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PolíticaEstados Unidos

Asalto al Capitolio, asalto a la democracia occidental

Christoph Hasselbach
7 de enero de 2021

El mundo occidental está conmocionado por las imágenes del asalto al Capitolio. En agosto de 2020, miembros del movimiento coronaescéptico "Querdenker" trataron de ocupar el Reichstag. ¿Está en peligro la democracia?

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USA | Präsidentschaftswahl | Demonstranten im Capitol
Los manifestantes se enfrentan a la policía mientras intentan entrar al Capitolio por la puerta principal. Imagen: Lev Radin/Pacific Press/picture alliance

Durante siglos, desde John Winthrop, uno de los padres fundadores, hasta el presidente Ronald Reagan, Estados Unidos se consideró a sí mismo el ejemplo iluminador para el mundo, la bíblica "ciudad sobre el monte". Hoy George Bush, correligionario y predecesor de Trump, dijo sentirse como si estuviera en una "república bananera".

Los países a los que EE. UU. suele criticar por sus carencias democráticas, como China y Venezuela, observaron con regocijo los incidentes acaecidos en Washington. "Han estallado las burbujas de la 'democracia' y la 'libertad', escribió el Global Times, fiel al Gobierno de Pekín.

La imagen de EE. UU. en el mundo

Ben Rhodes, asesor de seguridad durante el mandato de Barack Obama, es consciente del punto de inflexión que supone el asalto al edificio del Congreso. Rhodes dijo a la agencia de noticias AFP: "Estas imágenes transformarán de forma duradera la percepción que el mundo tiene de EE. UU. Lamentablemente, esta degradación de la democracia llega en un momento en el que los nacionalismos autoritarios avanzan en todos los continentes". No hay que remontarse hasta el nacionalsocialismo de las décadas de los 20 y 30 para encontrar escenas parecidas en Europa, como el asalto al Parlamento húngaro de 2006, que finalmente condujo al ascenso al poder del actual primer ministro, Viktor Orban.

Asalto al Capitolio: ¿El golpe de Trump?

Pero el ejemplo más reciente lo tenemos en la misma Alemania. Apenas hace medio año, miembros del movimiento coronaescéptico, conocidos como "Querdenker", se agolparon en las escaleras del Reichstag con banderas negras, blancas y rojas de la época imperial, aunque no llegaron tan lejos como los seguidores de Trump en Washington. El ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, estableció en seguida paralelismos entre ambas situaciones. También lo hizo el presidente del país, Frank-Walter Steinmeier, quien hizo además un llamado a los alemanes: "El odio y la persecución ponen en peligro a la democracia, las mentiras ponen en peligro a la democracia, la violencia pone en peligro a la democracia". Durante su época como ministro de Exteriores, Steinmeier llamó "predicador del odio" a Trump, que en aquel entonces se encontraba en plena batalla electoral. Sus palabras de entonces se ven hoy refrendadas.

"El propio presidente cuestiona la democracia"

Pero ¿qué tan grandes son las diferencias políticas y sociales entre ambos países? ¿Cuán vulnerable es la democracia? El investigador de partidos Sebastian Bukov cree que "la diferencia decisiva es que, en EE. UU., el propio presidente cuestiona la democracia desde hace cuatro años" y la acción en Berlín fue llevada a cabo por una "muy pequeña minoría radical".

Por su parte, el politólogo Hans-Jürgen Puhle, dice a DW sobre Estados Unidos: "El país está muy polarizado. Las tensiones sociales son mucho mayores que en Europa". Y precisamente en tiempo de tensiones provocadas también por la propia política de Trump, el presidente ha considerado que una de sus tareas era la de polarizar. "Jamás tuvo Estados Unidos un presidente así", dice Puhle.

Una encuesta de YouGov deja patente la profunda división de la sociedad estadounidense también en la cuestión del asalto al Capitolio. Un 45 por ciento seguidores de Trump dijeron simpatizar con el violento acto, mientras que el 43 por ciento lo rechazaron. Al 21 por ciento del total de encuestados, es decir, a más de un quinto, le pareció bien el asalto.

Puhle no cree ver de momento en el horizonte de Europa occidental "una situación similar que pueda degenerar en violencia". Por su parte, Sebastian Bukow alude a un estudio sobre autoritarismo realizado en Leipzig para asegurar que "el contento con la democracia es estable e incluso crece, aunque también hay una muy pequeña parte de la sociedad que rechaza la democracia". Para Puhle, el populismo no es el verdadero problema, sino más bien "un síntoma de los defectos que puedan tener las democracias y de las insuficientes propuestas de solución política". El politólogo asegura que la mejor arma contra el populismo es una "buena política de políticos y partidos no populistas y una comunicación abierta, sensata y honesta, sin falsas promesas".

(ms/few)