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Libertad y democracia: ¿no son para Rusia?

Miodrag Soric
7 de octubre de 2022

Mientras masivas manifestaciones se toman las calles de Irán, en Rusia reina la calma. Esto no puede deberse a la brutalidad de las fuerzas policiales, que es la misma en ambos países, opina Miodrag Soric.

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Solo hay unos pocos manifestantes contra la guerra en Rusia. Y si arrestan a uno, a nadie le importa.
Solo hay unos pocos manifestantes contra la guerra en Rusia. Y si arrestan a uno, a nadie le importa.Imagen: Alexander Zemlianichenko/dpa/picture alliance

¿Por qué cientos de miles de rusos permiten que se les envíe como carne de cañón a una criminal guerra de agresión? ¿Por qué dejan su destino en manos de un belicista? ¿Por qué no se rebelan?

La mayoría de la gente en el extranjero no puede encontrar respuestas a estas preguntas. Los rusos parecen dejar que se haga cualquier cosa con ellos. Los estereotipos sobre el supuesto carácter nacional están servidos: los rusos son indulgentes, obedecen siempre al respectivo zar en el Kremlin, tienen miedo a la libertad, como ya anotó Fiódor Dostoyevski.

Es cierto que es peligroso rebelarse en este momento. Cualquiera que haga campaña por la paz en Rusia es amenazado con la cárcel y la tortura. Pero quienes se manifiestan en Irán también deben tener en cuenta estas consecuencias. Y, sin embargo, desde hace tres semanas, la gente sale en masa a las calles de todo el país para protestar contra el brutal régimen de los mulás. Docenas de personas ya han pagado por esto con sus vidas. No obstante, los que pueden escapar de las fuerzas policiales iraníes, aparentemente, no se amilanan y siguen manifestándose. Aunque los carniceros de Teherán y de otras ciudades del país no son menos violentos que los antidisturbios de las unidades especiales Omón, en Moscú.

Miodrag Soric, de DW.
Miodrag Soric, periodista de DW.

Lukashenko cae sin la protección de Putin

El mundo observa con admiración las valientes protestas de los iraníes. Al igual que millones de personas de todo el mundo rindieron homenaje a la valentía de los bielorrusos hace dos años, cuando se rebelaron contra las elecciones amañadas de Lukashenko. O a las manifestaciones de los ucranianos, que ya han luchado repetidamente por la democracia. En Ucrania, el pueblo se impuso, en Bielorrusia, no. Pero los bielorrusos llevarán a Lukashenko a los tribunales cuando Putin ya no pueda protegerlo.

La afirmación de que los rusos no están aptos para la democracia es una tontería. Muchos hacen referencia a las encuestas. Según estas, aproximadamente uno de cada tres rusos cree que "la democracia occidental no es adecuada para Rusia". En todo caso, son las personas mayores las que piensan así. Nunca han pasado mucho tiempo en Occidente. La generación más joven, en cambio, es de mentalidad abierta, como sus compañeros de París o Londres: quieren libertad, democracia real (y no controlada), prosperidad, la oportunidad de poder viajar.

También es un disparate que —como afirmaban los líderes eclesiásticos ortodoxos— la democracia supuestamente socave la moralidad; todo lo contrario. Solo tribunales independientes del Estado pueden impartir justicia para todos, sin importar las buenas o malas relaciones personales de cada quien con los políticos. Sin embargo, en la Rusia actual, el Kremlin decide cuál debe ser el veredicto en los juicios contra los manifestantes. Los jueces rusos son títeres del poder. En las democracias estables, la corrupción y el nepotismo no tienen cabida.

El trauma de los años 90

Los años noventa se citan como otra razón por la que muchos rusos de edad avanzada son escépticos respecto a la democracia. Sin embargo, lo que los rusos tuvieron que soportar entonces no tenía nada que ver con la democracia. Más bien, después de 1991, las viejas élites soviéticas —antiguos funcionarios del partido y agentes de los servicios secretos— se enriquecieron sin freno a costa de la población, controlando la política con montañas de dinero.

Los ucranianos y los georgianos también lo sufrieron en la década de 1990. En Kiev, los oligarcas también tenían gran influencia. Pero los ucranianos lograron elegir y expulsar Gobiernos. Su nivel de vida creció lentamente. El país se convirtió en un modelo para Rusia, demasiado peligroso a los ojos de Putin. De repente, quedó claro que la democracia y la libertad también eran posibles entre los eslavos del Este.

Los ucranianos seguirán luchando por su país. No quieren vivir en un Estado autoritario. Los enormes sacrificios realizados por este pueblo les unen. La guerra defensiva contra Rusia les marcará durante generaciones. Si los ciudadanos de Rusia también quieren una vida digna, en libertad y prosperidad, también tendrán que luchar por ella, como otros pueblos.

(gg/rml)