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Olaf Scholz en África: misión de estabilización cumplida

Claus Stäcker
25 de mayo de 2022

Alemania no se ha vuelto más importante para África; pero África sí para Alemania, opina Claus Stäcker. En Senegal, Níger y Sudáfrica, la gestión anterior de Angela Merkel allanó el camino del actual canciller alemán.

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Südafrika Besuch des Bundeskanzlers Olaf Scholz
Imagen: Michael Kappeler/dpa/picture alliance

En África, Angela Merkel sigue siendo una figura muy importante. En Niamey, la capital de Níger, incluso una escuela primaria lleva su nombre. Su popularidad se debe, sobre todo, a su política de apertura de cara a la inmigración de 2015. Desde entonces, ella —y con ella, Alemania— es considerada el rostro moral de Europa. El hecho de que los destinos de viaje de Merkel en África fueran más tarde dictados por rutas de huida y problemas de seguridad no dañó su imagen.

El itinerario de viaje de Scholz estaba bien calculado. Senegal, porque es la sede de la Unión Africana, y representa una voz confiable y de peso en la región. Níger, porque siempre ha estado fielmente al lado de Alemania y funciona como amortiguador que, se supone, salvará la complicada situación en Mali. Sudáfrica, como factor económico, aliado estratégico en el G20, y sede principal de empresas alemanas en África.

Los anfitriones notaron con beneplácito que Scholz, al contrario de Merkel, no viajó a África luego de dos años en el poder, sino tras pocos meses, y en medio de una crisis global. Ni China ni Sudamérica, y ni siquiera Ucrania, fueron objetivos privilegiados de viaje del canciller alemán, sino África.

Escuchar a África y encontrar el tono justo

También en África, naturalmente, se conocen las graves necesidades de Alemania. Y ese continente goza del repentino interés de Berlín en las rutas de sus gasoductos, en las reservas de gas y en los puertos de aguas profundas para el hidrógeno verde. De ese modo, surgieron conversaciones "de igual a igual", lo que ha sido tema desde hace años en cada encuentro bilateral.

La delegación de Scholz dijo que quería escuchar atentamente. Y sí, escuchó muchos deseos: misiones militares y de entrenamiento aquí, plantas de energía solar y transferencia de tecnología allá, solidaridad con las consecuencias de la pandemia de coronavirus y de la guerra, un papel más fuerte de Alemania en África Occidental,más participación africana en el G20.

Claus Stäcker, director de los Programas para África de DW.
Claus Stäcker, director de los Programas para África de DW.

En vista de la competencia con China, Rusia, India y muchos otros actores, Alemania no se ha vuelto más importante para África; pero África sí se volvió importante para Alemania, como socio a nivel energético, como amortiguador para la seguridad, como mercado futuro.

Visto así, los compromisos de Scholz con los deseos africanos permanecieron bastante vagos. Su referencia a la democracia y al Estado de derecho puede haber pasado inadvertida. Quedó abierta la cuestión de si Alemania desarrollará una política independiente para África Occidental y el Sahel, tras la retirada de Francia. Y la invitación del canciller alemán a Senegal y Sudáfrica a la cumbre del G7, en Elmau, es solo un bello gesto, también hecho hacia la India, Indonesia y Argentina.

Nuevas oportunidades en las relaciones con África

Por tanto, Scholz no vuela de regreso a casa con una gran cantidad de novedades. La relación con el continente vecino se ha visto expuesta a nuevas tensiones debido a la guerra en Ucrania, pero también ofrece nuevas oportunidades.

En un mundo posiblemente bipolar, los africanos no son automáticamente aliados. En un mundo multilateral, si se toma en serio a cada país, las cosas pueden ser muy diferentes. Los proyectos conjuntos, en cualquier caso, ayudan mucho.

El canciller, sin duda, ha dado con el tono correcto para una asociación. Tal vez su encanto recatado y un poco áspero, típicamente hanseático, no se conquistó inmediatamente todos los corazones. Y tampoco se anunciaron, al menos hasta el final del viaje, planes para escuelas con el nombre de Olaf Scholz. Pero, a mediano plazo, la sobriedad del canciller definitivamente puede ser una ventaja en un mundo fuera de quicio.

(cp/rml)