DW: Sr. Blomstedt, acaba de dirigir un concierto de dos horas con la Filarmónica de Viena en el Festival Beethoven de Bonn, con obras de Franz Schubert y Anton Bruckner. ¿Por qué tenía ganas de dirigir este concierto?
Herbert Blomstedt: Trabajo con la Filarmónica de Viena siempre que puedo. La segunda razón es, por supuesto, una cuestión local. Bonn es una ciudad muy importante en la historia de la música. Se puede sentir la proximidad del lugar de nacimiento de Beethoven y del Rin.
Pero, ¿de dónde saca la energía? ¿Cuál es su secreto?
Del amor por la música. Por supuesto, también hay que tener una cierta forma física. Pero la música, y con esto me refiero a la gran tradición clásica, da mucha fuerza, porque estimula tanto el intelecto como las emociones. Es cierto que hay otra música que estimula las emociones de forma inmediata, pero que no tiene nada de intelectual. Y al contrario, también hay música muy intelectual, que tiene poco que ver con las emociones, que es seca y no dice nada.
Pero esta música, me refiero a la música de Beethoven, Bruckner, Schubert, Brahms y otros grandes compositores, tiene muchísimo que ofrecernos. Esa es su cualidad típica. Cuando se descubre esta música, de alguna manera uno se descubre también a sí mismo.
La Filarmónica de Viena adora a Herbert Blomstedt. En la imagen, durante el concierto en Bonn.
En medio de la pandemia de coronavirus, manifestó la esperanza de que de esta crisis global naciera la necesidad de más contenidos emocionales. ¿Cree que se ha hecho realidad?
Sí, eso creo. La música tiene un significado muy especial en estos tiempos. Uno anhela experiencias como este concierto. Schumann dijo: "El trabajo del músico es enviar luz a las profundidades del alma humana". Luz en la oscuridad: todos, cada uno de nosotros, tenemos un cuarto oscuro en el alma. Enfermedad o desilusión en la vida, todos la tenemos. Y uno necesita luz en esta oscuridad. Y eso puede hacerlo la música, mejor que cualquier otro arte.
¿Por qué?
Porque es muy emocional y no se limita a un solo idioma. Las obras de Schubert y Bruckner que hemos tocado aquí son precisamente aquellas obras que envían luz a las profundidades del alma. Solo hay que tener un poco de paz y tranquilidad para experimentar este encuentro y no solo hay que buscar entretenimiento en la música.
Pero si uno se permite esa tranquilidad, entonces la descubrirá, cada uno a su manera. Había unas mil personas en la sala...
Sí, afortunadamente al final fue posible…
... y podría jurar que no hubo dos personas que experimentaron lo mismo. No es necesario ser profesor universitario para comprender esta música. Pero hay que escuchar con atención y estar abierto.
Su padre fue pastor adventista y usted continúa profesando esa doctrina. Entre otras cosas, usted comienza el día, según lo que he podido leer, con una oración. Es vegetariano y no bebe alcohol. Su increíble creatividad a una edad tan avanzada ¿tiene algo que ver con sus creencias y su forma de vivir?
Cada persona tiene un ADN especial. Somos la suma de nuestros orígenes, nuestras experiencias en la vida desde la niñez. Y sí, tuve la suerte de crecer en una familia muy religiosa. Para nosotros era normal dar las gracias antes de cada comida. Y en las mañanas, antes de ir a la escuela, mi padre, el pastor, siempre me leía un texto de la Biblia y orábamos. Luego desayunábamos y solo entonces íbamos a la escuela. Crecí en ese ambiente y me acompaña hasta el día de hoy.
En la imagen cuando tenía 80 en 2006.
¿Es usted creyente?
Mi idea de Dios en la actulidad es con seguridad diferente a la que tenía cuando era niño. Pero Dios no es por ello menos importante. Es mayor y diferente. Como la mayoría de los niños, imaginaba que Dios era una especie de Papá Noel que recompensa a los niños buenos. Como adulto, se tiene una imagen de Dios muy diferente. Para mí, Dios es sobre todo creador y la única explicación de nuestra existencia. Mi Dios es algo absoluto, una idea absoluta.
Beethoven también era un creyente profundamente religioso; se puede leer en sus cartas, pero, sobre todo, se puede escuchar en su música.
(rmr/ms)
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Tras los pasos de Beethoven en su natal Bonn
Una estatua simbólica
Ludwig van Beethoven nació en diciembre de 1770 en Bonn y estuvo los primeros 22 años de su vida en esta ciudad. El monumento de Beethoven en la Münsterplatz fue inaugurado en 1845 y financiado en parte por Franz Liszt. Su presencia recuerda hasta hoy su importancia para Bonn y es, de hecho, una parada que no puede faltar en el tour.
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Tras los pasos de Beethoven en su natal Bonn
Fuente bautismal de Beethoven
Cuando tenía solo 10 años, Beethoven tocaba el órgano en la iglesia Remigius. Y a los 12, el prodigio ya escribía sus primeras piezas. Si bien su fecha exacta de nacimiento sigue siendo un misterio, al menos se sabe que fue bautizado el 17 de diciembre. Quien quiera recorrer completamente la ruta de Beethoven debe pasar por esta iglesia en el centro de la ciudad para ver la fuente bautismal.
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Tras los pasos de Beethoven en su natal Bonn
El palacio de Redoute
Esta es una magnífica sala ornamentada con detalles y candelabros. Aquí, en Redoute, al sur de Bonn, un veinteañero Beethoven tocó para Joseph Haydn, con quien estudiaría años más tarde en Viena. Se cree que una de las primeras interpretaciones de "La flauta mágica" de Mozart tuvo lugar en Redoute, cuyo pequeño palacio ha contado también con la visita de Lady Di y el sah de Persia.
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Tras los pasos de Beethoven en su natal Bonn
La fuente de Roisdorf
Los romanos ya se refrescaban en la fuente de Roisdorf, cuya agua incluso fue exportada a Rusia por sus propiedades medicinales. Beethoven conoció estas aguas gracias a las visitas que realizaba su familia al lugar. A medida que su salud se fue deteriorando en Viena, el músico buscó siempre este tipo de centros de salud para disfrutar de sus supuestos efectos beneficiosos.
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Tras los pasos de Beethoven en su natal Bonn
Petersberg
Siebengebirge y Petersberg fueron destinos frecuentes del joven Ludwig van Beethoven. Testigos de esa época afirmaban que se le veía "a menudo en un bote" por las aguas del lugar "para trabajar y soñar". En 1763, se erigió una capilla barroca en el Petersberg. Tanto peregrinos como el compositor, amante de la naturaleza, quedaban maravillados con la fascinante vista del valle del Rin.
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La ribera del Rin
Para Beethoven, el Rin era, ante todo, su hogar. En Viena escribió: "La hermosa zona donde vi la luz por primera vez sigue apareciendo ante mis ojos tan hermosa y clara (...) En resumen, siempre consideraré esa época como una de las más felices de mi vida (...) poder saludar al Padre Rin". La ribera de este imponente río también es parte del recorrido.
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Drachenfels
La última estación del tour de Beethoven nos lleva hasta Drachenfels. El compositor recordaba con nostalgia la impactante vista que se tiene desde las alturas de esa zona de Bonn. En su naturaleza, además, halló descanso e inspiración, y rara vez visitaba el lugar sin su cuadernillo para hacer bocetos y escribir ideas. En varias de sus obras queda en evidencia su amor por la naturaleza.
Autor: Bettina Baumann