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Tras la prematura muerte de su tío, el barón Sir Richard Fitzherbert IX heredó con 25 años el pueblo de Tissington: más de mil hectáreas de tierra, cerca de cuarenta casas y un palacio. Pronto descubrió que el palacio estaba en estado ruinoso y que su reforma costaría millones. Sir Richard decidió apostar por la creatividad, y alquila todo el poblado -a veces, hasta el palacio- para fiestas de boda.