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COP27: Más justicia climática no basta para salvar el clima

Tim Schauenberg
21 de noviembre de 2022

La COP27 puede reivindicar un parcial "éxito histórico", pero no será suficiente en el futuro, opina Tim Schauenberg. Para cumplir los objetivos climáticos globales, lo "histórico" debe convertirse en la norma.

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"We are watching", los estamos observando, dice pancarta que sostiene activista en la COP27
"We are watching", los estamos observando, dice pancarta de activista en la COP27Imagen: Mohamed Abd El Ghany/REUTERS

La  COP27  terminó con un resultado decepcionante y un gran éxito. Primero lo positivo: la creación de un fondo para compensar a los países especialmente afectados por las pérdidas y daños causados por el cambio climático es un hito en la diplomacia climática internacional que debería haberse producido hace tiempo. Los países ricos se habían resistido a esta idea durante años. En Sharm el-Sheij se logró el avance, principalmente gracias al impulso de la UE.

En el futuro, los países ricos tendrán que asumir una mayor responsabilidad financiera por los daños causados por el cambio climático, que ellos mismos han provocado en gran medida. Naciones Unidas y medios de comunicación califican el acuerdo de "histórico". Los detalles sobre quién paga, cuánto y a quién se negociarán en 2023  en la conferencia sobre el clima que elebrará en los Emiratos Árabes Unidos.

Pero el avance no debería ser "histórico" sino un paso lógico. Es un paso hacia el reconocimiento de la responsabilidad de los países ricos hacia los países especialmente afectados del Sur global. Y es un gran paso hacia una mayor justicia climática.

2022 es un año perdido

Pero hay mundos entre la lógica y las normas de la diplomacia climática, que actualmente está bajo la influencia de la crisis energética y de un amplio abanico de intereses. La COP debe ser una conferencia climática que produzca hechos. Una conferencia de progreso real y genuino para frenar el calentamiento global a 1,5 grados o al menos claramente por debajo de 2 grados.

Pero lo constatable es que 2022 es un año perdido. Los únicos anuncios positivos en materia de reducción de emisiones son el plan de Brasil del recién elegido presidente Lula para detener la deforestación y el plan de China para emitir menos metano. Sin embargo, lo que se ahorra aquí queda inmediatamente anulado por las nuevas inversiones en infraestructuras de gas, incluidas las de Alemania en Senegal. Lo que nos lleva de nuevo a cero.

Así pues, solo quedan siete años para reducir las emisiones mundiales a la mitad hasta 2030 y limitar las consecuencias mortales de las olas de calor, las tormentas, las inundaciones y la subida del nivel del mar de un calentamiento global superior a 1,5 grados.

El tiempo se acaba

Para alcanzar el objetivo de 1,5 grados y garantizar más justicia climática, necesitamos resultados "históricos" en todos los ámbitos -emisiones, adaptación, daños y pérdidas- cada año a partir de ahora para superar una de las mayores crisis históricas de la humanidad.

Podríamos empezar con un acuerdo histórico para eliminar el carbón, el petróleo y el gas a nivel mundial. Si la diplomacia climática no logra alcanzar en los próximos años el objetivo de 1,5 grados, y en su lugar hablamos como algo natural de un calentamiento global de dos o tres grados, tendremos que reprocharnos un fracaso histórico. Nadie quiere eso.

(jov/er)