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El fin de una era en Argentina

Marc Koch28 de octubre de 2013

Si bien el partido de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner alcanzó una leve mayoría en las recientes elecciones, los resultados revelan el agotamiento de un modelo político, dice Marc Koch, de DW.

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Mauricio Macri, líder del PRO.
Mauricio Macri, líder del PRO.Imagen: picture-alliance/dpa

El llamado “modelo”, esa mezcla de control estatal hacia adentro y atrincheramiento hacia fuera, ha caducado. Esta es la señal enviada por 2 de cada de 3 argentinos en las últimas elecciones parlamentarias. Los únicos que aún se resisten a ver el ocaso son la misma presidenta y su coalición de gobierno Frente para la Victoria (FPV) quienes, a pesar de la estruendosa derrota, han salido a declararse como la fuerza política más fuerte de Argentina y a interpretarla como un mandato para perfeccionar el maquiavélico “modelo". Una forma de enajenación que recuerda a los obstinados gobernantes de la extinta Unión Soviética.

No hay inclinación hacia la derecha

Sergio Massa, líder del Partido Reformista.
Sergio Massa, líder del Partido Reformista.Imagen: picture-alliance/dpa

Los éxitos de Sergio Massa, peronista de derecha, en Buenos Aires, y del alcalde conservador de la capital, Mauricio Macri, no significan, de ninguna manera, que Argentina haya dado un viraje a la derecha.

El partido de gobierno fue derrotado en cinco provincias por un amplio espectro político que incluye hasta corrientes de izquierda extrema. Estas elecciones también fueron una votación contra una década regida por un clan y sus conformes seguidores.

Resultado de una política soberbia

Hace diez años, Néstor Kirchner, esposo y antecesor de la actual presidenta, logró sacar de la bancarrota a Argentina con fortuna y cierto ingenio. Pero, poco a poco se fue revelando lo que había detrás del llamado “kirchnerismo”: el mero aumento y conservación del poder propio, camuflado como una incluyente política de izquierda en pro de los desprotegidos. Pero el kirchnerismo no ha sido sino una política soberbia, dogmática y agresiva que con su maniqueísmo lo único que ha logrado es profundizar la división de la sociedad argentina y aislar al país.

Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina.
Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina.Imagen: DW/M. Koch

Los programas de bienestar para los pobres, que costaron miles de millones de pesos, solo fueron un alivio pasajero. Por el contrario, la pobreza en Argentina empeoró, a largo plazo.

Las medidas estatales contra los presuntos ricos han tenido más bien el tinte de venganza, como lo demuestran las crecientes restricciones, prohibiciones y obstáculos puestos a la clase media que produce.

Es ya histórico que los habitantes de este inmenso y rico país tengan que pagar por la ineptitud de sus gobernantes: la política energética argentina, chovinista e íntegramente fallida, condujo a que un país petrolero como Argentina tenga que importar el combustible. Y como si fuera poco, el país quedó rezagado en tecnologías para explorar y explotar sus propias reservas.

La responsabilidad de los ganadores

La lista de los errores kirchneristas es extensa: mala administración, pésima infraestructura, inflación, corrupción, así como una cínica indiferencia ante la creciente criminalidad. La cuenta de lo anterior se la pasaron los electores al gobierno.

Pero esto no basta. La responsabilidad que asumen Massa y Macri es enorme. Por lo pronto, el gobierno no podrá hacer cambiar la Constitución para una eventual reelección de Cristina de Kirchner, debido a que no logrará obtener para ello las dos terceras partes en el Congreso.

Los mismos Massa y Macri han postulado su candidatura a las elecciones presidenciales de 2015. Encuestas dicen empero, que casi la mitad de los argentinos ya no quieren ver ni a peronistas ni a kirchneristas como jefes del Estado.

La emergente clase media no peronista quiere menos intervención estatal y no más políticos que utilicen el poder para enriquecerse. Un deseo que tanto Massa como Macri deberían atender. De lo contrario, su era podría terminar antes que haya empezado.