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Estamos a tiempo de escoger nuestro futuro

Martin Muno
30 de diciembre de 2022

Este año se han destruido muchas certezas. Por eso necesitamos una nueva visión de un futuro que reconcilie al mundo, opina Martin Muno.

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Un soldado en la frontera de Polona y Bielorrusia-
En el 2022 la guerra ha vuelto a Europa tras décadas de paz.Imagen: Marcin Obara/PAP/dpa/picture alliance

Hay que decirlo sin tapujos: el año 2022 fue una mierda. Vale, normalmente esta palabra no tendría lugar en un artículo de opinión serio. Pero a veces no queda remedio. Porque, con todos los sucesos y los giros que ha dado el mundo este año, uno no sabe ni por dónde empezar el recuento.

Guerra de Ucrania: el gran engaño

Martin Muno, periodista en DW.
Martin Muno, periodista en DW.Imagen: DW/Christel Becker-Rau

La gran ruptura global se produjo el 24 de febrero: el mundo todavía no había superado la pandemia del COVID-19 cuando las tropas rusas invadieron Ucrania. La consecuencia fueron decenas de miles de muertos, barrios, casas, infraestructuras e ilusiones destruidas.

En Alemania y Europa esta desilusión fue especialmente grave: políticos y poblaciones tuvieron que aprender dolorosamente que la guerra de conquista sigue siendo una sangrienta realidad en el siglo XXI. Y que el gas ruso no siempre será barato y accesible.

Lo que siguió fue una política agitada en la que miles de millones de fondos se destinaron a los presupuestos militares y los gobiernos entraron en pánico en busca de nuevas fuentes de energía fósil.

La crisis múltiple

Una vez que algo se resquebraja, rápidamente aparecen otras grietas: los precios suben, trabajadores se quedan en casa, ya sea por falta de personal o de material, las estanterías de los supermercados permanecen vacías de vez en cuando, en muchos lugares escasean cada vez más medicamentos... fenómenos que en la décadas anteriores prácticamente no se conocían en numerosos países europeos.

La mayor crisis de todas, el cambio climático, permaneció en un surrealista segundo plano. ¿Quién piensa en el calentamiento global cuando teme congelarse en invierno? Pero, sin darnos cuenta, el punto de no retorno se acerca cada vez más.

Todos deberíamos tener claro que, ante estas múltiples crisis, ya no podemos seguir como antes. Pero en un sistema económico que se basa en crecer y acumular, esto es un problema. Todos sabemos que en un futuro no podremos vivir y consumir como hasta ahora, y a muchos esto les provoca una profunda inseguridad.

De luto por el fin del mundo

Y así sucede que muchos lloran por un mundo que saben que pronto dejará de existir. En el peor de los casos, esto conduce a una negación de la realidad, una huida hacia ideologías populistas de derechas o mitos conspirativos. Pero también podemos escoger esforzarnos más para evitar males mayores. El sociólogo Hartmut Rosa lo describe así: "Ya no tenemos la sensación de que corremos hacia delante y hacia un horizonte, y de que es divertido luchar, esforzarse por conseguir algo. Ahora corremos cada vez más rápido para no resbalarnos. Corremos hacia un abismo que se acerca cada vez más".

Una perspectiva del mañana

Lo que nos falta es una perspectiva común del mañana, una narrativa de un buen futuro. La mayoría de las visiones actuales del futuro son distopías o ingenuas continuaciones del mundo actual con mejor tecnología, reproduciendo la idea de que el avance tecnológico puede salvarnos.

Por eso necesitamos una idea concreta de cómo queremos vivir. Como después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la narrativa era "prosperidad creciente a través de la educación y el esfuerzo". Algo por lo que luchar.

Dar vida a los 17 objetivos de la ONU

Una manera de hacer esto podía ser vertiendo las ideas detrás de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas en un concepto político coherente, que todos pudieran entender y discutir apasionadamente. Sólo cuando esto tenga éxito, cuando esté claro qué camino queremos tomar juntos, podremos decir, como el filósofo Theodor W. Adorno, que "el progreso ocurre allá donde termina".

(ies/ers)