Menos que un pestañeo
Un pestañeo humano dura aproximadamente 0,1 segundos: una eternidad para el cronometraje olímpico. Milésimas de segundo deciden hoy sobre la victoria o la derrota. La evolución del cronometraje en los Juegos Olímpicos.
Tiempos estimados
En los primeros Juegos Olímpicos modernos, celebrados en 1896, los tiempos fueron medidos a mano. Ante miles de espectadores en el Estadio Panathinaiko, la carrera de los 100 metros fue ganada, según el árbitro, por el estadounidense Thomas Burke, en un tiempo de 12,0 segundos, aproximadamente. Los tiempos de los corredores que llegaban detrás del ganador eran estimados.
30 relojes para 116 competiciones
En 1932, los organizadores de los Juegos Olímpicos confiaron la medición de los tiempos por primera vez a una empresa privada: el fabricante de relojes Omega, de Suiza. Con 30 cronómetros especiales, los cronometristas midieron los mejores tiempos en 116 competiciones, entre ellos 17 récords mundiales. Los cronómetros logran medir ya entonces décimas de segundo.
Nace el “foto finish”
En los Juegos Olímpicos de 1948 se estrena el “foto finish”: el aparato, llamado adecuadamente “Ojo mágico”, es desarrollado por una empresa británica y comienza a usarse de inmediato: en la final de 100 metros, el cronómetro mide el mismo tiempo para Harrison Dillard y Barney Ewell (ambos de EE. UU.): 10,3 segundos. En la foto se ve que Dillard cruzó a la meta un poco antes que Ewell.
La cinta blanca
En los Juegos de Verano de Helsinki 1952 se sigue confiando en una técnica sencilla, pero probada: la cinta blanca. Quien la toca primero, gana. Suena fácil. Pero en caso de decisiones reñidas, no siempre es unívoca. En los 1.500 metros, el ganador es, sin embargo, claramente Bob McMillen (EE. UU.).
Se deja de confiar en el ojo humano
Escándalo en Roma: en la final de natación de 100 metros estilo libre de los Juegos Olímpicos de 1960, dos nadadores llegan prácticamente en forma simultánea a la meta: John Devitt (Australia) y Lance Larson (EE. UU.). Los árbitros no pueden ponerse de acuerdo sobre quién ganó. Ello lleva al desarrollo de los paneles táctiles debajo del agua, que miden el tiempo automáticamente.
La milésima de segundo decisiva
La milésima de segundo decisiva Jürgen Hingsen apuesta todo a una carta en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988… y pierde. Debido que aún no se ha recuperado del todo de una lesión, el alemán, que compite en decatlón, lo arriesga todo en la carrera de 100 metros, pero acumula tres salidas fallidas. “¡En la última salí una milésima de segundo demasiado temprano!”, dice.
Señales acústicas
Hoy, la regla de salida fallida es mucho más estricta. Pero también mejoraron las ayudas técnicas. Detrás de cada taco de salida se halla un pequeño altoparlante. Ello asegura las mismas posibilidades a todos, ya que las ondas sonoras llegan a los oídos de los atletas simultáneamente.
La sensación correcta
Un “foto finish” en una competencia de triatlón: toda una rareza. En Hyde Park, Londres, la victoria por muy escaso margen de Nicola Spirig (Suiza) sobre Lisa Norden (Suecia) demuestra que una medición exacta de los tiempos es necesaria en todas las disciplinas… y que los atletas por lo general saben quién ganó, también sin recurrir a la tecnología.
Control total
Desde todos los ángulos: hoy, en los Juegos Olímpicos se emplean cámaras de alta resolución que toman 10.000 imágenes por segundo. Las imágenes de la cámara de llegada pueden contrastarse con fotos tomadas desde otras perspectivas. La medición del tiempo se realiza en forma electrónica, relojes tradicionales ya no se usan.