Cine alemán de postguerra
Del 3 al 13 de agosto, el festival internacional de Locarno le dedicará una extensa retrospectiva al cine germano de postguerra para demostrar, de una vez por todas, que éste es mucho mejor que su mal ganada reputación.
La guerra terminó
A mediados del siglo XX, los alemanes se esmeraban en reprimir los sentimientos de culpa que les dejó la guerra. Esa tendencia marcó también su manera de hacer cine. Pero hay excepciones: la película “¡Perros! ¿Acaso quieren ustedes vivir para siempre?” de Frank Wisbar (1959), sobre la battala de Stalingrado, es una de ellas. Esta cinta retrata el sinsentido y la brutalidad de la guerra.
La mujer y la jaula del matrimonio
La imagen prevalente de la mujer en la era Adenauer fue puesta bajo la lupa en la película “La confesión de Ina Kahr” (1954). Su director, G.W. Pabst, presenta a la protagonista en un tribunal, acusada de asesinar a su marido. Apelando a “flashbacks”, la cinta muestra el infierno que a Ina Kahr le tocó padecer mientras su esposo vivía y critica con dureza al “hombre alemán” de los años cincuenta.
El oscuro milagro económico
“La torre de cristal” (1957) es otra de las películas que retrató el lado más sombrío del “milagro económico” alemán. En ella es nuevamente la protagonista quien debe soportar a un hombre dominante a su lado. El director Harald Braun mezcla elementos de la novela negra en su obra para mostrar, ante todo, cómo era la vida de “la mujer alemana” en la jaula de oro.
Los crímenes del Tercer Reich
El cine alemán de postguerra goza de una indeseable reputación debido a la cursilería predominante en las producciones de la época. “El diablo vino por la noche” (1957) de Robert Siodmak, una obra olvidada injustamente, es una de las excepciones. Con el actor Mario Adorf liderando el elenco, esta cinta, que aborda el tema de la guerra, fue objeto de muy buenas críticas.
Nuevas estrellas del celuloide
Mario Adorf también protagoniza el drama “El día en que vino la lluvia” (1959). A su lado actuó la joven Elke Sommer, que más tarde se iría a hacer carrera en Hollywood. Cintas como ésta, que aborda el tema de la delincuencia juvenil en Berlín Occidental, demuestran que se puede hacer cine entretenido sin que éste deje de ser arte.
La República Federal de Alemenia, bajo la lupa
“Gravilla negra” (1961) de Helmut Käutner es otra película que vale la pena volver a ver. Su director, uno de los pocos apreciados por la crítica, cuenta una historia marcada por la corrupción, la prostitución, el mercado ilegal y los delitos mercantiles. El escenario de la trama: una base militar estadounidense con sede en Hunsrück.
La gran ciudad tras la gran guerra
“Todas las pistas apuntan hacia Berlín” (1952) retrata con inusual precisión la atmósfera que se respiraba en la capital alemana tras la Segunda Guerra Mundial. La cinta fue rodada directamente en la Puerta de Brandeburgo, en la torre de la televisión y en el famoso Bahnhof Zoo. Las cicatrices que la guerra dejó en esa urbe saltan a la vista.
Obras maestras y películas olvidadas
Esta retrospectiva del festival de Locarno incluye 80 títulos y le brinda al público la oportunidad de familiarizarse con una cinematografía –la de la Alemania de mediados del siglo XX– denostada injustamente. En esa antología hay películas olvidadas y obras maestras reconocidas como “El perdido” (1951), dirigda y protagonizada por Peter Lorre.