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Dos monjas contra el Vaticano

21 de septiembre de 2011

En Stolberg hay un monasterio que, según El Vaticano, ya no existe. Pero dos hermanas carmelitas se resisten a dejarlo, sus vecinos las apoyan y entre todos dan dura pelea.

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Las hermanas Regina y Katharina. Nadie las moverá, dicen (DW/Christina Beyert).
Las hermanas Regina y Katharina. Nadie las moverá, dicen.Imagen: DW/Christina Beyert

No pasa una semana sin que las hermanas Regina y Katarina horneen, religiosamente (y nunca mejor dicho), las hostias con que 200 iglesias de toda Europa hacen sus ceremonias ecuménicas. Están solas las dos mujeres del claustro María Reina Carmelitas. Solas en medio de un terreno de cuatro mil metros cuadrados con vista a un hermoso bosque, en la parte alta de una colina privilegiada. En lo que no están tan solas es en la dura lucha que dan por mantenerse en el lugar, tras la decisión del Vaticano de cerrar el claustro.

El problema se arrastra desde hace varios años. Las primeras escaramuzas datan de 2004, cuando la diócesis de Aachen determinó que el terreno era demasiado grande para las cuatro personas que entonces vivían en él, tres de ellas mayores de 80 años. Y entonces comenzó esta pesadilla, cuyo rostro más visible es Regina, la monja más joven de todas (60 años) y la más combativa. "Me voy de este convento sólo dentro de un ataúd", dijo al periódico "Welt".

Regina en la soledad de su convento en Stolberg (DPA).
Regina en la soledad de su convento en Stolberg.Imagen: picture-alliance/dpa

Historia de lucha

Durante el régimen nazi los terrenos de las carmelitas fueron expropiados en toda Alemania y ellas expulsadas de sus casas, quedando en la calle. Apesadumbradas, pero nunca vencidas, recibieron una "ayuda del cielo". En 1954, la vecina Maria Kerschgens compró el terreno en la colina de Zweifall con la idea de que allí, algún día, se construyera un monasterio. Con dinero de sobra, financió también el cumplimiento de esa idea contando con los vecinos como trabajadores voluntarios. 

En sus mejores momentos, vivieron 30 hermanas en el lugar. Pero no eran adolescentes y con el tiempo muchas fueron muriendo. La existencia del lugar empezó a carecer de sentido y los mandamases de Aachen decidieron clausurar el lugar.

En un principio las negociaciones fueron en términos amables, hasta que el obispo, quizás harto de la terquedad de las monjas, elevó una solicitud al Vaticano. Desde el epicentro del catolicismo le dieron la razón al hombre y desde 2006 el monasterio no existe oficialmente. Pero ahí está, los vecinos pueden verlo a diario y no piensan dejar de hacerlo.

Hostias y exposiciones

En un esfuerzo desesperado, la hermana Regina (que en 2006 no solo vio "desaparecer" su hogar, sino también quedó sola tras la muerte de la última de sus compañeras), escribió a diversos monasterios de su misma congregación pidiendo ayuda. Así llegó la hermana Katharina, de 40 años, que dejó su puesto en Polonia para vivir en Zweifall. No le costó nada enamorarse del lugar: "Tengo un voto y por ese voto me he comprometido a quedarme acá".

Regina y otras monjas en una foto del 2007 (DPA)
Regina y otras monjas en una foto del 2007.Imagen: picture-alliance/dpa

El monasterio sigue funcionando como si la orden vaticana no importara: se levantan a las 5.15 de la mañana y a las 20 horas ya están las dos en cama, tras haber rezado, comido y trabajado. Para darle vida al recinto, usan sus terrenos para hacer exposiciones de arte, además de tener una pequeña tienda donde venden miel, rosarios y estampas religiosas. También, cada semana, producen 80 mil hostias, que distribuyen en 200 iglesias católicas y luteranas del continente. Por si fuera poco, ofrecen alojamiento por noche y reciben limosnas, naturalmente. Mal no les va. El problema, claro, no es económico.

Cadenas humanas

Las dos monjas de votos perpetuos que siguen ahí tienen una tesis: creen que la diócesis quiere deshacerse del convento para hacer ahí un spa o un centro de bienestar. Los vecinos de Zweifall, en Stolberg, no quieren ni un spa ni perder su monasterio, por eso formaron un círculo de amigos, han protestado e incluso hecho cadenas humanas para defender el edificio, a Regina y a Katharina. No quieren que, como se especula, la primera termine su vida en otro monasterio y la segunda vuelva a Katowice, en Polonia.

Johann Ehlen, vocero de la comunidad que defiende a las monjas, ha sido claro: "Sin el consentimiento de las hermanas esto no se cierra". Regina, en cambio, se apoya en la palabra por la que ha entregado prácticamente toda su vida al encierro y la oración: "Jesús dijo 'donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos'. Y cuando Jesús dice eso, pues qué poco pesa la palabra del obispo, ¿no?".

Autor: Diego Zúñiga
Editor: Enrique López