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El precio de una operación militar en Hong Kong

Mathias Bölinger
14 de agosto de 2019

Pekín amenaza cada vez más abiertamente a Hong Kong con una invasión de tropas armadas. La decisión no parece estar tomada todavía, porque el precio de una invasión sería alto, afirma Mathias Bölinger.

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China, Hong Kong
Imagen: AFP/Getty Images

Largas filas de vehículos blindados, en dirección hacia el sur, obstruyeron las calles de la ciudad fronteriza de Shenzhen. Desde el pasado lunes han circulado videos en Internet sugiriendo que China está movilizando en la frontera con Hong Kong a la Policía Popular Armada, una fuerza de intervención paramilitar equipada con armas pesadas.

Este es el más reciente gesto en un contexto amenazador que Pekín ha estado preparando durante varias semanas. El mensaje que está enviando es: estamos dispuestos a reprimir violentamente las protestas en Hong Kong.

Las amenazas desaparecen

El miedo es el negocio de la dictadura. Los poderosos temen a la gente y a cambio se aseguran de que la gente les tenga miedo. China ha perfeccionado este sistema de disuasión. El Estado tiene innumerables oportunidades para recordar a sus ciudadanos su voluntad de utilizar la violencia, desde llamadas de la seguridad del Estado al empleador, pasando por prohibiciones de salida del país y llegando hasta detenciones arbitrarias y torturas.

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Mathias Bölinger.

En Hong Kong, los líderes chinos están dándose cuenta que sus amenazas no están funcionando. Durante diez semanas el pueblo de Hong Kong ha estado saliendo a las calles, pero ni la violencia policial, ni las detenciones masivas, ni la amenaza de castigos draconianos -hasta diez años de prisión por haber participado en un "disturbio”- han hecho que los manifestantes regresen a sus casas. Incluso la amenaza cada vez más flagrante de una invasión militar no disuade a los manifestantes, en su mayoría jóvenes. Al parecer, el liderazgo de China en este momento está algo aturdido.

Pero las amenazas de Pekín no son en vano. Hace 30 años, los líderes comunistas demostraron en la plaza de Tiananmen que están dispuestos a disparar a su propio pueblo si ven amenazado su poder. Así que no hay necesidad de hablar sobre escrúpulos en el caso de Pekín.

Con la sensación de haber perdido

Los manifestantes también lo saben. Si les preguntan si ven alguna posibilidad de que su protesta tenga éxito, generalmente contestan con un rotundo "no". En los últimos años, Pekín ha intentado cada vez más abiertamente ampliar su influencia en la ciudad. Políticos de la oposición que eran incómodos han sido expulsados del Parlamento, la falta de respeto por la bandera ha sido castigada con cárcel, y los portavoces del movimiento democrático de 2014 desaparecieron en prisión.

Muchos manifestantes no se ven empujados a salir a la calle por la esperanza de invertir esta situación, sino por la sensación de que quizás por última vez tendrán la oportunidad de expresar sus opiniones libremente. Mientras, la jefa de Gobierno de Hong Kong advierte a los manifestantes que están "hundiendo la ciudad en el abismo", ellos sienten que han estado en caída libre desde hace mucho tiempo. La sensación generalizada de haber perdido de todos modos es lo que hace que la disuasión de Pekín sea tan ineficaz.

"Los occidentales olvidarán esto"

Hong Kong aún tiene mucho que perder. Una invasión sería el fin de la ciudad como centro financiero internacional. Las libertades de las que ha disfrutado hasta ahora probablemente desaparecerían para siempre. Y tampoco Pekín podría salir de la situación tan fácilmente. Hong Kong es la puerta de entrada más importante al mundo financiero internacional para las empresas chinas. Las imágenes de un baño de sangre en las calles dañarían la credibilidad de la potencia mundial emergente en los próximos años, las posibles sanciones afectarían a la economía china en un momento difícil. Y en la disputa comercial con EE.UU., China se debilitaría enormemente.

Se dice que Deng Xiaoping, el hombre detrás de la masacre de la plaza de Tiananmen, hacía olvidar las preocupaciones sobre las reacciones internacionales con su frase "Los occidentales olvidarán esto”. Si los líderes chinos deciden realmente tomar este consejo, nadie podrá detenerlos esta vez tampoco. Pero lo que las democracias occidentales pueden hacer ahora es dejar claro a Pekín que el precio de la violencia sería realmente alto.

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