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Diplomacia al servicio de la paz

Christoph Strack (CP/ EL)11 de junio de 2015

El Papa recibe a figuras de la política y a dictadores. Pero la audiencia con el Sumo Pontífice ya dejó de ser solo un ritual para convertirse en un encuentro de real importancia.

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El Papa Francisco recibe a Vladimir Putin. (10.6.2015).
El Papa Francisco recibe a Vladimir Putin. (10.6.2015).Imagen: Reuters/G. Borgia

Casi todos los días mueren soldados del Ejército ucraniano en el este de Ucrania. Decenas de ellos resultan heridos, y los asesinos están del lado de Rusia. Oficialmente se llaman separatistas, pero su equipamiento militar, así como el apoyo que reciben, proviene de Rusia. Para mencionar solo uno de los terribles momentos de este conflicto, que ya lleva más de un año: hay serios indicios de que el misil que derribó un avión civil malayo, en julio de 2014, acabando con la vida de 298 personas, fue disparado desde territorio bajo dominio ruso. Es decir, que Rusia está, de hecho, llevando a cabo una guerra contra Ucrania. Y el Papa Francisco recibió ahora al frío guerrero Vladimir Putin en el Vaticano. Las imágenes de esa audiencia que recorren los medios, con escenarios fastuosos de fondo, seguramente simbolizan para el presidente ruso un reconocimiento que le negaron los grandes del G7 el fin de semana.

Pero el brillo del momento no puede distraer del principio por el cual se rige el Vaticano: a los jefes de Estado y de Gobierno que viajan al Vaticano y se registran formalmente se les concede, por lo general, al menos una vez una audiencia con el Papa, que también es la máxima autoridad del Vaticano. Para ver al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica llegan representantes renombrados de la política y la cultura de todo el mundo, desde Premios Nobel de la Paz hasta dictadores y jefes de Estado que violan los derechos humanos. En 2009 estuvo con el papa Benedicto XVI el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko. En 2013, con el Papa Francisco, Robert Mugabe, mandatario de Zimbabue. Y hace muy poco, Francisco recibió al presidente Raúl Castro, también un dictador.

Preparar el camino hacia la paz

Pero Cuba es, justamente, el mejor ejemplo de que el Vaticano está reformando su diplomacia bajo la influencia de este Papa latinoamericano, y de que se la toma otra vez muy en serio. Tanto el Vaticano como Francisco impulsaron –a pesar de que los medios alemanes apenas lo hayan registrado- el acercamiento entre Cuba y EE. UU., y no solo por medio de llamados telefónicos o alguna que otra carta. En octubre de 2014 se reunieron los obispos en un congreso sinodal para tratar por primera vez el tema de la familia, y discutieron mientras cientos de periodistas de todo el mundo esperaban declaraciones. Pero nadie se enteró, según se sabe ahora, que al mismo tiempo enviados de Washington y de la Habana también conversaban detrás de los muros vaticanos, preparando un giro histórico en la política internacional entre quienes fueron enemigos acérrimos. El final de esas conversaciones ya es conocido. Barack Obama visitó en estos días, en señal de agradecimiento, una importante iglesia de los cubanos exiliados en Miami, y Castro viajó a Roma e invitó oficialmente al papa Francisco a visitar la isla a mitades de septiembre. Seguramente, con eso el jefe de la Iglesia Católica no bendijo a una dictadura, sino que preparó el camino hacia la paz, los derechos humanos y la libertad de religión.

Christoph Strack, corresponsal político de DW
Christoph Strack, corresponsal político de DWImagen: DW

En 2005, luego de ser elegido Sumo Pontífice, Joseph Ratzinger siguió manifestamente las huellas de su antecesor, cuyos esfuerzos por la paz le dieron prestigio internacional. A Benedicto XV (1914-1922) se lo llamaba el “Papa de la Paz” por sus esfuerzos contra la Primera Guerra Mundial. El hecho de que Benedicto XVI no haya podido hacer demasiado en ese terreno tiene que ver también con un mala planificación a nivel personal. Al nombrar camarlengo a Tarcisio Bertone colocó en un rol de jefe de la diplomacia vaticana a alguien que no actuó adecuadamente, por decirlo de algún modo, pero que ahora posee un gran departamento en el Vaticano y goza de su jubilación.

La Iglesia como mediadora

Francisco nombró representante en 2013 a Pietro Parolin, que es uno de los diplomáticos más sobresalientes de la Iglesia, algo que no logra opacar siquiera sus duras críticas acerca del resultado del referendo irlandés acerca del matrimonio homosexual. Parolin fue anteriormente embajador del Vaticano en Venezuela. En ese país, la Iglesia Católica es ahora uno de los mediadores más importantes entre el gobierno y la oposición, y eso es solo un ejemplo de los recientes esfuerzos de mediación del Vaticano. No se deben olvidar la invitación de Francisco al presidente de Israel y al de los territorios palestinos autónomos, además de contactos en Líbano y en varios países africanos. Incluso en regiones amenazadas por los asesinos de Estado Islámico hay emisarios del Papa. Bajo el gobierno de Francisco, la diplomacia vaticana está decididamente al servicio de la paz, incluso cuando el Papa se haya referido en algún momento a una “gran guerra” que acecha desde varios rincones de la Tierra.

Ucrania es uno de esos puntos álgidos. En el aspecto político, puede parecer un foco de conflicto entre Rusia y la OTAN. A nivel religioso, allí se enfrentan Occidente y Oriente, una situación compleja que puede ser atizada por cualquier conflicto que surja. El hecho de que el Papa, una autoridad respetada en todo el mundo, se reúna con Putin no está mal. Si la Iglesia Ortodoxa rusa fracasa ahora y se da la mano con el presidente, Francisco –que, según muchos de sus discursos no representa a Occidente- podría ser una voz de advertencia, a favor de la paz y contra el autoritarismo. Está por verse si el Papa logró llegar con su mensaje al hombre fuerte de Moscú. Pero ya el intento valió la pena.