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Gordon Brown da pelea

6 de junio de 2009

Ningún golpe parece voltear a Gordon Brown. Como un boxeador, el primer ministro británico está contra las cuerdas y en plena crisis gubernamental no deja de recibir guantazos. Pero no cae al suelo.

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Gordon Brown: no está muerto quien pelea.Imagen: AP

Tras el escándalo por gastos de parlamentarios, pérdida de autoridad y una singular ola de renuncias de sus ministros, Brown quiere impedir la amenaza de nocaut con una remodelación del gabinete. Y a toda costa quiere conservar el puesto de jefe de gobierno en Downing Street número 10. Un cargo con el que soñó tanto tiempo y que en los dos últimos años se tornó cada vez más en una pesadilla.

Una de las grandes fortalezas de Brown probablemente sea su propia confianza en ser el hombre apropiado para la crisis. O tal vez también su firme creencia de que nadie puede desempeñar el cargo de jefe de gobierno mejor que él. Por eso es que ni piensa en arrojar la toalla. "No me rendiré. Seguiré con el trabajo. Si no supiera que soy el hombre correcto, que lidera el equipo correcto, no estaría acá parado".

Durante 10 años, el escocés de 58 años de edad fue ministro de Economía en el gobierno del premier Tony Blair. Y durante 10 años, le habría gustado tanto ocupar él mismo el máximo puesto. Eso que la diferencia entre ambos políticos no podría ser mayor.

A Brown le falta la ligereza, el carisma y el talento para el show de su antecesor. En junio de 2007 los británicos recibieron un primer ministro eficiente pero a veces malhumorado, que despreciaba el escándalo político y prometía una nueva seriedad.

Tras casi dos años en el cargo, las calificaciones parciales de Brown resultan regulares. Tuvo sus momentos fuertes, por ejemplo cuando fue anfitrión de la cumbre financiera del G20. Sus planes de rescate bancario en la crisis financiera también tuvieron muchos imitadores. Su aparición tras los fallidos atentados terroristas en el aeropuerto de Glasgow y en el centro de Londres fue igual de aplaudida que su accionar tras una epidemia de fiebre aftosa.

Lento, complicado y con poca suerte

Pero Brown también es el irresoluto que en las crisis siempre reacciona un tanto tarde, que corre detrás de los procesos de la política interior, explica sus planes de forma complicada y en todo ello a menudo da una impresión desgraciada.

Hubo un escándalo de donaciones partidarias, una escandalosa pérdida de datos y una fracasada segunda vuelta electoral. Por último no logró calmar la ira pública en el singular escándalo por gastos de legisladores británicos.

Luego hubo una caída en las simpatías del electorado y una pérdida de autoridad en las propias filas políticas. De esta forma no queda claro cuánto tiempo podrá permanecer en el cargo. Y eso que todo podría haber sido tan distinto. Pero poco después de asumir el puesto, cuando las encuestas revelaban grandes simpatías por los laboristas, Brown cometió un error de graves consecuencias.

Rechazó la realización de elecciones parlamentarias adelantadas. Hubiera tenido la posibilidad de gobernar con una gran mayoría y no estaría en mayo de 2010 ante un probablemente inevitable naufragio electoral. O incluso, en los próximos días, ante una caída o dimisión.

Pero evidentemente, Brown sigue creyendo que de alguna manera puede manejar el timón. Ya en otoño del año pasado atravesó una situación difícil cuando desbarató una rebelión interna en su partido con un combativo discurso en un congreso.

Una vida privada difícil

Desde entonces, una y otra vez Brown subraya que es el hombre adecuado que puede pilotear al país y a su partido a través de las crisis. Tan sólo su lenguaje físico y su rostro imperturbable revelaron últimamente cuánto lo afectan los permanentes problemas.

Brown ya había dado pruebas de su ambición en la universidad de Edimburgo, donde se destacó como un joven especialmente dotado y serio. Incluso una lesión grave -a los 17 años perdió la visión del ojo izquierdo en un partido de rugby- no pudo mermar la energía del escocés. Con su doctorado sobre la socialdemocracia británica se presentó ante los laboristas, donde rápidamente ascendió a la cima y fue considerado como del ala izquierda antes de dedicarse a pleno a la economía de mercado.

A nivel privado, Brown siempre tuvo una actitud discreta. A diferencia de la esposa de Blair, Cherie, su esposa Sarah –una experta en marketing- rara vez toma la palabra. No sólo en la política, también en su familia Brown tuvo que digerir duros golpes del destino. Su primera hija murió en enero de 2002 pocos días después de nacer. El menor de los dos hijos varones sufre una enfermedad metabólica congénita.

PK/DPA

Editor: José Ospina