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Sociedad

Coronavirus: España, un país conviviendo a distancia

Stefanie Müller
29 de octubre de 2020

Debido a la pandemia, los españoles, que en general son extrovertidos y amantes de las fiestas, han tenido que acostumbrarse a prescindir del contacto físico. Las duras restricciones podrían dejar huella en la sociedad.

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Spanien Madrid | Coronavirus
Imagen: Gabriel Bouys/AFP/Getty Images

Belén Agüí encarna lo que los extranjeros suponen que es la alegría de vivir española. A esta mujer le encanta encontrarse con amigos en los restaurantes de Madrid. Esto solo ha sido posible de forma limitada durante los últimos meses. El duro confinamiento desde mediados de marzo hasta mediados de mayo fue para ella como una especie de experimento psicológico. Ahora, solo se pueden reunir seis personas como máximo en casa o en el bar. Además, está prohibido salir desde la medianoche hasta las 6 a.m., lo que obliga a sus jóvenes hijos a quedarse en casa. Los botellones, las habituales borracheras en las calles españolas, son uno de los principales motivos del todavía creciente número de contagios en el país.

Entre tanto, los españoles parecen haber interiorizado las reglas de distanciamiento prescritas por el gobierno. En la sociedad española han cambiado muchas más cosas en los últimos meses que en otros países, donde las personas siempre han vivido más distantes entre sí. "Extraño el estar juntos", dice Agüí, quien hasta no hace mucho siempre besaba a los conocidos en la mejilla cuando se los encontraba por la calle. Precisamente, el comportamiento social es una de las razones por las que el país tiene la mayor esperanza de vida del mundo después de Japón. Sin embargo, durante la pandemia este aspecto se ha convertido en un verdadero problema.

De repente España brilla con disciplina

El sistema de salud español, que se vio afectado por muchos recortes en el pasado, ahora solo puede atender a los cientos de miles de personas con COVID-19 y con secuelas. No solo faltan camas en los hospitales en todas partes, sino también cuidadores y calor humano. En el pasado, las familias siempre estaban ahí, al lado de los pacientes durante su recuperación.

Aún no se han investigado los efectos a largo plazo de este aislamiento social, pero la Fundación Española de Infartos Cerebrales (FEI) está registrando un aumento de ictus entre los jóvenes menores de 40 años durante la pandemia. Un estudio de la plataforma online "ifeel" registró un aumento de ataques de ansiedad en casi un 170 por ciento en comparación con 2019.

Agüí quiso dar ejemplo ante el drama social y económico que sufre el país, reduciendo en nombre de su tía de 84 años en 100 euros el alquiler mensual de nueve apartamentos en una zona residencial de lujo, con piscina y parque, durante un año: "Es solo un pequeño gesto. Pero los próximos meses serán duros debido a la inminente ola de quiebras". Se prevé que el desempleo aumente hasta el 23 por ciento a finales de año, sobre todo por la escasez de turistas, lo que a menudo afecta a los españoles de clase media, que viven muy a menudo en "urbanizaciones" con alquileres entre 1.000 y 1.500 euros mensuales. Ahí se reúnen los jóvenes por las tardes en los parques, fuman y beben juntos, pero de marzo a mayo no, dice Agüí. En verano, en lugar de la habitual multitud esparcida en el césped, rigieron normas estrictas de distanciamiento y de baño en la piscina.

Gente protestando en el barrio de Vallecas, Madrid.
En Madrid, la gente del barrio de Vallecas protestó hace unas semanas por las restricciones en ciertos barrios con muchos contagios. Imagen: Juan Carlos Lucas/NurPhoto/picture-alliance

"Como si tuviera la peste"

La sociedad española, que normalmente tiende a la improvisación, se muestra ahora disciplinada y responsable. Sin embargo, el número de contagios es mayor que en cualquier otro país de Europa. Quien salga de casa tiene que ponerse mascarilla. Hay policías y controles en todas partes y los soldados, a veces, actúan como rastreadores de personas contagiadas.

La estudiante madrileña de 18 años Ana Sophie Bernat ya no se encuentra con sus compañeros fuera de clase. Sabe, por experiencia propia, lo peligroso que es la espiral de pensamientos negativos: "Las actuales clases son caóticas y no ayudan". Actualmente solo va a la escuela tres horas al día, el resto en línea. Cuando va a la escuela por las mañanas en el metro lleno de usuarios, se da cuenta de que "la gente trata instintivamente de sentarse o pararse lo más lejos posible, como si tuviera la peste".

La bailarina y entrenadora deportiva Sofia Penado también lleva meses viviendo en aislamiento obligatorio. La joven de 36 años dirige un pequeño estudio deportivo en el adinerado municipio de Pozuelo, a las afueras de Madrid, en el que trabajó con mucha energía positiva hasta que estalló la pandemia. El contacto directo con sus alumnos lo significaba todo para ella. Ahora no solo tiene miedo existencial, sino también de contagiarse a sí misma y a los demás, sobre todo a su madre. Solo unas pocas personas acuden al centro de manera presencial, la mayoría de los cursos se imparten online: "Las restricciones higiénicas son agotadoras y la mascarilla molesta a muchos. Eso es supervivencia, pero no es vida".

Belen Agüí espera que "cuando todo esto se acabe, seamos tan alegres y sociables como antes", pero las severas restricciones y el elevado número de víctimas, que se sitúan entre 36.000 y 45.000 muertos, dejarán sin duda cicatrices en la sociedad española.

(rmr/ers)