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Las escuelas deben permanecer abiertas: ¿por qué?

Marco Müller
13 de febrero de 2022

Los contagios de coronavirus en escuelas y jardines infantiles en Alemania son altos, demasiado altos. Pero a los políticos esto apenas parece preocuparles. Esto es negligente, por decir lo mínimo, opina Marco Müller.

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Imagen referencial.
Imagen referencial.Imagen: Fleig / Eibner-Pressefoto/picture alliance

En Alemania, los adultos todavía estamos lejos de tener una incidencia semanal de contagios por SARS-CoV-2 de 3.700 casos por 100.000 habitantes, pero nuestros hijos no. Precisamente en ese nivel están los contagios entre las personas de 5 a 14 años, es decir, casi el doble del promedio del resto del país. Pero son los adultos los que han ayudado a los niños a llegar a ese nivel de contagios. La situación en las escuelas y jardines infantiles es como es precisamente por las acciones, o inacciones, de los mayores.

En todo caso, nadie puede declararse sorprendido por los niveles que ha alcanzado la quinta ola. Si las únicas medidas para proteger a los niños es una exigencia no muy estricta de usar mascarillas y la petición de ventilar ocasionalmente la sala de clases, parece claro que faltaría hacer algo más. Oficialmente, para protegerse del coronavirus habría que ventilar cada 15 a 20 minutos durante 5 minutos. A ver, preguntemos a los niños cuántas veces ven que eso ocurra en sus escuelas. Los filtros de aire, o al menos los semáforos de CO2, que hacen sonar una alarma si el aire está muy saturado, son cosas desconocidas en la mayoría de las escuelas.

Marco Müller.
Marco Müller.Imagen: Marco Müller/DW

Mascarilla sí, mascarilla no

¿Y la obligación de usar mascarilla? Llegó muy tarde y no se cumple como debería. Un ejemplo práctico: en una escuela primaria se sientan sin distancia física 25 niños con mascarilla, pero solo hasta que comienza la pausa del desayuno. Ahí todos se quitan las mascarillas y comen y beben. Luego se la ponen nuevamente y continúa la clase. No, no es broma.

Durante las sudorosas clases de deportes, las mascarillas deben permanecer puestas, pero durante las clases de natación ya en el vestidor los tapabocas desaparecen. Por supuesto nadie los usa mientras están en la piscina ni cuando se vuelven a poner la ropa, y solo reaparecen de vuelta en el salón de clases. ¿Es tan imprescindible mantener las clases de natación en el pico de la pandemia?

En los jardines infantiles o guarderías no hay obligación de usar mascarilla, lo que es razonable. Sin embargo, no es razonable que algunos jardines ni siquiera hagan exámenes para detectar contagios. Muchos padres se enteran de que el virus circula en las guarderías cuando se les pide no llevar a los niños al recinto porque la mitad de los cuidadores está con permiso médico por contagio.

Los niños protestan

Como nadie los ayuda, ahora los estudiantes intentan salvarse a sí mismos: a mediados de la semana pasada se inició una petición llamada #WirWerdenLaut (alzaremos la voz) en la que exigen que se busquen soluciones a los problemas suscitados por la pandemia con ellos, en lugar de decidir sin consultarles. Exigen filtros de aire, grupos de clases más pequeños, mejores exámenes para detectar el virus, entrega rápida de resultados de los test y acabar con la obligatoriedad de la asistencia presencial. Las familias deben decidir por su cuenta si la escuela puede ser considerada un lugar seguro, o si por el contrario, es mejor que los niños asistan a clases en línea. Todas las demandas son razonables. No es de extrañar que en menos de una semana ya 130.000 personas hayan apoyado la petición.

Pero no deja de llamar a la reflexión el hecho de que las sugerencias más sensatas en tiempos de pandemia no vengan de los políticos, los educadores, los padres o los cuidadores, sino que de los niños y jóvenes. Es cierto en que se insiste repetidamente en los efectos psicológicos que puede haber si no hay clases presenciales, pero los preparativos para recibir a los estudiantes apenas si se hicieron durante el verano pasado. La pregunta que surge es por qué no hubo tales preparativos.

Y por eso sigue abierta la sospecha de que las escuelas deben permanecer abiertas a toda costa para que los padres vayan a trabajar, ganen dinero y paguen impuestos, es decir, mantener el sistema operando. El precio de todo ello es el contagio de los más pequeños, independiente de que la mayoría de las veces sufran síntomas leves. ¿Es responsable hacer eso con ellos? La petición #WirWerdenLaut ya dio la respuesta. (dz/rrr)