de la mano del acuerdo de readmisión. En otras palabras, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) hará todo lo posible para no decepcionar a sus socios. Esto significa que se avecinan días difíciles para Europa.

Parece que la Unión Europea se apegará a su política de “mínima controversia” hacia Turquía. Temas que en Europa importan mucho, como el respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión, serán analizados caso a caso. Así lo hizo Tusk durante la visita, cuando Davutoglu se mostró firme respecto al "caso Böhmermann". El presidente del Consejo Europeo advirtió de que "la línea entre la crítica, la difamación y el insulto es muy delgada”, y agregó que “si los políticos tratan de decidir sobre esos límites, podría suponer el fin de la libertad de expresión". "Espero que en el futuro los derechos humanos no sea nuestro tema principal”, concluyó Tusk.

articleformCMAId">19211655:Para aprender: aquí puede usted leer la versión original de este artículo en alemán.