1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

La camiseta de la discordia

Daniel Martínez12 de junio de 2012

Este miércoles, en la Eurocopa, vuelven a cruzar caminos Alemania y Holanda, dos países con una fuerte rivalidad futbolística y muchas anécdotas, como la que aquí les relatamos, protagonizada en 1988 por Ronald Koeman.

https://p.dw.com/p/15CUQ
Ronald Koemam se limpia el trasero con la camiseta alemana, y la suya se convierte así en pieza de museo.
Ronald Koemam se limpia el trasero con la camiseta alemana, y la suya se convierte así en pieza de museo.Imagen: Baldrich/DSOM

Todo sucedió en la Eurocopa de 1988. Alemania era la máxima potencia del fútbol continental, venía de ser subcampeona del Mundial México 1986, y era la anfitriona del evento, razones por la cuales se le consideraba la principal candidata al título.

Holanda, por su parte, llegaba también muy fuerte ya que contaba en sus filas con las tres estrellas más destacadas del balompié internacional de aquel año: Marco van Basten, Ruud Gullit y Frank Rijkaard.

Los dos equipos nacionales se toparon en la semifinal del campeonato en un partido al que la historia cargaba de emociones. El duelo prometía ser inolvidable, y efectivamente lo fue.

Rivalidad acérrima

Desde 1974, cuando su selección llegó al Mundial como favorita al triunfo, el que Alemania le arrebató en la final en la que fue considerada como “la madre de todas las derrotas”, el herido orgullo del fútbol holandés esperaba por una oportunidad de tomar revancha.

Durante muchos años holandeses y alemanes se “detestaron” en la cancha, y la gran rivalidad se extendió a lo largo de las décadas de los 70 y los 80 en enfrentamientos caracterizados por una marcada hostilidad. Lothar Matthäus, uno de los futbolistas que vivió esta época, declaró en una entrevista que durante esos años los partidos contra Holanda estaban llenos de emociones “que nada tenían que ver con el fútbol”.

Los resultados en los partidos jugados después de la final del Mundial de 1974 sólo sirvieron para acrecentar el deseo holandés de por fin vencer a los alemanes. Hasta la Eurocopa de 1988 ambas selecciones se habían enfrentado en seis oportunidades, con un balance de tres empates (amistosos en 1975 y 1980, Mundial 1978), y tres victorias de Alemania (amistosos en 1978 y 1986, Eurocopa 1980).

La revancha

En Hamburgo 61.330 espectadores en el estadio, y millones ante los televisores, estaban preparados para celebrar el paso de su equipo a la final de la Eurocopa 1988. Pasada una hora del partido Alemania ya ganaba 1-0 con gol de Lothar Matthäus (penalti en el minuto 55) y todo indicaba que Holanda volvería a sucumbir ante su más acérrimo rival.

Pero en el minuto 74 los holandeses lograron el empate transitorio a través de un penalti cobrado por Ronald Koeman, y un cuarto de hora más tarde, faltando apenas un minuto para el pitazo final, cambiaron definitivamente la historia de la superioridad alemana gracias a un gol de Marco van Basten que les entregó la victoria 2-1.

Holanda celebró el triunfo como si hubiera sido el título mismo (que conseguiría efectivamente derrotando a la Unión Soviética en la final). Los cronistas relatan que en una espontánea fiesta callejera participaron nueve millones de holandeses, casi dos tercios de la población del país, calculada en aquel entonces en 15 millones de habitantes.

El gesto de Koeman

En el estadio, donde más de dos tercios del público eran aficionados holandeses, los jugadores victoriosos se marcharon a celebrar frente a la tribuna, a compartir con los suyos un resultado que según dijo Ruud Gullit “hace feliz a la vieja generación, esa de la que he visto sus sentimientos de dolor y sus lágrimas”.

Los jugadores de ambos equipos, como se acostumbra al finalizar el partido, intercambiaron camisetas. El alemán Olaf Thon le entregó su uniforme a Ronald Koeman y recibió la camiseta naranja con el número cuatro de éste, la misma que ese mismo día se convirtió en una pieza de la historia del fútbol alemán y que hoy se encuentra en el Museo del Deporte y las Olimpiadas en la ciudad de Colonia.

Y es que Koeman cargó la camiseta de Thon para sumarse a la celebración de sus compañeros con los aficionados y frente a ellos, en un gesto que luego oficialmente fue calificado por los holandeses como “algo de lo que no podemos estar orgullosos”, la uso para limpiarse el trasero. Hans van Breukelen, arquero de esa selección de 1988, declararía luego que a Koemann en ese momento “le faltó la grandeza del ganador”.

La escena quedó grabada en la memoria de los amantes del fútbol en Holanda y Alemania como el momento en el que la rivalidad “tocó fondo”. Desde entonces ambos países, partido tras partido (12 con el del miércoles en la Eurocopa), se han propuesto, con éxito, acabar con las hostilidades.

Autor: Daniel Martínez

Editor: Enrique López