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El estrepitoso fracaso de Estados Unidos en Afganistán

Ines Pohl
16 de agosto de 2021

La retirada de las tropas estadounidenses y la toma del poder del movimiento talibán sumen a Afganistán en el caos y evidencian el craso error de cálculo de Washington. EE.UU. perdió su credibilidad, según Ines Pohl.

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Joe Biden
El 8 de julio, Joe Biden decía confiar en la fuerza del ejército afgano.Imagen: Saul Loeb/Getty Images/AFP

No hay buena solución para el dilema afgano que el presidente estadounidense, Joe Biden, heredó de sus antecesores. En uno de sus últimos pasos como gobernante, Donald Trump anunció que retiraría a todos sus soldados de Afganistán. Y su antecesor, Barack Obama, dejó pasar la oportunidad de preparar la retirada con el válido argumento de que, tras la muerte de Osama Bin Laden, la invasión había quedado obsoleta.

Joe Biden se ve sometido a una gran presión política interna para poner fin a esta guerra de una vez por todas. La mayoría de los estadounidenses no quiere arriesgar más vidas ni gastar más dinero en un país en que gran parte de la población no celebra a los estadounidenses y sus aliados como libertadores, sino que los combate como fuerzas de ocupación.

Y Biden necesita éxitos con urgencia. Muchos presidentes han iniciado guerras para ganar elecciones, pero este presidente debe acabar con una para no volver a perder su frágil mayoría en ambas cámaras del Congreso en las elecciones intermedias del año próximo.

Civiles occidentales en grave peligro

Todo esto debe ser tomado en cuenta en la evaluación de la actual situación. Pero la complejidad del asunto no es disculpa para el drama y la catástrofe humanitaria que tiene lugar en Afganistán. No solo fueron dejados en la indefensión miles de afganos que en las pasadas dos décadas ayudaron a las tropas occidentales. La alianza militar ni siquiera parece estar en condiciones de poner a salvo a sus propios civiles. ¿Cómo es posible que no se haya evacuado al personal de las embajadas, a los miembros de organizaciones no gubernamentales y otros grupos antes de que las tropas abandonaran amplias regiones del país, allanando el camino para el arrollador avance de los talibanes?

¿Cómo es posible que hasta hace pocos días supuestos expertos de la Casa Blanca sostuvieran que Kabul no caería tan rápido? Ahora impera el pánico en la capital afgana, porque los militares locales se cambiaron inmediatamente de bando, por miedo al poderío de los talibanes y también porque no valía la pena luchar por un gobierno, dirigido por el presidente Ashraf Ghani, que no podría haber sido más corrupto. ¿Qué revela eso acerca de la eficiencia de los servicios de inteligencia estadounidense y el conocimiento del país? ¿Y cuánto valen ante este trasfondo las palabras de Joe Biden, que hace poco declaró en forma grandilocuente que de Afganistán ya no emana peligro de terrorismo y por eso se podía dejar las riendas del país en sus propias manos?

Ayudantes abandonados a su suerte

La guerra de Afganistán se inició como reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Siguiendo una lógica poco comprensible, Joe Biden declaró que la retirada habría concluido en el vigésimo aniversario. Probablemente, lo hizo con la esperanza de acabar por fin con otro capítulo nada glorioso de las invasiones militares estadounidenses y poder proclamar en el memorial de Nueva York que se había ganado la guerra contra el terrorismo internacional.

Pero en estos 20 años no se ha ganado nada. Tampoco ganaron aquellos que, con su disposición a respaldar a la alianza militar occidental, no solo arriesgaron sus vidas, sino también las de sus familias, y ahora son abandonados tan vergonzosamente. Esto nos atañe a todos. Y debe avergonzarnos a todos.

(er/ms)