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La “balcanización” de la UE es peligrosa

Ivaylo Ditchev
22 de marzo de 2019

Élites locales enemistadas recurren al respaldo de grandes potencias. Lo que antes era considerado algo típico de los Balcanes, lo observa ahora el antropólogo cultural búlgaro Ivaylo Ditchev en la UE.

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Europa Flagge Montage
Imagen: picture-alliance/ZB/Montage DW

La región de los Balcanes se convirtió en sinónimo de rencillas y divisiones. Las jóvenes naciones surgieron de los imperios otomano y austro-húngaro, con la intervención de potencias extranjeras. Debido a ello, no solo padecieron un escaso desarrollo económico y social, sino también una falta de verdaderas élites legitimadas. Los políticos locales rara vez representaban los intereses de determinados grupos; con frecuencia surgieron "de la nada”, por así decirlo, e intentaron consolidar a toda costa su posición en el escenario local.

Recurrieron, sobre todo, al respaldo de grandes potencias foráneas. En este contexto, los rumanos se presentaban como avanzadilla de Francia en la Región; serbios y búlgaros competían por el afecto de Rusia; griegos y turcos apostaban por Gran Bretaña; croatas y bosnios por Austria. Al término de la Guerra Fría, la región tenía la mayor concentración de fronteras por kilómetro cuadrado entre la OTAN, por el sur, y el Pacto de Varsovia por el norte; entre la Yugoslavia no alineada, la Grecia de la UE y los países europeos orientales del Comecon; entre la Bulgaria prorrusa y la Rumania de Ceausescu, que se había distanciado de la Unión Soviética. Albania se convirtió incluso en "cliente” de la lejana China,  hasta que llegó a la conclusión de que Deng Xiaoping había traicionado al comunismo. Entonces, Albania decidió plantarse completamente sola ante el mundo.

Los conflictos entre los "patrocinadores” –librados a nivel miniaturizado- condujeron en el curso de la historia a tensiones regionales e incluso a guerras. ¿Cuál era la función de aquella absurda fragmentación que impidió a la región constituir una próspera área económica conjunta? Conferir legitimidad política a las élites locales rivales.

Apoyos cambiantes

Analicemos a la UE desde esta perspectiva. Los debates entre la izquierda y la derecha, entre conservadores y liberales, parecen verse desplazados por el choque de coordenadas geopolíticas globales. Élites nacionales han comenzado a apoyarse en el respaldo de potencias globales, en forma similar a lo que ocurría en los Balcanes del siglo XX. Pero ese respaldo es ahora más inestable que en la época de la Guerra Fría. El distanciamiento estadounidense de Europa del período de Obama, se ha convertido en un abierto rechazo durante la presidencia de Trump. Eso ha impulsado a Francia y Alemania a pensar en una nueva autonomía europea en materia de seguridad. Otros, como Polonia, secundan decididamente a Estados Unidos. Debido al apoyo estadounidense, Varsovia se siente fortalecida en lo que respecta a posiciones antieuropeas, por las cuales la Comisión de la UE ha abierto un procedimiento contra Polonia.

Flirteando con Putin

Más chocantes resultan los abiertos coqueteos con el imperio de Putin. Desde Italia hasta Estonia, partidos de derecha populista o de ultraderecha desafían a la UE, exhibiendo una especial cercanía con Moscú. Desde Bulgaria hasta Letonia, antiguos comunistas apelan a la nostalgia de otros tiempos. Algunos rechazan las sanciones occidentales aplicadas a Rusia tras la anexión de Crimea. Oros esperan recibir gas barato, por ejemplo.

El "patrocinio” estadounidense y el ruso tienen ciertas similitudes, pero no son del todo equivalentes. Sería difícil imaginar que los populistas polacos recurrieran al apoyo de Putin, o los socialistas búlgaros al de Trump, pese a que ambas corrientes desarrollan ideologías xenófobas, conservadoras y proteccionistas parecidas. No obstante, todos los "clientes” políticos de las grandes potencias tienen algo en común: en sus esfuerzos por imponerse a sus rivales europeos, recurren a un "patrocinador” extranjero.

Ivaylo Ditchev
Ivaylo Ditchev.Imagen: BGNES

El factor chino

Un nuevo actor global es China. Esta potencia emergente se abre paso en el área económica europea, no solo con mercancías baratas que desplazan del mercado a productores locales,  sino también mediante agresivas inversiones respaldadas por el Estado. La cúspide es el faraónico proyecto de la Nueva Ruta de la Seda.

Hace poco, Italia resolvió sumarse a la iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda. Previamente, Grecia había hecho importantes ventas a los chinos, y Europa del este quiere seguir el ejemplo. ¿Es solo un asunto de pragmatismo económico? ¿O intentan algunos políticos europeos compensar su escasa legitimidad buscando fuertes aliado contra la "euro-burocracia”? Antiguamente, Europa era el centro del mundo. Por desgracia, hoy está desgarrada entre potencias antagónicas y patrocinios. Y, por la historia, sabemos a dónde conduce la "balcanización”.

(er/cp)

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