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El debut de Olaf Scholz en la cumbre europea

Barbara Wesel
17 de diciembre de 2021

El nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, tiene que lidiar con la sombra de su antecesora, Angela Merkel. Su primera participación en una cumbre europea fue bastante deslucida, según Barbara Wesel.

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Belgien Gipfel Bundespräsident Olaf Scholz
Imagen: Alexey Vitvitsky/Sputnik/dpa/picture alliance

La declaración sobre la integridad territorial de Ucrania al inicio de la cumbre de la UE, estuvo bien. Olaf Scholz dijo lo que tenía que decir y lo que se esperaba. Pero, ante una pregunta sobre las consecuencias de un asesinato cometido en Berlín por un presunto agente secreto ruso, que un tribunal calificó de terrorismo de Estado, el canciller comenzó a trastabillar. Y surgió la impresión de que no quiere pedir más cuentas a Moscú, pese a su oscuro historial de asesinatos en el exterior.

Los socios de la UE están acostumbrados a que Alemania no sea representada por gobernantes de grandes aspiraciones retóricas. Mientras otros, como el presidente francés, plantean sus ideas con elocuencia, los representantes de Berlín exponen fórmulas hechas, que no dicen mucho.

¿Retórica débil, política indecisa?

En el caso de Ángela Merkel, esas formulaciones difusas eran un instrumento político. Olaf Scholz prometió continuidad. Pero podría liberarse de ese legado de su antecesora y manifestar un poco más de claridad verbal. Pareciera, sin embargo, que tras las expresiones vagas, se esconde también una política indecisa.

Olaf Scholz carga con el lastre de las pasadas décadas de política socialdemócrata, en las que un excanciller alemán se convirtió en cabildero del gas ruso y los comprensivos con Putin definieron la línea del partido. Pero, ¿no prometió acaso el nuevo canciller una modernización en su declaración de gobierno? Eso debería valer también para los nostálgicos de Rusia, que no quieren ver la amarga evolución de la política del Kremlin.

Algo similar ocurre con el tema de Nord Stream 2: el proyecto ha costado a Alemania en el exterior más capital político que ningún otro de la historia reciente. Olaf Scholz tiene la suerte de que el organismo encargado de autorizar su funcionamiento por ahora no dé señas de aprobar la entrada en operación del gasoducto. En consecuencia, el problema no parece urgir. Pero tiene dinamita política y, aun así, el canciller se retuerce cuando se le pregunta si detener la puesta en marcha sería parte del catálogo de sanciones occidentales en el caso de que Rusia invadiera Ucrania.

Y eso que, de todos modos, está claro que la respuesta es afirmativa y, en tal situación, Alemania jamás podría poner en práctica un negocio surgido bajo otro marco de condiciones políticas muy diferentes. ¿Por qué no adelantarse entonces a lo inevitable y poner a Nord Stream 2 en la lista de proyectos que se han vuelto impracticables? Eso cuesta dinero, pero no es una vergüenza y sería un gesto importante.

Un poco más de liderazgo

Naturalmente, en Europa siempre hay reparos cuando surge la sensación de que Alemania habla más alto e intenta ejercer algún tipo de hegemonía. Pero cuando al final Alemania y Francia se presentan conjuntamente ante la prensa -como en esta cumbre- queda de manifiesto la necesaria voluntad de colaborar. Eso también despierta suspicacias en otros, pero, de todos modos, no hay cómo acabar con el mito de que la UE marcha al ritmo de Berlín y París,

Barbara Wesel.
Barbara Wesel.

El canciller Scholz debería conferir más dinamismo a sus iniciativas en Europa. Aburrir a la gente hasta el punto de que pierda la energía para contradecir, puede ser también un instrumento de la política. Pero incluso en el tradicionalmente parco carácter nórdico hay margen para una mayor expresividad.

La primera participación de Olaf Scholz en una cumbre de la UE, por supuesto, no tiene que marcarlo para siempre. Podrá ganar más perfil. Pero, para eso, debe comprender que un canciller no se puede esconder tras los detalles técnicos, como un ministro de Finanzas. El canciller es quien debe explicar a sus colegas y a los ciudadanos lo que el gobierno alemán considera correcto y necesario. Y, en ese aspecto, un poco más de asertividad sería bueno para todos los implicados.

(ers/ms)