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El mal de la abundancia

20 de julio de 2002

La obesidad es uno de los nuevos males que amenazan la salud de los niños en el siglo XXI. En Alemania, la ministra de Protección al Consumidor pide cuentas a la industria alimentaria y a las agencias de publicidad.

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La obesidad infantil se multiplica en Alemania.Imagen: Bilderbox

Chocolates, bombones, paletas dulces, chicles, helados, gaseosas... la oferta de golosinas parece no tener límites. Y tampoco la avidez que provocan en el ser humano. 30 kilos de dulces per capita consumieron los alemanes el año pasado. Un récord inquietante, desde el punto de vista de la salud. Más inquietante aún es el problema en el segmento infantil y juvenil de la población: un 20% de los niños tiene exceso de peso en Alemania. En el caso de los adolescentes, la cifra se eleva incluso al 30%.

En vista de que en los últimos 15 años la obesidad infantil se ha duplicado con creces en este país, la jefa de la cartera de Agricultura y Protección del Consumidor, Renate Künast, ha decidido dar la voz de alarma. En la mira se encuentran la industria de alimentos y las agencias publicitarias. La ministra criticó en un periódico que muchos productos son demasiado dulces y grasosos, y contienen a menudo saborizantes artificiales. "Las empresas deben poner freno a esta inquietante tendencia hacia los alimentos infantiles cada vez menos saludables", afirmó Renate Künast, miembro del partido de Los Verdes.

Serias secuelas

El hecho de que la ministra haya llamado la atención sobre el tema, pese a los agobiantes y múltiples escándalos en el sector alimentario europeo, pone de manifiesto la relevancia de la materia. Ahora que las clásicas enfermedades infantiles han perdido peligrosidad gracias a la vacunación masiva, la obesidad y sus secuelas emergen como una de las principales amenazas para la salud de los menores. Reacciones alérgicas e incluso males crónicos como la diabetes son consecuencia, en muchos casos, de una alimentación inadecuada.

Como suele ocurrir, también en este caso los llamados de alerta se topan con los intereses de la industria, que obtiene suculentos beneficios en este sector. "No es posible que, por un parte, el empresariado gane mucho dinero con productos para niños y, por otra, el Estado tenga que cargar con los problemas derivados", puntualizó Renate Künast, aludiendo a los crecientes costos que recaen sobre el sistema de salud.

Mensajes engañosos

Parte de la responsabilidad corresponde también a las agencias de publicidad, que bombardean a los consumidores con campañas millonarias, alabando las virtudes de las golosinas. Con frecuencia la estrategia apunta a destacar los beneficios de determinado producto para el desarrollo de los niños. Pero, en la mayoría de los casos, tales beneficios son inexistentes, según la ministra, que exhorta a los empresarios a dar pasos voluntarios para poner coto al problema. De lo contrario, no descartó la adopción de medidas legales.

La situación se repite también en el mercado para lactantes. En los escaparates abundan grandes variedades de productos, desde los sustitutivos comunes de la leche materna hasta la leche hipoalergénica u otros que aseguran favorecer la digestión del bebé. Sin embargo, los expertos coinciden en que no hay alimento más sano para los primeros meses de vida que la leche materna. Entre sus múltiples virtudes se cuenta, incluso, la de proteger al niño de una futura tendencia a la obesidad.