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Mallorca en pandemia: isla en la trampa del turismo de masas

Stefanie Müller
15 de febrero de 2021

La pandemia está empobreciendo a la población mallorquina, aunque más a los nacionales que a los extranjeros residentes. La próxima temporada turística no los salvará. La economía de la isla necesita un replanteamiento.

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Largas colas en Mallorca para recibir una comida gratis.
Largas colas en Mallorca para recibir una comida gratis.Imagen: Clara Margais/dpa/picture alliance

Tom Mardorf es un hombre adinerado y uno de los privilegiados de la isla. Desde 1996, este empresario alemán ha vivido de forma intermitente en Mallorca, donde ahora posee dos casas. Pero durante su última visita, en septiembre pasado, este hombre de 58 años se sorprendió: "Debido a que la  pandemia obligó a cancelar la temporada 2020,  la pobreza ha crecido aceleradamente”.

Mallorca fue la primera isla española en reabrir su economía en 2020. Pero dos meses más tarde tuvo que volver a cerrar, hasta hoy. Ninguna comunidad autónoma de España está experimentando el colapso del turismo y el descenso de la prosperidad tanto como Mallorca, donde el 75% de los ingresos están directa o indirectamente relacionados con los veraneantes y el nivel de vida, y, por tanto, los precios son muy altos. "Las desventajas del turismo de masas se están viendo ahora de la forma más brutal para todos", dice Mardorf. Sin embargo, el gobierno balear mantendrá el actual cierre de su economía hasta marzo. Es un acto de equilibrio para no poner en peligro el turismo de Semana Santa. Los mallorquinos protestan una y otra vez contra las medidas antipandemia.

La Comisión de la UE y el Gobierno español proponen que los 140.000 millones de ayudas de la UE a España deberían fluir principalmente hacia las industrias orientadas al futuro. Para el gobierno balear, la educación superior, la cultura y la agricultura son prioritarias.

La iniciativa privada ayuda a los necesitados

Mardorf siente que ahora los mallorquinos necesitan de su ayuda. Junto con la iglesia de Santa Ponsa, creó un banco de alimentos, gracias a la ayuda de donantes y voluntarios, en su mayoría extranjeros residentes. La organización entrega alimentos a unas 70 familias. 

Y es que algunos extrajeros sienten que pronto serán ellos mismos los que necesiten de un almuerzo gratis. Paul Cameron, uno de ellos, dice que, si bien los mendigos no merodearán por la playa ni ocuparán hoteles vacíos, "la pobreza está afectando a camareros y trabajadores de hoteles, arquitectos y abogados”. Cada vez vemos a más gente en Palma viviendo en la calle, en tiendas de campaña", señala el británico. Él mismo se mantiene a flote, con su mujer y sus tres hijos pequeños, gracias a los ahorros. Cameron, de 40 años, trabaja normalmente en un restaurante.

Bart Mooij (izqda.), dueño de un restaurante en Mallorca.
Bart Mooij (izqda.), dueño de un restaurante en Mallorca. Imagen: Bart Mooij

Cuán dramática es la situación es algo que sabe bien Bart Mooij, el dueño de un restaurante en Paguera, que, entretanto, ha acumulado 23.000 euros de deudas por gastos fijos. Se queja de que la ayuda económica del Estado no llega: "He recibido quizá algo menos de 2.000 euros de ayuda directa. Es un drama". El descontento con el gobierno balear es cada vez mayor.

La fatal dependencia del turismo de masas

Mallorca ha sido durante mucho tiempo una máquina turística de hacer dinero que ha enriquecido a su población. Una riqueza de la que también se han beneficiado extranjeros, abriendo restaurantes, hoteles, consultas médicas, bufetes de abogados e inmobiliarias en los años 80 y 90. Los fondos de la UE se han utilizado durante décadas para construir carreteras, puentes, redes de internet de alta velocidad y aeropuertos.

Pero luego vino el "brexit", la quiebra de la empresa de viajes Thomas Cook, y ahora, la pandemia. La pobreza no es directamente visible en Santa Ponsa, porque es uno de los imanes turísticos del rico suroeste de la isla. "Sólo en la provincia de Calvià hay unas 60.000 plazas hoteleras", agrega Mardorf. En la actualidad, unos 1.500 hogares reciben ayudas sociales del gobierno regional.

La brecha con los extranjeros ricos está creciendo. Los numerosos escandinavos, británicos, estadounidenses y alemanes, en sus casas de lujo, no suelen tener nada que ver con la pobreza. La mayoría de los propietarios de casas de vacaciones no hablan español y están poco integrados a la sociedad mallorquina. En Mallorca hay mundos paralelos.

Parc de la mar en Palma, capital de Mallorca.
Parc de la mar en Palma, capital de Mallorca.Imagen: Clara Margais/dpa/picture alliance

Aprovechar la crisis como oportunidad

Pero, como en toda crisis, también hay ganadores. Entre ellos se encuentran los agentes inmobiliarios que actualmente median entre los inversionistas extranjeros y los hoteles en quiebra en Mallorca. Mientras que los precios en el mercado inmobiliario inferior y medio están cayendo, porque muchos hoteles y restaurantes están en venta al no poder pagarse los préstamos y haber demandas de desalojo, el mercado inmobiliario de lujo se está recuperando en algunos lugares. Todavía hay gente rica que busca comprar fincas en Mallorca ahora. Sin embargo, las villas de lujo se alquilan actualmente a precios de ganga. Nadie quiere que los inmuebles estén vacíos durante mucho tiempo.

Esto también ha beneficiado a Fabian Dudek, fundador de Glassdollar, que se mudó el pasado otoño con su empresa berlinesa a la isla, "porque el cierre a orillas del mar es más fácil de soportar y es más barato". Dudek vive prácticamente aislado en su finca de Deia.

Por su parte, Cameron, ayudante del banco de alimentos, ve la miseria todos los días: "El 35% de las personas que hacen cola para recibir ayuda sufren esta situación por primera vez en su vida. Tienen mucho miedo, y el futuro es muy incierto", dice Cameron. Sin embargo, él mismo sólo volvería al Reino Unido en caso de emergencia. "Mallorca es realmente un lugar seguro para nuestros hijos", dice. "Aquí pueden crecer lejos de las drogas y los conflictos sociales". Al menos, así ha sido hasta ahora. Esta crisis cambiará la isla, asegura el holandés Mooij, quien tampoco quiere dejar Mallorca: "Mis hijos viven aquí, hemos invertido aquí".

(jov/cp)