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"Inquietante pero esperanzador" momento en Bielorrusia

Tatsiana Weinmann
20 de agosto de 2020

El escritor bielorruso exiliado en Vilnius Víctor Martinóvich se encuentra ahora mismo en Minsk. Martinóvich habló con DW sobre sus miedos y esperanzas tras las elecciones en Bielorrusia.

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Imagen de las protestas en Minsk. Imagen: picture-alliance/Sputnik/V. Tolochko

DW: Señor Martinóvich, usted se encuentra en Minsk en estos momentos. Como escritor, ¿qué sensación le producen las protestas tras la elección presidencial en Bielorrusia?

Víctor Martinóvich: Emociones encontradas. Por un lado, tengo una sensación repentina de alivio. Con el actual auge de las protestas, nos sentimos como si estuviéramos viviendo un súper momento histórico, algo así como la caída del Muro de Berlín, pero también, por otro lado, constatamos que la atmósfera enferma que reinó durante todos estos años no es solo atribuible a los funcionarios públicos que falsearon las urnas a pesar de sus miserables salarios. La clave del sistema residía en el miedo que todo lo impregna y en las cárceles. Ahora sabemos lo que allí se le hace a la gente. Existe el temor de que todo pueda volver a ser como antes, porque todavía no se ha producido victoria alguna. Todo el país ha reconocido que Lukashenko no ha ganado estas elecciones y que todos hemos sido engañados; seguramente también anteriormente lo fuimos. Aquello que dicen los órganos de gobierno es muy diferente de lo que ve el país. Ellos tienen su propio mundo, en el que existimos unos cuantos enemigos que hay que eliminar. Está cada vez más claro que se ha operado de esa manera durante años. Esto es un punto de inflexión. Es inquietante, pero también esperanzador.

Victor Martinovich
El escritor bielorruso Víctor Martinóvich es autor de libros como "Paranoia". Desde 2005 imparte clases de Historia y Ciencias Políticas en Vilnius, donde vive en el exilio desde que se viera obligado a abandonar Bielorrusia en 2004. Imagen: Kasia Syramalot

Antes reinaba el miedo, ¿qué es lo que ha conducido ahora a las masas a echarse a las calles?

Nunca hasta ahora las mentiras del poder habían influido de tal manera sobre la vida o la muerte de la gente. La crisis del coronavirus ha supuesto para ellos lo que Chernóbil fue para la Unión Soviética. Al principio, negaron la existencia del virus y no se impuso cuarentena. Cuando muchos ciudadanos enfermaron y murieron, manipularon las cifras. Uno se sentía como un rehén. La gente veía que el sistema no solo fracasaba en cuestiones importantes, sino que también suponía un peligro para la vida y la salud. Cuando se empezó a disparar contra la gente y cuando casi 7.000 personas acabaron en la cárcel y después salieron maltratadas de ella,  el problema dejó de ser el coronavirus y las elecciones. Lo que importaba era defenderse. No quiero hacerme ilusiones demasiado pronto, porque los bielorrusos se comportan de forma pacífica, incluso cuando se les dispara con balas de goma. Después de haber sido engañados y muchos de nosotros torturados, todavía no sé cómo este momento puede transformarse en avances políticos positivos que produzcan cambios. Pero está claro que, si todo esto se estanca, la próxima ola represiva será gigantesca.

Usted ha calificado lo que está sucediendo en Bielorrusia como un "fin prematuro del carnaval".

Cuando los manifestantes vieron que las unidades especiales bajaban sus escudos ante ellos, todos comenzaron a abrazarse, creyendo que el amor vencía al mal. Pero ninguno de los policías se quitó su casco. Eso me lleva a pensar que podría haber una escalada de la situación, lo que, en el peor de los casos, tras los enfrentamientos, conduciría a que el poder estatal fuera sustituido por uno nuevo. No deseo que ocurra algo así. Svetlana Tijanóvskaya está en el extranjero. Su equipo no dispone de evidencias que prueben que ella ganó estas elecciones. En este contexto, no sé con qué medios políticos puede obligarse a negociar a quienes están absolutamente convencidos de que los que protestan son unos pocos "patanes pagados por Occidente". Aquí chocan dos mundos. Pero el mundo que dispone de armas y recurre a la violencia porque controla el Estado representa solo a entre el 3 y el 25 por ciento de la población. Sin embargo, reclama el Estado para sí. El resto votó por Tijanóvskaya. No tengo sensación de triunfo. Espero que no haya derramamiento de sangre y que se produzcan cambios.

Svetlana Tijanóvskaya, líder opositora, y sus seguidores, desean solucionar el conflicto y han creado un Consejo de Coordinación para el traspaso del poder. ¿Lo han invitado a formar parte de él?

Me han ofrecido participar. Pero tengo claro que, por muy independiente, sabia, buena y honesta que sea la gente que negocie con las autoridades, los líderes estatales tratarán de retrasar el diálogo y después prometerán dimitir tras las reformas, pero, al final, no pasará nada. Hay que utilizar otros métodos. Yo prefiero esta mezcla explosiva de diplomacia, las huelgas actuales y las calles. Esto demuestra que los que protestan son más del 20 por ciento de la población. Lo bonito de la situación es que esta lucha tiene un rostro femenino. Durante los tres primeros días se manifestaron hombres, contra los que hubo disparos. Pero cuando las mujeres, vestidas solo de blanco, formaron de forma espontánea una cadena humana, no hubo disparos. Todo lo demás está siendo movido por mujeres. Cada vez está más claro que solo el amor puede resolver esta situación, solo una especie de motor femenino, atento y maternal, y no las emociones de los hombres que solo desean venganza.

Minsk | Anti Regierungsproteste
Protestas contra Lukashenko el pasado 16 de agosto en Minsk. Imagen: Getty Images/AFP/S. Gapon

En  otoño se publica en Bielorrusia su nueva novela, titulada Revolución, y a principios de 2021 en Alemania. ¿Ese trabajo ayudará a comprender lo que está pasando?

Por supuesto, pero a un nivel profundo. Revolución no trata sobre una revolución en sí, sino sobre el poder en sentido nietzscheano. Nietzsche dijo que la búsqueda del poder era uno de los instintos humanos básicos. Yo he querido reflexionar sobre esta búsqueda desde la otra perspectiva, la de la persona que conscientemente se pone al servicio del poder. Es una historia sobre un héroe que conquista el mundo, pero que en el camino se pierde a sí mismo y la capacidad de amar. Creo que será interesante leer la novela después de los acontecimientos que estamos viviendo.

(ms/cp)

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Bielorrusia: revuelta contra Lukashenko